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                     Dicen los que saben del asunto; 
					“que la política es el arte de mentir”. Sinceramente, tengo 
					que reconocer que no se si estarán en lo cierto con esa 
					definición, pero cuando el río suena agua o piedra lleva. 
					 
					Lo he dicho en infinidades de veces y lo sigo manteniendo, 
					creo en las personas, pero no creo en los políticos. Por sus 
					acciones les conoceréis y es, precisamente, por esas 
					acciones desde los puestos que ocupan que hagan en favor de 
					los pueblos por lo que creo en las personas. 
					 
					Algunos de los políticos, cuando escribo que no creo en 
					ellos como tales políticos y si como personas, se me molesta 
					e incluso me vuelven la cara cuando pasan por mi lado. Cosa 
					que me quita las ganas de comer y me hace retirarme a mis 
					aposentos, a derramar par de lágrimas en el tarro de los 
					sufrimientos. ¡Como sufro, madre!. 
					 
					Entiendo, perfectamente, que los políticos son fuente 
					inagotables de noticias pero, a la vez, también entiendo que 
					estar todos los días hablando de los políticos al personal, 
					es más aburrido que jugar un parchís a la cuatro de la 
					mañana en pleno mes de agosto. 
					 
					El político va a tratar, en cada ocasión que se encuentre 
					ante un periodista, aunque sea en una charla informal, 
					contarle lo que a él le conviene e interesa que al día 
					siguiente salga publicado en la prensa. Jamás dirá lo que el 
					periodista quiere que le diga. Es el juego del ratón y el 
					gato. 
					 
					Por eso, cuando me suelo encontrar a algún político y me 
					paro para hablar con él, nunca le pregunto sobre tal o cual 
					asunto que le atañe a su cargo. Así me evito queme cuente su 
					milonga y se marche en la creencia que me ha llevado al 
					huerto. Cosa muy difícil, porque tengo más tiros dados que 
					los patitos de la feria. La veterania, en todos los órdenes 
					de la vida, es un grado. 
					 
					Hay políticos que como personas y desde sus puestos, por la 
					gran labor que están haciendo por mí pueblo me caen una 
					jartá de bien, y así lo he escrito en varias ocasiones. 
					Entre ellos, el delegado del Gobierno, Fernández Chacón y el 
					presidente de la Ciudad, Juan Vivas. 
					 
					Eso no quiere decir que el día, que desde mi particular 
					punto de vista crea que han cometido algunos errores, en 
					algunos asuntos, me calle y no les haga ver esos errores, Lo 
					cortes no quita lo valiente. Aunque hasta estos momentos, la 
					actuación de ambas primeras autoridades de este pueblo, 
					desde mí personal e intransferible punto de vista, merecen 
					todos los elogios.  
					 
					Y eso que algunos personajillos, politiquillos de medio 
					pelo, con menos porvenir, en política, que un mono con 
					vértigo hayan tratado, por todos los medios a su alcance 
					realizarles una crítica feroz llegando, en ocasiones, al 
					insulto. Cosa esta del insulto, que no se por que razón, se 
					le consienten a este individuo. 
					 
					El insulto lo usan todos aquellos, cuya capacidad cerebral 
					es tan limitada, que se ven impotentes para saber responder 
					a determinadas cuestiones, ya que carecen de toda lógica 
					razonada y sólo les queda, como defensa de sus ataques, el 
					insulto. 
					 
					Pobres personajillos que utilizan el insulto como única 
					fuerza de crítica, ante la falta de capacidad cerebral. 
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