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OPINIÓN - MIÉRCOLES, 20 DE MAYO DE 2009

 
OPINIÓN / CARTAS AL DIRECTOR

Sobre el voluntarismo de los docentes,
su escaso reconocimiento social y la nula
cobertura de responsabilidades

Por Antonio Palomo/ Secretario General Enseñanza Comisiones Obreras


Es algo tradicionalmente conocido, dentro de nuestra profesión y escasamente reconocido fuera de ella, la especial e incondicional predisposición que una gran mayoría de docentes tenemos para aceptar, en beneficio de nuestros alumn@s, todo tipo de actividades, proyectos, programas… que, suponiendo un esfuerzo adicional y una dedicación extra, puedan llevar aparejada una mejora de nuestra oferta educativa o una mejor formación y mayor motivación de nuestros chic@s. La incuestionable vitola vocacional de nuestra profesión, el innegable lujo y responsabilidad que supone trabajar con y para la formación personas, nos empuja y predispone a aceptar todo aquello que consideramos útil y conveniente para nuestro centro, sin pedir requisitos de legalidad, ni medir las consecuencias.

El elenco de actividades es ingente: viajes de estudio, visitas formativas, actos deportivos, proyectos y programas de diversa índole...... Muchas de estas actividades se realizan en horario lectivo, bajo nuestra supervisión y por personal ajeno al centro, otras en horario no lectivo .¿Hemos tenido alguna vez dudas sobre la viabilidad o cobertura legal de esas actividades o personas?.Seguramente que en más de una ocasión así habrá sido y hasta habremos consultado nuestras dudas con alguna “autoridad ministerial” que, probablemente , nos responderá con palabras tranquilizadoras, NUNCA POR ESCRITO, que nos harán sentirnos seguros y a cubierto. Nada más lejos de la realidad.

Unos sencillos ejemplos servirán para ilustrarnos .En el horario de apertura de centros en horario no lectivo de los colegios de E. Primaria, se realizan una multitud de actividades y programas- algunos de muy dudosa legalidad- bajo la supervisión de NADIE y sin NINGÚN responsable del centro. ¿Tienen obligación los profesores organizadores o el director de aumentar su jornada y “vivir” en el centro? .Obviamente, NO. Entonces ante cualquier situación conflictiva, accidente o eventualidad que suceda en ese período ¿Son responsables los profesores y , en cualquier caso, el director? . Obviamente, SI. ¿Cómo explicar esta aparente contradicción?.Es fácil y patético a la vez, esas personas ingenuas y bienintencionadas que han participado o permitido estas actividades y han buscado lo que creían mejor para su centro, han asumido unas responsabilidades que, si se produce algún problema, se verán inmersas en una maraña jurídica que , en el mejor de los casos, les cambiará la vida. Mientras tanto LA ADMINISTRACIÓN que promueve estas actividades permanecerá silente y ajena, como si con ella no fuese.

Otro ejemplo. En los centros educativos de nuestra ciudad trabajan una infinidad de personas (planes de empleo, programas de diversas instituciones….) que, en muchos casos, innegablemente colaboran y ayudan al funcionamiento del centro. Hecha esta precisión , la cuestión es la siguiente: ¿Qué administración o institución es responsable de la selección de esas personas y vela por la debida cualificación que se requiere para trabajar en un centro educativo? ¿Algún centro tiene por ESCRITO, algún documento que le certifique y se responsabilice de esos extremos? .Es obvio que no. Estamos pues ante la misma situación que en el anterior ejemplo, ante cualquier circunstancia indeseable, “los palos” a los de siempre.

En definitiva, LA ADMINISTRACIÓN propicia y promueve toda serie de proyectos y actividades que, con un mínimo coste y abusando de la vocación, predisposición y suerte del docente, vende mediáticamente “a bombo y platillo” con el objetivo final de ofrecer una brillante gestión que , en su día, se traduzca en un buen botín electoral.

Cuando, a pesar de nuestra dedicación y entrega, nos falla la SUERTE, que, justo es reconocerlo, no suele sernos esquiva en función de la cantidad de riesgo que afrontamos, el escenario es dramático para el infortunado@: las puertas antes abiertas, se cierran “a cal y canto”, los teléfonos no contestan, los promotores de las maravillosas iniciativas desaparecen, nadie está localizable…….. LA SOLEDAD se hace ominosa e insoportable. Comienza un calvario en el que sólo la familia y los compañer@s cercanos ofrecen su apoyo. Mientras tanto, el resto del colectivo, se mueve entre la indignación, la estupefacción y un irrefrenable deseo de hacer algo, pero sin saber cómo y qué . Los días transcurren, la rutina vuelve, los ánimos colectivos desfallecen y el infortunio se hace individual …… LA ADMINISTRACIÓN permanece silenciosa y agazapada, sabe que la tormenta pasará y la historia volverá a repetirse. ¿El futuro del implicado?. Daños colaterales.

No pretendo, ni por asomo, que estas líneas puedan ayudar a legitimar a los derrotistas, inmovilistas, rutinarios o desilusionados de nuestra profesión que, obviamente, también existen. Todo lo contrario, creo que el voluntarismo y altruismo inherente a la tarea educativa, es uno de nuestros mejores y exclusivos valores, que debemos a toda costa conservar, pero siempre que sea acompañado de una permanente, rotunda e irrenunciable reivindicación de ASUNCIÓN DE RESPONSABILIDADES POR ESCRITO a la institución o administración que corresponda, para que regule y legalice las referidas actuaciones. En definitiva, sigamos siendo GENEROSOS y ALTRUISTAS y dejemos, para siempre, de ser INGENUOS.
 

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