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OPINIÓN - MIÉRCOLES, 13 DE MAYO DE 2009

 

OPINIÓN / EL OASIS

Joselito
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Los representantes de los vecinos de las barriadas van reuniéndose con el presidente de la Ciudad para ponerle al tanto de cuáles son sus necesidades prioritarias. Que es la mejor manera de hacer estas cosas. Es decir, hablando directamente con la máxima autoridad. De modo que luego nadie pueda llamarse a engaño de lo que en esas reuniones se haya expuesto.

Al igual que el gobierno está en su perfecto derecho de airear que nunca antes se había previsto invertir tanto dinero en los barrios como ahora. Con el fin de mejorarlos en todos los aspectos. Una necesidad que no admite vuelta de hoja. Ya que el presidente cuando viaja es muy dado a pasear por la periferia de la ciudad visitada, a fin de observar detenidamente en qué estado se encuentran los barrios. Y tuerce el gesto cuando ve que el abandono sólo produce decadencia y ésta se convierte en ruina donde busca cobijo todo lo mortecino.

Pero no es del presidente de la Ciudad de lo que yo quiero hablar hoy ni tampoco de la labor que pueda estar realizando Gregorio García Castañeda. Y ni siquiera del presidente de la Federación Provincial de Asociaciones de Vecinos. Sino referirme a alguien que me ha venido a la memoria mientras leía la información acerca de la última reunión en la que Benzú ha pedido más atención en seguridad y equipamientos.

Ese alguien era Joselito: presidente de la Asociación de Vecinos de la barriada Juan Carlos I. A quien conocí a principios de los años ochenta. Cuando todo lo referente al movimiento vecinal estaba en sus balbuceos.

Joselito era un personaje singular. Y chamullaba de su barrio de manera tan primaria como convencido de que estaba en posesión de la verdad de lo que defendía. De sus escasos conocimientos, según decían, se chufleaban los de siempre. Los que se consideraban más preparados del lugar. Y a mí, que lo conocí un día por casualidad, me cayó la mar de bien y no dudé en celebrarlo cada vez que me daba la gana o se encartaba.

Un día nos desayunamos con unas declaraciones de Joselito en las que decía que estaba dispuesto a presentarse a candidato como parlamentario. Para poder hablar con todos los ministros sobre las necesidades de Ceuta. Y hacía la siguiente aclaración: Para defender a Ceuta no creo que haya que ser catedrático de nada. Era, indudablemente, su alegato contra quienes no dudaban en tomárselo a chacota. Y finalizaba de la siguiente manera: “Si fuera senador o diputado, y no me hicieran caso, se lo comunicaría al pueblo y me pondría al frente de una manifestación pidiendo mi dimisión. Lo que a mí me sobra es el sueldo de parlamentario”.

Ruda y hermosa ingenuidad la de Joselito. Que en los albores de aquella década de los ochenta aún existía. No obstante, esas manifestaciones del entonces presidente de la Asociación de Vecinos de Juan Carlos I propiciaban que, políticos destacados de esta ciudad, no dudaran en tacharle de agitador de clases bajas. Entendiendo como clases bajas las que vivían en los barrios.

Los tiempos han cambiado. Demos gracias a Dios. Y a las Asociaciones de Vecinos que han sabido crecer de manera que forman un organismo indispensable en la vida de las ciudades. Y Joselito fue pionero en semejante menester. Por lo cual he querido recordarlo.
 

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