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OPINIÓN - MARTES, 21 DE ABRIL DE 2009

 

OPINIÓN / EL MAESTRO

El teléfono de la esperanza
 


Andrés Gómez Fernández
andresgomez@elpueblodeceuta.com

 

Los papeles cambiados. Antes, los que recibían los castigos eran los alumnos, con el “consentimiento” de los padres. Durante muchos años, los maestros se erigían en “mantenedores” del orden, utilizando todo tipo de recursos, pero en especial las clásicas “palmetas”, que eran los propios alumnos los que les ponían curiosos nombres. Incluso, en algunas ocasiones, las aportaban ellos. Así, se modificaban conductas, o se mejoraban rendimientos escolares. Ahora, los que reciben los castigos, los maestros, en ocasiones con el mismo “ consejero “ de siempre: los padres.

Según diferentes informes, un 13 % del profesorado confiesa haber sido objeto de algún tipo de violencia; en un 20 % el porcentaje de los docentes en situación de baja médica y en un 73 % los que sufren insultos o amenazas… ¡Si no me apruebas, te voy a rajar! ¡En la calle te espero con mis colegas! ¡Ya te enterarás cuando venga mi padre a visitarte!... Estos son algunos de los ejemplos de las amenazas de los alumnos hacia sus profesores.

La violencia contra los docentes es más acusada en la ESO, que pese a los avances registrados, se “sienten solos ante el peligro“. La disciplina, las faltas de respeto y hasta las agresiones físicas, tanto de los alumnos como de los padres, son habituales y constituyen un obstáculo a veces insalvable en su quehacer diario en las aulas.

Los colegios públicos son los más conflictivos, aunque en los últimos años los privados y concertados comienzan a padecer los efectos de las conductas agresivas, que se traducen en violencia verbal y también físicas.

Los docentes también se quejan de “acoso laboral “ . Un porcentaje significativo asegura sufrir este tipo de acoso a lo largo de todo el curso, y señala a los compañeros, jefes de departamentos y cargos directivos, con lo que se convierten de víctimas a agresores, y hasta son expedientados.

El Defensor del Profesor, un servicio telefónico gratuito y permanente, es como una tabla de salvación para el profesorado, que vive en situación comprometida (indisciplina, faltas de respeto, agresiones físicas y verbales…)

Es importante destacar que este servicio telefónico, conocido como “el teléfono de la esperanza”, recibió el curso pasado 3.500 llamadas, la mitad de ellas de profesores que trabajan en la ESO; aunque se ha detectado un 34% de socorros de maestros de Primaria. Sorprendente que en este nivel, los conflictos proceden de los padres que, en un afán desmedido e ilógico de protección hacia sus hijos, someten a los docentes a situaciones de acoso, insultos, amenazas, denuncias y, en casos extremos, de agresiones.

Llama la atención -seguimos con el “teléfono de la esperanza”– que el 40 % de las llamadas que transmiten las dificultades del profesor para dar clases ¡sienten miedo de entrar en el aula ¡. Los problemas se centran en la falta de atención, de interés, esfuerzo nulo o ausencia de objetivos claros para el estudio y en la vida de los alumnos. Y el docente no puede exigir porque falta cultura del esfuerzo y la autoridad del docente no reconocida.

Para controlar todos estos desmanes, en general, en los centros se actúa así: los alumnos infractores son enviados a la Jefatura de Estudios -primer gran error, ya que se anula totalmente la autoridad del profesor- donde se registra el motivo de la falta, y por cada “envío” se le extiende un parte. Tres partes contabilizan una falta grave. Cuando se tratan de faltas graves, automáticamente actúa el Consejo Escolar, donde se le aplica la sanción correspondiente, previo estudio del caso por el Instructor nombrado al efecto. Casi siempre la sanción lleva consigo la expulsión del centro -interrupción de la escolaridad- por un número determinado de días. El tutor correspondiente se encargará que el alumno sancionado no pierda el contacto con las actividades escolares programadas durante su ausencia.

Los distintos tipos de agresiones físicas al profesor, como empujarle, darle patadas, escupirle, tirarles piedras (tizas), agarrarle por el cuello o rodearle en la calle con un grupo de amigos para intimidarle, supone una degradación, no ya física, sino moral, incalculable.

Y, como no podía ser de otra manera, las nuevas tecnologías han introducido inéditas formas de agresión. Como en los casos de los alumnos, los docentes se ven involucrados en estos hechos, y sin quererlo aparecen en chats, blogs, foros..

Es necesario conocer cuál es la actitud de los padres ante el comportamiento problemático de los hijos. Las quejas de los profesores reflejan que los conflictos se ven reforzados cuando los padres les apoyan incondicionalmente y sin indagar lo que ha sucedido, sin contrastar la versión del hijo con la del profesor. Los padres no admiten que al niño se le ponga límites y a su vez creen cualquier versión falseada que les den sus hijos.

Hace tres años, se dio a conocer la agresión sufrida por un profesor, que fue recogido en una calle de Valencia, con un traumatismo craneoencefálico grave y múltiples lesiones internas, que le hicieron entrar en coma.

El presunto autor fue un alumno de su centro, que la víctima había instruido un expediente disciplinario. Fue expulsado durante unos días, al parecer por jugar con un balón en clase. Como consecuencia de las heridas sufridas, el docente falleció.

Una situación extrema y puntual, así fue justificada por las autoridades educativas la agresión y muerte del profesor. Afortunadamente, las situaciones sufridas por ese gran porcentaje de docentes agredidos, no han tenido ese triste final.
 

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