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OPINIÓN - DOMINGO, 5 DE ABRIL DE 2009

 

OPINIÓN / ALGO MÁS QUE PALABRAS

Injertar cultura en todas las culturas
 


Víctor Corcoba Herrero
corcoba@telefonica.net
 

Si nadie puede hacer nada por si mismo, porque los proyectos de vida se hacen en comunidad, tiene bien poco sentido avivar una cultura individualista. Lo que hace falta es globalizar la cultura en todas las culturas, máxime cuando estamos amenazados por una anticultura violenta a más no poder, que enfrenta en vez de apaciguar. Si en verdad se trabajase por el progreso de la cultura, que no es otro que la promoción del ser humano, tendríamos otros ambientes más humanos. Hacer que la sabiduría colectiva gobierne sobre los intereses que nos dividen, todavía es una asignatura pendiente. ¡Ojalá pudiésemos llegar a esta conquista, a reencontrarnos con la verdadera cultura, auténtica victoria de la razón, de la comprensión, del respeto moral por la vida!

El hambre de cultura humanizadora es otro de los males actuales. Nos alegra, pues, que en un proyecto conjunto del Ministerio de Cultura y de la Federación Española de Municipios y Provincias, se presente una guía innovadora y evaluadora de las políticas culturales locales. Hay que encontrar ese lenguaje común que nos proyecte entendimiento y nos haga valorar la vida humana. Es fundamental hacerlo desde los pueblos y que participen todos, fomentando la transversalidad de las políticas culturales, robusteciendo los sistemas de información cultural local, mejorando y propiciando la accesibilidad de la oferta. No todo lo que se ofrece, por desgracia, es cultura, aunque se vista como tal para llegar a las gentes. Debiera serlo. En su mayoría los eventos culturales se sufragan con el erario público. De ahí la importancia de guías culturalmente consensuadas para no caer en despilfarros innecesarios. En todo caso, injertar efectiva cultura humana en todas las culturas es tan preciso como necesario.

Se han derrumbado muros. Se han abierto fronteras. El mundo se ha globalizado. Pero los pueblos aún levantan barreras enormes. Algo falla. Es el fruto de una cultura dominada por el poder, sectaria, que no admite el discernimiento. Cuando la cultura es todo lo contrario: búsqueda, creatividad, pensamiento. En variadas ocasiones, tácita o explícitamente, esta mutilación y violación a la auténtica sapiencia es una genuina mordaza a la conciencia y al sentido común de las personas. Urge, pues, a mi manera de ver, un regeneracionismo cultural, capaz de poner orden y dar voz a la diversidad cultural. Hoy, más que nunca, la apertura recíproca entre las culturas es un terreno privilegiado para el diálogo entre personas comprometidas en la exploración de un humanismo positivo, por encima de las divergencias que pueden separarnos.

Los pueblos son, en definitiva, lugares benignos para comenzar esta andadura de libertades y este cultivo de cultura comunitaria. Y tener una guía, efectivamente, puede ser algo muy útil o no. Lo será en la medida que aglutine sin excluir ideas o pensamientos, cultive y cautive liberaciones e inste a la reflexión y a la revolución crítica, con la ética responsable como identidad. Pero también puede ser algo totalmente nulo, adoctrinador, que únicamente sirva de mero guión tapadera a los que viven de la cultura para sí. Difícil socializar y universalizar esta cultura del ombligo.
 

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