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OPINIÓN - MARTES, 5 DE MAYO DE 2009

 

OPINIÓN / EL OASIS

Querellas entre políticos
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Las querellas entre políticos del mismo partido han estado siempre a la orden del día. Cuando esas disputas intestinas son de dominio público, los políticos suelen declarar que el disentimiento entre ellos es muy saludable en todos los sentidos.

En principio, porque esas discusiones demuestran como las distintas tendencias existentes en el organismo no se resignan a decirles amén a cualquiera que trate de imponer sus postulados. A continuación no se cansan de repetir los políticos que debatir internamente sirve cual práctica para enfrentarse a los adversarios. Es decir, que es la única manera que tienen de entrenarse para cuando les llegue la hora de polemizar, o tengan que emplearse en luchas electorales, sean capaces de dar la talla.

Lo malo de tales enfrentamientos está cuando en esa lucha no juegan exclusivamente los motivos políticos, sino que se imponen también los personales. Y nos permite descubrir que hay cargos públicos del mismo color que se odian cordialmente.

Eufemismo que endulza la situación. Ya que sería tenido por brusquedad airear que Fulanito y Menganito no se pueden ver ni en pintura. O que Zutano y Perengano, ante cualquier nimiedad, tratan por todos los medios de hacerse el mayor daño posible.

El resultado es que los pueblos son frecuentemente víctimas de esas debilidades de los políticos que los gobiernan. Ejemplos destacados los hay. Uno de ellos nos lo recuerda Largo Caballero, el histórico líder que marcaría los destinos del PSOE en los años 30, hablando del odio que se tenían Alcalá-Zamora y Azaña. Lo que no sé es si lo tildaba de cordial. Ya que cito de memoria.

Aunque no hace falta ser muy listo para darse cuenta de que las desavenencias políticas y personales, cuando van cogidas de la mano, forman una mezcla explosiva y peligrosa. Ya que el encono y desprecio entre dirigentes de una misma idea o de un mismo partido, acaban por repercutir negativamente en cuanto hacen o dicen. Y, por encima, de todo, es una tragedia personal que a su vez produce fracturas irreparables en la sociedad.

En esta ciudad estamos hartos de oír, cada dos por tres, cómo van aumentando las rencillas entre miembros del gobierno presidido por Juan Vivas. Lo cual es lógico. Ya que las personas públicas que ostentan el poder son las más seguidas y hasta, si me apuran, más escudriñadas. Nadie puede negarme que esas personas están en todo momento sometidas a mucha atención para descubrirles algo que ya vislumbramos en ellas.

Vemos, por tanto, de manera imprecisa, unas situaciones que suelen producirse en todos los ámbitos. Y mucho más en la política activa, donde los participantes dependen de un poder jerarquizado, afincado en el seno del partido. Situaciones donde pululan las rencillas, las envidias, los rencores, los celos, los orgullos desmedidos, y una meta: todos los miembros, salvo excepciones, tratan de medrar. Si bien en ese empeño han de ser tan hábiles como tener la suerte de elegir bien al líder que puede facilitarles la consecución de la prosperidad ansiada.

Eso sí, mientras que Vivas y Gordillo caminen juntos, y sin odiarse cordialmente, el PP tendrá muchos años de vida exitosa. Lo cual no es obstáculo, más bien todo lo contrario, para que Gordillo pueda expresarse con claridad meridiana. Tal y como lo ha hecho en ‘Ceuta Siglo XXI’. La revista que debe usted leer cada mes.
 

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