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OPINIÓN - MIÉRCOLES, 8 DE JULIO DE 2009

 

OPINIÓN / EL MAESTRO

¿Jornada escolar prolongada?
 


Andrés Gómez Fernández
andresgomez@elpueblodeceuta.com

 

Con el final del curso 2008-09, el Ministerio de Educación ha propuesto a las Comunidades Autónomas que se planteen la prolongación del número de horas de la jornada escolar, con la pretensión de mejorar el rendimiento de los alumnos. Pero, conviene tener en cuenta, según el propio Ministerio, que no hay estudio que demuestre que alargar la jornada y partirla contribuya a mejorar los resultados. Si este aumento se llevara a cabo, ¿cuál sería la actitud de los maestros? Porque, a todas luces, les resultaría un inconveniente, ya que la jornada actual, continua, les supone un horario muy desahogado. ¿En cuántas horas se alargaría la jornada? Se sobreentiende que, al menos, sería de una hora. Si fuese así, ¿cuál sería la postura de los Sindicatos? Porque, obviamente, lo primero que se plantearían es la compensación económica por esa hipotética hora de más.

Haciendo un poco de historia, nos trasladamos a los años 60, donde la situación era la siguiente: una jornada partida de tres horas por la mañana (de 9 a 12), y dos horas por la tarde (de 3 a 5). Las materias instrumentales se impartían por la mañana, y el resto, por la tarde. Además, para aquellos que necesitaban recuperaciones, existían las llamadas permanencias, de una hora de duración, después de la jornada escolar. Actividad que tenía carácter oficial, ya que los alumnos con escaso poder adquisitivo se podían beneficiar de una beca. Las clases de permanencia estaban abiertas para todo el alumnado, que abonaba la cantidad de 50 Ptas., lo mismo que los becarios. Así que la jornada se podría convertir de 6 horas.

El sábado era lectivo. Su asistencia, pues, obligatoria para alumnos y maestros. La jornada era de 9 a 12 y, en su totalidad, se dedicaba a actividades religiosas: catecismo, comentarios de los Santos Evangelios… culminando con la asistencia a la Santa Misa, en la Parroquia adscrita al Colegio, y especialmente para aquellos alumnos que ya habían recibido la Primera Comunión, por lo tanto, para los de cursos superiores. También con algunos alumnos se realizaban actividades competitivas de fútbol, balonmano, baloncesto…

Ya con la llegada de la defenestrada EGB, los sábados sólo son útiles para los maestros, ya que por equipos o grupos de trabajo, la jornada se dedicaba exclusivamente a programar.

Los recortes continúan, y ya, por fin, los maestros, al igual que los alumnos, pasan a una jornada semanal de cinco días. Todavía con jornada partida.

Pero poco duraría la “alegría en la casa del pobre”, porque el Ministerio, a través de sus mentes preclaras, se inventa la llamada “exclusiva” (la sexta hora): una hora más para realizar actividades de recuperación, de formación de los maestros, de atención a los padres… Eso sí, en principio, realizada de forma muy flexible y además, remunerada.

Desde aquí, todavía con jornada partida, se pasa a la jornada continuada, de 9 a 2, por lo cual la llamada “sexta hora” se realiza en cada centro con criterios diferentes, pero siempre cumpliendo con los objetivos señalados.

Para solicitar la jornada continuada, cada centro tuvo que elaborar un proyecto que justificara su establecimiento. En principio se contemplaba que parte de ese horario se dedicara a actividades extraescolares, lo cual implicaba que, de forma flexible, los alumnos asistieran por la tarde a realizar prácticas deportivas… Se reserva una hora para la atención a las visitas de padres.

La medida de prolongar la jornada escolar no creo que beneficie a algún sector comprometido. Es posible que algunos padres la desearían, pero no por la mejora del rendimiento, sino por aquello de tener a sus hijos más controlados. Las causas del fracaso escolar no están, precisamente, en tener a los alumnos o no más tiempo en la escuela. Ya, en varias ocasiones, han sido expuestas por el que firma este documento de opinión. Sin ir más lejos, mi “Decálogo” de reciente publicación, donde no se encuentra, exactamente, la jornada prolongada.

Por otro lado, dar a conocer y comentar lo expuesto por un padre en “Cartas al Director” de un diario de gran tirada de Madrid: “Muestro mi descontento porque los alumnos suspendidos en Junio y, para evitar ciertos desvaríos, el sistema educativo permite al profesor ocultar los exámenes a los padres. De este modo, queda a voluntad de los buenos magistrales, compartir con los padres el resultado de los exámenes. En algunos casos, la participación real de los padres en el sistema educativo a la hora de la verdad, se reduce al préstamo: dejamos a los hijos, menores de edad, en manos de unos bondadosos profesores que, salvo pegar –última rémora del pasado-, pueden disponer a voluntad y sin apelación cierta, del éxito o fracaso de nuestros hijos…”.

El texto insertado, incompleto, pero suficiente para realizar el consiguiente comentario, me traslada a una situación que no conocía… ¿Cómo es posible que un padre no pueda acceder a los exámenes realizados por sus hijos? ¡Y, además, afirma que lo permite nuestro sistema educativo! No sé si el centro es público, privado o concertado. Pueden ser decisiones de los centros, pero reman en dirección contraria a la línea actual. Precisamente, lo que se pretende es conseguir la mayor implicación de la familia en el proceso educativo. Una forma más, en efecto, para evitar el fracaso escolar.
 

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