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OPINIÓN - MARTES, 21 DE ABRIL DE 2009

 

OPINIÓN / EL OASIS

Mariam Mohamed
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Para quien escribe nada de lo que pase en la ciudad debe escapar a su curiosidad. Pero el Consejo de la Juventud es un organismo que nunca despertó en mí la menor atención. Y no me pregunten al respecto porque no sabría decir por qué causa o razón.

La realidad es que jamás he tenido el menor contacto con sus directivos y mucho menos con Mariam Mohamed. Quien hasta hace nada era una presidenta que debía gozar de prestigio y respeto suficientes. Ya que manejaba los dineros del máximo organismo representativo de los jóvenes ceutíes, según cuentan, con total y absoluta libertad.

Y esa libertad excesiva no deja de ser, por carecer de fiscalización y por mucha independencia que se le haya otorgado al CJCE, un fallo que debe asumir alguien. Pues de haber existido ese control, seguramente ahora no habría que asistir a las denuncias encarnizadas que se están haciendo de Mariam Mohamed. Ya que evitando la tentación, nadie está libre de ella, y menos una mujer joven y deseosa de vivir, se hubiera impedido el que ésta sea motivo de escándalo diario.

Pero ese desliz, dejando toda la responsabilidad del manejo de los dineros en las manos de la presidenta del CJCE, no debe pasarse por alto. Y no vale alegar que ese organismo estaba exento de control, debido a la confianza que se tenía en sus dirigentes. Y tampoco llego a creerme que nadie, caso de ser cierto lo que nos vienen contando, supiera nada de la mala gestión económica que estaba realizando la presidenta de la cosa.

Vivimos en una ciudad pequeña, donde todo se analiza minuciosamente. Y, por tanto, me cuesta trabajo creer que si es verdad que Mariam Mohamed gustaba de comprar prendas por encima de sus posibilidades, o de hacer ostentaciones de pasta cuando barzoneaba con sus amigos, no hubiera levantado las sospechas lógicas para poder abortar su presunta apropiación de dineros pertenecientes a la caja del organismo que presidía. Hecho que hubiese evitado lo que ha sucedido después.

El que los medios no cesen de pasear en el carro de la ignominia a una mujer joven que, por mucha capacidad de aguante que tenga, es imposible que no esté sufriendo lo indecible. Me imagino a Mariam Mohamed levantándose cada mañana sabiendo que los de la prensa le seguirán atizándole sin la menor contemplación. Y hasta pienso que ese trato hará posible que se le obnubilen las ideas de defensa que pudiera tener.

También me compadezco de Mariam, si, con la que le está cayendo encima, aún es capaz de leer lo que dicen de ella los cobardes que escriben en internet sin identificarse y con faltas de ortografías cual elefantes. Porque semejante tratamiento es sólo comparable al que daban al hereje de turno cuando era transportado en carreta camino de la hoguera.

Mira, Mariam, tal vez cometiste el error de creer que el dinero que manejabas era tuyo. Así que me vas a permitir que te dé un consejo –aunque sepa que los consejos sólo se le agradecen a médicos y abogados-: debes echarle ovarios al asunto y contar toda la verdad sobre los hechos de que eres acusada. Sin titubeos ni contradicciones. Pues ya sabes eso de que más vale ponerse una vez colorada... Para acabar cuanto antes con ese ensañamiento que han emprendido contra ti.
 

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