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OPINIÓN - DOMINGO, 7 DE JUNIO DE 2009

 

OPINIÓN / SNIPER

Caballos hacia la noche
 


José Luis Navazo
yebala06@yahoo.es

 

Pasé la noche del viernes oyendo la lluvia repicar, cantarina, sobre el techo mientras releía a la luz de un candil una vieja obra del escritor mallorquín Baltasar Porcel, ”Caballos hacia la Noche” (editada por Plaza y Janés), llegada a mis manos en la bella Isla de La Calma a finales de 1978 y con cuya lectura disfruté oteando, a ratos, el soberbio paisaje circundante desde la meseta de Randa.

Este año se cumple, como ya les comenté en algún momento, los 400 años de expulsión de los moriscos españoles en 1609, prolongado en el tiempo hasta 1616. El grueso de estos exiliados tomó el camino del Maghreb (más de cien mil partieron hacia Argelia, ochenta mil a Marruecos y otros tantos a Túnez, siendo acogidos con reticencias cuando no con abierta hostilidad), si bien sobre 70.000 optaron por embarcar a Francia y unos diez mil tomaron la ruta de los Balcanes, Turquía e incluso India. A la vez, las costas españolas de Andalucía y sobre todo Levante eran hostigadas por corsarios berberiscos (los cristianos también razziaban el norte de África), amparados por los moriscos locales. La flota otomana seguía siendo una amenaza, mientras la también muy católica Francia buscaba arrimar las aguas a su molino hostigando en lo posible a su hermana en religión, España. Buena parte de la citada obra del escritor mallorquín abunda, precisamente, en la temática del corso vivida en la localidad de Andratx desde el año 1690, iniciándose la acción y la historia de los Capovara y los Vadell en la mítica isla Dragonera, narrando Porcel en sus páginas “La batalla de Djidjelli (sic), un día de tramontana de 1818, con la atmósfera de una transparencia afilada, hiriente y la mar crispándose en unas olas de un verde casi blanco, de arbolado ensortijamiento, es incluso mencionada en detalle por el catalán y el francés. Hundió en esa ocasión (el comandante De Vadell), dos embarcaciones argelinas y apresó a tres, en una de las cuales iba un hijo del sultán de Constantinopla”. Novela audaz y con pasajes de subido tono erótico, pueden complementarla con el sugerente y centrado ensayo de Gregorio Marañón (Editorial Taurus, Madrid 2004): “Expulsión y diáspora de los moriscos españoles”.

Ayer por cierto los medios escritos de Ceuta, ciudad querida siempre, confundían al lector con dos diferentes interpretaciones de la sorpresiva detención por la policía española en El Tarajal del periodista marroquí Jamal Ouabhi, en busca y captura por el Juzgado de Instrucción nº 8 de Málaga. Ouabhi, al que conozco y trato desde hace ya unos cuantos años, estaría acusado según uno de los medios de robo mientras que, para el otro, el problema derivaría de un asunto de supuestas amenazas telefónicas. Estoy lejos y me faltan datos, pero el asunto huele a podrido. Esta trama oculta, bajo la superficie, más de lo que parece y no es casual; como el asunto de Nador, con el que los vecinos marroquíes ajustaron cuentas internas cargando de paso la factura a España (ni dignidad hemos tenido para decir al menos pío) mientras, unos y otros, intentan que pase el tiempo envolviendo pudorosamente el rifirafe en las brumas de la nada… Yo demando por el contrario luz y taquigrafos y que cada perro se lama su cipote. En breve y sobre el terreno, les prometo que este escribano levantará acta fiel de lo ocurrido en ambos casos. ¿Las relaciones hispano-marroquíes…? Tirando, a trompicones y más espesas que la tinta de calamar. Y en Ceuta, mangándola y dando palos al aire. ¡Uff!.
 

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