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OPINIÓN - SÁBADO, 13 DE JUNIO DE 2009

 

OPINIÓN / EL OASIS

El verbo de Florentino Pérez
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Se habla más del Madrid que del Barcelona. Por más que éste haya conseguido el triplete. No me extraña, pues, que Laporta y sus directivos estén que trinan desde que Florentino Pérez irrumpió en la escena con la faltriquera repleta de billetes y dispuesto a comprar a cualquier precio.

Florentino es un señor que anda atestado de ideas y sobrado de astucia. Aunque cuando habla es un muermo. Nunca dice nada nuevo y lo que dice suena mal por mor de ese dequeísmo que no es capaz de corregir. El ‘de que’ de Florentino, cuando el uso sintáctico de la construcción exige sólo que, es un vicio que le sienta igual, o peor, que si apareciera en público con un traje lleno de lamparones, con la boca desdentada, hurgándose las narices o bien usando el dedo meñique a modo de bastoncillo higiénico para sacarse la cera de los oídos.

Lo que no entiendo es que un empresario tan famoso, tan serio, cuya inteligencia está fuera de toda duda, tan cabal, etc, no sepa aún que su dequeísmo se lleva por delante gran parte de su capacidad de liderazgo. Cuando el presidente dice lo siguiente: “Me han propuesto ‘de que’ fiche a tal o cual jugador pero he respondido que esa es tarea de Valdano”, se está manifestando con vulgaridad apabullante.

Y la vulgaridad, según repetía Lázaro Carreter, hasta la saciedad, procede de un errado afán de distinción; y se cultiva, en general, por indoctos de corbata, y se orienta a producir apariencias de cultura, modernidad o desenfado. Y pretende efectos de distancia o apartamiento de lo común.

Y continuaba el maestro su lección magistral. “Quien, hablando o escribiendo, emplea vulgaridades (y usa a nivel de, en base a, de cara a, por ejemplo, a tontas e idiotas), cree que así queda muy bien y que exhibe una destreza expresiva a la altura de los tiempos”.

La diferencia entre vulgaridad y vulgarismo también quedaba clara para el autor de ‘El dardo en la palabra’. Los vulgarismos no responden a tales pretensiones. Y son empleados por cuantos no poseen otros recursos mejores para hablar y piensan de buena fe que es así como se habla (aunque a veces sospechen que su expresión no es correcta y sufran por ello).

Florentino Pérez, por tanto, dada su destacada condición social (por lo que significa en el mundo de los negocios y por ser el presidente del mejor club del mundo), pertenece, por derecho propio, a la especie de los vulgares. Debido a que hace uso continuamente de una preposición parásita ante la oración complementaria.

Claro que ustedes dirán que bien poco importa que el presidente del Madrid se exprese por medio de un verbo tan incorrecto, que parece más propio para chamullar de fútbol en los mercadillos, si en los negocios es un lince. Un superdotado a la hora de comprar, vender y entablar relaciones comerciales en todos los continentes. En suma: un ser superior. Butragueño dixit.

Pues bien, pese a tantas excelencias, yo creo que Florentino Pérez ha debido compartir algunos ratos libres con Valdano, el bienhablado; a fin de que éste le hubiera explicado la regla gramatical para no caer en el error, tan vulgar, del dequeísmo y también del queísmo. Porque en el Madrid han de estar los mejores en todo y por supuesto en cada sitio.
 

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