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OPINIÓN - VIERNES, 8 DE MAYO DE 2009

 

OPINIÓN / EL OASIS

Manzanillo
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Juan Vivas se ha torcido al torcer una esquina. Y desde entonces todo le sale mal. Parece ser que la desgracia se ha cebado con él y está ya que no levanta cabeza. Así que no es extraño que pronto lo veamos llorar por calles, callejas, plazas y rincones su enorme error: el cual no es otro que haber desechado el asesoramiento de la cabeza más amueblada de esta ciudad: Juan Luis Aróstegui.

Juan Vivas, según el hombre más inteligente de esta ciudad, así me lo afirmó el secretario general de Comisiones Obreras un día, de hace ya bastantes años, ha tocado fondo. Y, aunque ha llegado al límite de una situación negativa, no se resigna. “Y se deshace en ímprobos e inútiles esfuerzos por desprenderse de una viscosa amalgama de corrupción, ineptitud, egoísmo y maldad que convierte la acción del gobierno en pura bazofia”.

Le ha faltado decir, al hombre más inteligente de esta ciudad, que él ya le advirtió a Vivas de lo peligroso que era salir a la calle sin la protección debida. Una protección que sólo él podría darle. A fin de evitarle que nada más torcer una esquina perdiera gran parte de la razón al toparse con un solar capaz de trastornarle la chaveta al más pintado. Aróstegui lo llama Revellín.

Con Aróstegui, como asesor, tampoco habría sido posible que el presidente del PP se hubiera incorporado al gobierno. A quien considera culpable de que Vivas haya embarrancado estrepitosamente. Ese sitio lo habría cubierto Juan Luis con otro asesor: José Antonio Alarcón. Y ambos habrían puesto su inteligencia y conocimientos políticos al servicio de un presidente que ahora no estaría sumido en una depresión que le agranda a cada paso un siniestro Jefe de Gabinete.

Resumiendo: que Don Quintín el amargao nos ha dicho que el presidente de la Ciudad está pasando por una gran crisis. Por menos, cualquier argentino sale deprisa y corriendo a sentarse en el diván del psicólogo que tenga más a mano. Así que no tendré más remedio que preguntarle a Mabel Deu si la moral de Vivas está tan resentida como ha propalado el muchacho que cada día se parece más morfológicamente a esos personajes sin risa que habitan en sitio donde ser español está mal visto.

Ah, se me olvidaba: Don Quintín el amargao, es decir, Aróstegui, nos ha recordado asimismo que en el encallamiento del presidente ha influido, cómo no, la confianza que éste ha depositado en los detritos del ‘gilismo’. No hace falta ser muy listo para darse cuenta de que Francisco Márquez, consejero de Hacienda, supo en su momento frenar en seco las aspiraciones de quien llegó a creerse que tenía más que chupado el convertirse en una especie de valido del presidente de la Ciudad.

Tal vez porque Márquez, en su día, se percató de algo de lo cual yo aún no tenía certeza. Me explico: el consejero de Hacienda supo ver que Aróstegui era gafe. Gafe de categoría. Vamos, de los que son conocidos por manzanillo. Y ahora estoy en condiciones de airear que es así.

-¿En qué me baso?, dice usted.

Pues que un medio local, donde se le da a Aróstegui toda la bola del mundo, ha dejado de vender lo que vendía. Por lo tanto, más le valdría a sus responsables atajar a tiempo a un gafe que produce ruina a su alrededor pero que a él, en cambio, le hace vivir espléndidamente. Y no necesita torcerse al torcer una esquina.
 

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