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cultura - LUNES, 6 DE JULIO DE 2009


Gabriel Torres, en el Gran Vía. m.z..

antropología
 

La política de la convivencia

El antropólogo Gabriel Torres prepara la publicación de su tesis, un estudio sobre las diferencias entre los “cuerpos de conocimiento” social y político de las comunidades cristiana y musulmana ceutíes
 

CEUTA
Gonzalo Testa

ceuta
@elpueblodeceuta.com

En diciembre del año pasado Gabriel Alejandro Torres, puertorriqueño afincado en Estados Unidos casi desde que le salieron los dientes, defendió con éxito en la Universidad de Nuevo México una tesis titulada ‘De la persuasión musulmana: la política de la convivencia en Ceuta’, el resultado de años “enganchado a la ciudad autónoma”, que ahora aspira a publicar en inglés y castellano.

Cuando salió de la Universidad de Maryland, donde hizo el primer grado de Antropología, carrera que competó en la de Nuevo México, Torres no consideraba Ceuta como un lugar de estudio. “Quería abordar la emigración marroquí a España, los que vienen a trabajar en la agricultura y despues regresan e incluso hice un primer viaje para ver cómo podía funcionar ese proyecto”, explica, “pero un profesor, Les Field, me habló de unos territorios españoles que había conocido en sus años de hippie: ‘Mira a ver qué hay y qué te parece’, me dijo”.

Y se animó. Llegó a Ceuta en enero de 2003 e hizo parada en la librería África Tótem y se compró tres o cuatro libros, los que encontró, de política local. “Me pareció fascinante”, recuerda con una sonrisa que demuestra su “pasión” por “la política, la filosofía política, el multiculturalismo y la democracia liberal”.

“Ceuta y Melilla son lugares únicos dentro del espacio euroamericano en términos de democracia liberal y multiculturalismo”, dice el doctor. ¿Por qué? “Porque las minorías, los proyectos políticos minoritarios para mejorar sus condiciones, no están fuera del ámbito político institucional, sino dentro, y desde hace tiempo, desde 1995, cuando llegó Mizzian. Eso es único”, resalta.

2003 fue un año especial para la política local, el bautismo electoral de UDCE. “Descubrí al partido de Mohamed Ali a través de un artículo del diario Sur que los presentaba como una formación abierta a todo el mundo”, rememora. Y su visión de la tesis que tenía por delante cambió: “Mi planteamiento, coherente como antropólogo, era un 80% del trabajo sobre la calle y un 20% sobre la política, pasó a ser un 50%-50%”, indica.

A Torres, además, le sonrió la fortuna en forma de contactos. “Para hacer etnografía de un Parlamento”, reconoce, “hay que tener suerte y poder entrar. Yo la tuve y logré entrevistar a mucha gente, a muchos políticos, a muchos ciudadanos”. A cientos gracias a la beca que la National Science Foundation, una agencia del gobierno estadounidense, le concedió para investigar esta ciudad “desde el punto de vista de la antropología cultural”.

“En esta disciplina se está con un pie en las Humanidades y con otro en las Ciencias Sociales, por lo que no se pueden formular tesis como en el laboratorio”, advierte Torres al entrar en materia sobre su tesis, 330 páginas preñadas de datos. “No somos psicólogos, no examinamos a las personas, sino que se trata de establecer los porqués de ciertas relaciones y fenómenos sociales que, a largo plazo, permiten descubrir cierta lógica local, un sentido común, que no es común a todo el mundo”, ironiza. Lo que él se empeñó en ver fue “si una ideología de la convivencia en Ceuta afectaba a la política local, cómo y por qué”.

Lo hizo claro, no como un físico ni como un matemático, sino tomando cafés y tecitos (“a menos que uno tenga una formación en la disciplina se hace muy difícil entender que lo que yo hago es trabajo”, bromea) durante 10 meses, desde el verano de 2004 hasta la primavera de 2005.

Saltemos al final para volver al principio: “Mi conclusión es que en esta ciudad hay una diferencia entre dos comunidades, la musulmana y la crisitana, términos que mantengo para entendernos porque todos sabemos que no son homogéneas”, inicia. “Los antropólogos entendemos como cultura un concepto que va abstrayendo ciertas tendencias de una población y yo lo que argumento es que el cuerpo de conocimiento de ambas colectividades difieren un poco por la historia y la actualidad de Ceuta”.

Dos formas de ver el mundo

Eso significa que, a su juicio, existe una “diferencia cultural” entre los musulmanes y los cristianos ceutíes que, “aunque compartan muchas cosas, como dónde se come buen pescadito o buen té, se distinguen en lo que al sentido de comunidad, a su forma de pensar y de ver el mundo, se refiere”.

“La de la comunidad cristiana”, prolonga sus postulados, “se extiende a la península con un interés nacionalista por razones históricas obvias, mientras que la de la musulmana es muy local”. Según Torres “la españolidad de los cristianos, cuando se les plantea, es muy de ámbito nacional e incluye la península de una forma muy fuerte. La españolidad de un musulmán es muy local, muy centrada en Ceuta, algo que tiene mucho que ver con sus experiencias, porque nace de muchos años atrás, aunque la inmensa mayoría de los inmigrantes recientes de Marruecos también la han adoptado”.

Ese sentimiento se alarga “con varios asteriscos” como el de la barriada del Príncipe Alfonso, un espacio que considera “muy interesante” porque, aunque se quedó “fuera” de su estudio “allí seguramente nos encontraríamos un sentido de comunidad distinto al de las dos grandes comunidades que probablemente se prolonga al otro lado de la frontera de una forma diferente al resto de los musulmanes ceutíes”.

¿Nacionalismo musulmán ceutí?

¿Son, entonces, los musulmanes de Ceuta, abanderados de una especie de nacionalismo caballa localista? “Un musulmán al que entrevisté, hablando de la historia, de los salvoconductos y de la Tarjeta de Identificación Estadística (TIE), me dijo que en los años setenta que si le hubieran preguntado entonces qué era él, hubiera dicho ‘soy de Ceuta”. “Eso es algo muy único”, vuelve Torres sobre la singularidad de esta ciudad, “porque no necesariamente incluye el nacionalismo español de los cristianos, tal vez por razones obvias ligadas a su vinculación tradicional al catolicismo”.

Así las cosas, desde esta perspectiva, los musulmanes de Ceuta se encuentran con que no son, o no se sienten, ni de allí ni de allá. “Queda claro que sí”, ratifica: “El grupo de musulmanes que han nacido aquí, y sus padres también, no son ni de aquí ni de allí, pero el rechazo o la incomodidad en Marruecos es más fácil de eludir volviendo a Ceuta; si ocurre en su ciudad no tienen sitio adonde ir”.

“Esa diferencia del sentido de comunidad es la que para mí explica el nacimiento del PDSC o de UDCE y lo ambiguos que a veces parecen esos partidos”, amplía con matices entre una y otra formación: “Mizzian no se sabe si es de izquierdas o de derechas, pero Mohamed Ali tiene una ideología un poquito más afinada. El suyo es un partido que atiende las necesidades de la comunidad musulmana y estratégicamente va incluyendo a toda Ceuta”.

Estrategia o interés, pero no mayor que el del resto de partidos. “Desde mi punto de vista es simplista e incluso irrespetuoso llamar a UDCE partido ‘de corte musulmán’ [“es una estrategia retórica para atraer al lector y criticar, una forma de estigmatizar”, denuncia] o decir que no se fija en los ceutíes que no son de confesión musulmana más que por interés”, destaca: “Todos los partidos atienden a las dos comunidades por interés, no se puede señalar a lo que la gente llama ‘de corte musulmán’, un término cuyo uso también es digno de análisis porque no se reproduce con los de ‘corte cristiano’”.

¿Por qué? Gabriel Torres tiene una respuesta obvia: “Porque la mayoría no tiene etnia, no tiene raza, pero es la que establece cómo describir a la minoría”.

UDCE y su incierto futuro

La evolución de UDCE como partido, especialmente en lo que a su participación institucional se refiere, acapara buena parte de la tesis doctoral: “Cuando entra en la Asamblea hace un esfuerzo muy fuerte para atender a todos y evitar ese epíteto, pero no funciona. Al principio casi el 80% de sus intervenciones aludían a todos los ceutíes, pero ese porcentaje fue bajando hasta acabar repitiéndose de forma sistemática sobre los mismos temas, casi siempre vinculados a la comunidad musulmana y a sus necesidades e intereses”.

El antropólogo, que no es más de hablarque de dictar sentencias, dice no tener muy claro por qué ocurre (“la intención política es muy difícil de diseccionar”, avisa), pero tiene su teoría: “Yo creo que lo que pasó fue que el número de intervenciones en la Asamblea que aludían a todos los ceutíes bajó precisamente por la resistencia histórica de los partidos políticos mayoritarios a a formaciones políticas como UDCE o el PDSC, que desde 1995 vio cómo se le criticaba porque ‘sólo atiende a los musulmanes”.

“Esa es una crítica política que persiste”, constata antes de poner ante el espejo a la sociedad: “Los políticos y la mayoría de la comunidad cristiana piensan que la suya es una política étnica que no se debe hacer aunque Mohamed Ali ha dicho en múltiples oportunidades que lo que es bueno para la población más marginada es bueno para toda Ceuta”. “A pesar de ello”, parece lamentar, “tanto los partidos nacionales de izquierda como de derecha no parecen de acuerdo del todo”.

“UDCE”, continúa con su análisis sobre el primer partido de la oposición en la Asamblea ceutí, “presenta una anormalidad en la democracia liberal, que se centra en el individuo”. Para justificar su apreciación alude al nacimiento de la formación como colectivo: “Hay que entender que UDCE no nace de forma accidental en Ceuta, sino de manera socialmente natural: no se unieron para hacer una ‘política musulmana’, sino que la experiencia local unió a un grupo de musulmanes ceutíes que salieron a estudiar a Granada y allí forjaron este proyecto”.

Para Torres distinguir lo que ocurre en el ámbito social de lo que sucede en el político es inviable: “Hay que tener una cosa muy clara, y lo digo como una crítica científico-social: la idea de que el multiculturalismo existe en EEUU es una cosa tonta, sin validez teórica. El multiculturalismo y el interculturalismo son términos que existen en un contexto, no tienen valor teórico. En EEUU las divisiones raciales, étnicas y lingüísticas existían antes de cualquier política que reivindicara los derechos de las minorías. Igual en Ceuta, estos partidos existen pero no dividen la ciudad. La ciudad está dividida ya, la división política surge de la sociedad. Si uno critica lo político hay que criticar también el día a día”, reivindica.

A continuación, resume: “La cultura popular en Occidente da mucho peso a la política como un ámbito aparte de la vida ordinaria, pero yo no lo veo así: la política, la economía y la estructura social están vinculadas; no se puede estar en la Asamblea sin un cuerpo de conocimiento social previo”.

Única es Ceuta y UDCE también, por su supervivencia. “En EEUU históricamente el movimiento de derechos civiles se incorporó al partido demócrata y no hay un partido que se dedique casi exclusivamente a ello”, dice antes de reconocer que “lo más interesante” que le queda es “por qué” el PSOE no ha sido capaz de aglutinar ese magma social que mantiene a UDCE, partido al que tampoco augura mucho futuro.

“Volvemos”, interpreta, “a la historia de la formación del pensamiento político local: la ideología de izquierda española tradicional afecta mucho a Ceuta. A un socialista local le mueven las injusticias de clase, la Guerra Civil... Un musulmán no va a hablar de eso, sino de cosas de Ceuta. La comunidad cristiana tiene un estandard de lo que es ser español y los musulmanes todavía no llegan. Eso queda claro desde una perspectiva amplia”, asegura antes de pronosticar la defunción de su objeto de estudio: “UDCE, y sus líderes lo saben, tendrá que unirse a un partido de izquierda o derecha, pero no se sabe qué ocurrirá entonces; eso es lo bueno del ser humano, que nos sorprende, que somos erráticos y brillantes. ¿Podría haber conflictos étnicos? Sí. ¿Podría haber una convivencia muy bonita? También. Eso sólo pueden decidirlo los ceutíes”, remacha.
 

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