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OPINIÓN - MIÉRCOLES, 29 DE ABRIL DE 2009

 

OPINIÓN / LAS NOTAS DEL QUIM

Gripe y comida
 


Quim Sarriá
quimsarria@elpueblodeceuta.com

 

Un día cualquiera se define como hacer las cosas de manera rutinaria, creo, sin nada extraordinario a destacar y ello incluye los paseos de ida y vuelta al colegio.

En uno de estos paseos me he encontrado con un amigo, Pepe Sanz, que anda todo revuelto, desde el pelo hasta la chaqueta.

¿Qué pasa, Pepe?

Pasa que me han despedido…

Bueno, ¿de qué me asombro? Si en España hemos batido el récord de parados del siglo.

Debajo de mi casa existe una joyería. El joyero es amigo mío y siempre anda con el ojo tapado con esa lupa de relojero. Ha escuchado la conversación con mi amigo y nos dice que eso ya es pan de cada día. En su joyería, el cliente es la excepción. Aparece de vez en cuando, pero muy de vez en cuando.

Me doy una vuelta por el hipermercado, que está al ladito mismo de mi casa, y descubro que la carne de cerdo se amontona en su congelador comercial. Nadie la compra.

Que en México se haya desatado una epidemia de gripe por culpa de unos cerdos griposos, además ocultaron la propagación del virus de la gripe porcina varias semanas, es preocupante. Que la gente vaya y venga de ese país lo es también, con un poquito más.

Pero esa enfermedad se transmite por el aire, por los escupitajos y otras cosas físicas externas… pero por comer carne de cerdo NO.

Pero como la gente, que es tan “tisquismisquis”, considera seguro atrapar la susodicha gripe por comer un trozo de carne de cerdo en cualquiera de sus variantes. Se ha vuelto musulmana.

Lo cierto es que la carne cocinada no transmite ese virus. Ni aún sin cocinar.

Una cosa que no veo claro es, puede ser que me equivoque, cuando la gente que regresa de México viene con la mascarilla pegada en la cara, tapando los conductos de respiración, y pasean con ella por todo el aeropuerto… ¿seguro que no estarán, las mascarillas, estampadas con virus de la gripe porcina?

Como se la colocan en México. Creo que no estaría de más que, antes de subir al avión, tiraran las mascarillas mejicanas en un contenedor y cuando lleguen a destino, antes de bajar del avión, les entreguen a los pasajeros y tripulantes mascarillas nuevas. De paso deberían fumigar el interior del avión.

Los bichitos encuadrados en la denominación de origen “Virus” tienen un don inquebrantable: se aferran a cualquier cosa con una tenacidad encomiable.

Hoy, por el martes, acudiré invitado a un banquete que el Ayuntamiento de Barcelona ofrece a la prensa en la caseta de Estepa, en la Feria de Abril de Barcelona.

Francesc Narváez, regidor municipal del Distrito de Sant Martí, me ha invitado expresamente, junto con mi amigo Antonio Fuentes, pero cuando me he levantado esta mañana el tiempo prometía una velada tormentosa.

Acudir al real de la Feria de Abril barcelonesa bajo un chaparrón, tirando a diluvio, no es aconsejable.

Sobre todo por el barro y la posibilidad de atrapar la gripe. No la porcina.

Iré en coche, sacrificio que hago en medio de la crisis económica mundial, pero si llueve no bajaré del vehículo ni bajo los gigantescos paraguas de la Feria. Estos paraguas no resguardan, alumbran.

Si Juan Vivas me hubiera invitado a una comida, aunque no fuera un banquete, en la Feria de Ceuta… seguro que no me habría venido a Barcelona. Y eso que aún tiene una comida pendiente conmigo. En serio.

Aquí, en Barcelona y parte del extranjero, me sobran invitaciones y no lo digo con retintín.
 

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