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OPINIÓN - DOMINGO, 3 DE MAYO DE 2009

 

OPINIÓN / SNIPER

Un puente sobre el Drina
 


José Luis Navazo
yebala06@yahoo.es

 

Me perdí este puente de mayo, entre otros menesteres más prosaicos, releyendo retazos de algunos libros costumbristas de fondo historicista con los que, en su momento, aprendí y disfruté. Junto al unamuniano “Paisajes del Alma” y “Al Sur de Granada” de Brenan, saqué de la librería la obra que encabeza esta columna, “Un puente sobre el Drina”, obra del yugoslavo (de origen bosnio) Ivo Andric que escribió azarosamente en Belgrado, escondido de los nazis, durante la II Guerra Mundial.

Premio Nóbel de Literatura en 1961, Ivo Andric nos narra a lo largo de 24 capítulos, con pluma densa pero ágil, la historia del pueblo de Visegrad (Bosnia) entre el siglo XVI y principios del XIX, levantado a orillas del río Drina y su soberbio puente de piedra como paso, muchas veces conflictivo, entre Occidente y Oriente, entre la Cristiandad y el Islam, logrando explicarnos el autor las raíces del odio y la violencia que sacuden los Balcanes. Uno de los múltiples puntos llamativos es su vívida narración del “tributo de sangre” impuesto por el Califato turco (desconozco una práctica similar sistemática por parte de ninguna potencia no musulmana): “El aga de los jenízaros, con su escolta armada, volvía a Zarigrado después de haber recogido en los pueblos de Bosnia oriental un número estipulado de niños cristianos: lo que se denominaba el ‘tributo de sangre’ (…) “Habían pasado seis años (…) por eso, esta vez la elección había sido fácil y rica: habían encontrado sin dificultades el número exigido de niños varones, sanos, inteligentes y de buen aspecto, de diez a quince años de edad, a pesar de que muchos padres hubiesen escondido a sus hijos en los bosques (…) Algunos habían llegado incluso a mutilar a sus hijos cortándoles, por ejemplo, uno de los dedos de la mano. Los niños escogidos eran transportados, en larga hilera, a lomos de caballos bosnios (…) A cierta distancia (…) se arrastraban, dispersos y jadeantes, gran número de padres y de madres de aquellos niños que les habían sido arrancados para siempre y cuyo destino habría de consistir en ser islamizados y circuncisos, en tener que olvidar su fe, su tierra y su origen y en pasar su vida en destacamentos de jenízaros o en algún servicio más importante del Imperio otomano”.

No hace falta decirles que les sugiero la lectura de cualquiera de estos tres libros, particularmente la última si quieren empezar a entender algo de lo que está ocurriendo en los Balcanes o, también, para enmarcar en su contexto el diálogo intercultural y sacudirse supuestos complejos de culpabilidad. No hay inocentes, a los que aun quedaban los masacró -cuenta la leyenda evangélica- un tal Herodes. Quizás fuera interesante que, en sus vacaciones, cayera el libro de Ivo Andric en manos del sonriente presidente de España, José Luís Rodríguez Zapatero; a lo mejor y con un poquitín de suerte, le ayudaba en su proyecto de “Diálogo de Civilizaciones”. De Granada… a Constantinopla (bueno, quería decir Estambul). Cuando nuestros vecinos del sur nos echan en cara el expansionismo cristiano y el colonialismo occidental en el Maghreb…, no estaría de más recordar que las tropas del Islam llegaron a sitiar, hasta en dos ocasiones, Viena… Por no hablar de los nostálgicamente jaleados imperios Almorávide y Almohade.
 

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