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OPINIÓN - JUEVES, 25 DE JUNIO DE 2009

 

OPINIÓN / MIS COSAS

Mis cosas
 


ADE
ade
@elpueblodeceuta.com
 

Me siento orgulloso de mí pasado, haber nacido en mi adorado Callejón del Lobo, haber pasado más rasca que un caracol en un espejo, andar con alpargatas o con aquellos zapatos de goma que te dejaban una jartá de mierda entre los dedos, que había que lavar bien con jabón y estropajo, haber andado por esos mundos de Dios, haber pertenecido desde muy niño al mundo de la farándula y haber llegado a donde he llegado por mis propios méritos sin deberle nada a nadie.

Por todo eso, cuando saco el baúl de los recuerdos, cargados de fotografías antiguas donde estoy pelado al cero, siento una enorme satisfacción y una gran alegría. Esa alegría aumenta, cuando años más tarde, me veo rodeados de las más grandes figuras del mundo artístico, de personajes importantes del mundo de la ciencia, de las letras y de la política. Dejando las grandes figuras del mundo del espectáculo a un lado, personajes de la categoría intelectual y humana, como Adolfo Suárez, Gutiérrez Mellado, Alfonso Guerra o José María Peman entre otros.

Esas fotografías, tanto las de mi primera época, como las de fechas posteriores son el orgullo de mi vida pues, sin duda alguna, son el reflejo de lo que ha sido toda mi viva. Una vida de la que me siento orgulloso y que la volvería a vivir, a pesar de todas las calamidades pasadas.

La historia de mi vida, con mis defectos y alguna que otra virtud, que alguna tengo que tener digo yo, están perfectamente reflejada en esas fotografías, en principio color sepia y más adelante, con el paso del tiempo, a todo color.

Iba pensando en eso y regocijándome en mi pensamiento, sobre esas fotografías, cuando me encontré a un amigo de los de aquella época de la alpargatas y los zapatos de goma que, Cruzados, había traído de la China e inmediatamente le paré para contarle lo de las fotografías y la que, precisamente, tenía con él pelado al cero y una pelota de trapo bajo el brazo.

Por su gesto comprendí que lo que yo pensaba le iba a alegrar, le estaba sentado mal ese recuerdo. No le entendí y le seguí insistiendo sobre el tema. Me miro fijamente y me dijo: “siempre serás igual, nunca cambiaras. Esas fotos tendrán un gran valor para ti, para mi deberían desparecer. Es más te rogaría que, cuando llegues a tu casa la partieses.

Lo siento, amigo, las fotografías son mías y no pienso partirlas no pienso partirla mientras viva.

Pues, si no tienes inconveniente, ya que no la vas a partir, ponle un papel encima o otra fotografía donde no esté yo de esa guisa.

Seguí sin entenderlo. No comprendía que aquel niño que no había sido nada, ni tan siquiera medianamente inteligente y que, hoy, por esas cosas que tiene la vida ocupase un puesto destacado gozando de una buena situación económica, sintiese vergüenza de su época de niño, cuando debería sentirse orgulloso de haber conseguido llegar a la situación que disfruta.

No le dije ni adiós, seguí mi camino, pensando que Dios le da pañuelos al que no tiene mocos y que el borrar un capitulo de su historia sólo se debe a que sigue siendo el mismo inútil de siempre.
 

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