Es lectora fija de esta columna.
De manera que tiene todo el derecho del mundo a darme sus
opiniones. Ayer se me quejó de que escribo muy poco sobre
las mujeres que forman parte del equipo de Gobierno
presidido por Juan Vivas. Y, con todos mis respetos,
le respondí que no estaba de acuerdo con ella. Y me vi
obligado a decirle que se adentrara en la hemeroteca de este
espacio.
Pues así podría comprobar que entre mayo y junio he escrito
varias veces sobre las consejeras y viceconsejeras del PP. A
lo mejor no lo que mi lectora querría, pero creo que tampoco
es como para que se me tache de prestar poca atención a las
mujeres que desempeñan cargos públicos. Y es que mi
interlocutora está que trina desde que se ha enterado de que
en el ICD existe un individuo que es misógino (aclaración
para quienes no saben lo que significa este adjetivo y
evitarles que deban acudir al diccionario: “Persona que
siente aversión por las mujeres”).
Y, metidos ya en faena, nos pusimos a pegar la hebra y
salieron a relucir cómo están de ánimos las féminas que
desempeñan cargos en el Ayuntamiento. Comenzamos por
Adela Nieto, a quien le dediqué, hace nada y menos, este
espacio. Para decirle que, durante las elecciones al
Parlamento Europeo, había arriesgado cual candidata y que
ese atrevimiento le había supuesto sumar puntos en el seno
de su partido. Y aún no he tenido ocasión de charlar con la
consejera de Sanidad. A fin de que me ponga al tanto del
momento que está viviendo.
Con Mabel Deu hablé el miércoles en la plaza de la
Constitución y me dijo que estaba muy recuperada en todos
los aspectos. Y hasta me contó algo acerca de sus alifafes
que son asuntos reservados. De lo cual me alegré mucho. Ya
que Mabel es política muy válida cuando está en óptimas
condiciones físicas y psíquicas.
De Cristina Bernal puedo decir que se ha quitado un
peso de encima al dejar la gerencia del ICD. Porque en ese
sitio, al ser constantemente tratada de forma que ella se
fuera sintiendo empequeñecida y ninguneada, hubiera ido
marchitándose con celeridad. A partir de ahora, y trabajando
a la vera de Mabel Deu, volverá a sentirse bien y será una
ayuda inestimable para su compañera.
Mi lectora me pide intervenir para recordarme que suelo
dedicarle poca atención a Kissy Chandiramani. Puede
ser. Pero la última vez que la vi no tuve el menor
inconveniente en decirle que haría muy bien recordándole a
Antonio García-Gaona que la federación que preside
está obligada a hacer una auditoría. Y que no se escude en
lo bueno que era su antecesor. Pues eso tiene su nombre. Y
prefiero callármelo por ahora.
Con Carolina Pérez te diré que no hablo desde hace un
montón de años. Y, por tanto, he perdido la costumbre de
nombrarla. Me sigue mereciendo respeto la sobriedad de
Celinia de Miguel. Bueno... qué más. Pues se te olvida
nada más y nada menos que Yolanda Bel, me recuerda mi
amiga y lectora.
Con Yolanda charlé días atrás en un restaurante en el que
coincidimos. Y la vi radiante. No diré que respirara
felicidad por los cuatro costados. Pues sólo una tonta
presumiría de esa cualidad. ¿Le dijiste algo? Sí. Que su
aspecto andrógino le confiere un encanto inquietante. ¿Y?
Observé que el rubor le invadía la cara.
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