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OPINIÓN - MARTES, 14 DE JULIO DE 2009

 

OPINIÓN / EL MAESTRO

¡No es posible!
 


Andrés Gómez Fernández
andresgomez@elpueblodeceuta.com

 

Quiero establecer un Pacto de Estado en Educación! Así se pronunció hace unos días el nuevo Ministro de Educación, por lo que se considera un clamor, una necesidad, ante una situación educativa, considerada por los expertos, como la mejor noticia en mucho tiempo. Porque la problemática en nuestro país, no es de un sistema educativo, sino de diecisiete y un poco más- diecisiete autonomías y dos ciudades autónomas, aunque éstas no tengan competencias educativas-. Por otro lado hay que reconocer que se ha llegado a extremos ridículos por su excesivo localismo, ya que en pocas ocasiones, nuestras Autonomías se han saltado las normas del Estado y se han aplicado criterios y normativas que no estaban previstas ni autorizadas por las leyes.

¿Hasta cuándo para echar el freno? Veamos el despropósito de estos últimos treinta años: en 1980, en tiempos de UCD, se aprobaba la LOECE, la Ley Orgánica del Estatuto de Centros Escolares; en un segundo momento, con el PSOE, la Ley Orgánica de Reforma Universitaria (1983) y la LODE, ley orgánica de Ordenación del Derecho a la Educación (1985) y la Ley Orgánica de Ordenación General del Sistema Educativo (LOGSE, 1990). Después, llegaría en tiempos del PP, las Leyes Orgánicas de Universidades (LOU, 2001), y de Calidad de Educación (LOCE, 2002). Y con el actual Gobierno del PSOE, la Ley de la Reforma de la Ley Orgánica de Universidades (2007) y la reciente LOE, hermana gemela de la LOGSE. Cuenten y verán cuantos despropósitos en 30 años, en formas de Leyes se han promulgado.

Aunque existen grandes dificultades, al ser un objetivo primordial garantizar la libertad de los padres a la hora de elegir la educación de sus hijos, debe ser la primera premisa para el Pacto. Los padres no pueden estar al margen del Proyecto, sobre todo cuando algunos sectores de la sociedad quieren romper aún más el sistema educativo. Para llegar a establecer un Pacto, es necesario, en primer lugar, generosidad. Es un trabajo de muchos: de los padres y de los profesores, también. Y a estos, con frecuencia, se les suelen olvidar a la hora de plantear reformas educativas y, cuando se acuerdan de ellos, no les hacen caso, teniendo en cuenta que son ellos los que tienen que llevarlas a feliz término. Hace falta un diseño a largo plazo y no hacer experimentos improvisados.

Hay que tener el convencimiento de que no existe ámbito más necesitado de un Pacto de Estado, y, además, urgente, que el relativo a la educación. Una materia desde demasiados años, quizás desde el mismísimo momento de la elaboración de la Constitución de 1978, que no se ha hecho nada. Por un lado la falta de responsabilidad institucional, la bandería ideológica, el sectarismo de facción, la ausencia de generosidad de miras y, como consecuencia de todo ello, una falta de respeto a padres y alumnos situando la educación en el furgón de cola de los Estados de nuestro entorno social, económico y político, con quienes nos miramos y debemos competir. Y cada vez nos alejamos más de los objetivos fijados en Lisboa para 2010. Y la imposibilidad de nuestra clase política, incapaz de suscribir un Pacto de Estado en materia educativa.

Pero bien sabe el Sr. Ministro que esta “aventura” no la va a tener fácil, porque más allá de las palabras que tantas veces son un mar de confusiones de las intenciones, no todos en su propio partido, ni todos en el PP van a apoyar un Pacto que tendrán enfrente a los nacionalistas, en cuanto se toque –y será inevitable-, lo que han consolidado como privilegios irrenunciables, en la actualidad, la nueva Ley de Educación de Cataluña, que anula por completo al español, el idioma de todos los españoles.

Es conveniente resolver las desavenencias provocadas por la aplicación de la LOE, la misma LOGSE, corregida y aumentada, y por el polémico contenido de algunas asignaturas, como es el caso de la Educación para la Ciudadanía.

El Informe Pisa y los pobres resultados obtenidos por un país con el desarrollo económico de España –en estos momentos en crisis- por las pruebas que determinadas comunidades autónomas por el nivel que se obtiene en los exámenes de Selectividad -en estos momentos ligeramente mejorados- y los índices de fracaso y abandono escolar, son suficientes muestras para, al menos, convocar el Pacto.

El progreso no sólo lo tenemos que medir en términos económicos, sino también en desarrollo educativo y cultural. Una sociedad más formada también será capaz de conseguir mayores cotas en los índices económicos, pero también de ser capaz de formar una sociedad más justa, equitativa y sostenible.

Una reforma educativa debe pensar en los medios y en las personas. ¿Cómo superar las situaciones de abandono de los cursos, la violencia en clase, la profunda crisis de no pocos profesores/maestros, la minusvaloración de los estudios, la obsesión por el dinero fácil, la utilización de la política de la enseñanza…? Una situación caótica, de soluciones imposibles. Por lo tanto, que por convocar que no quede, pero bajo mi modesta opinión, está condenado al fracaso, antes de su inicio.

El grupo de personalidades que ya se han atrevido a colaborar, así lo dejan entrever, por las dificultades expuestas en esta página. Y no es pesimismo, sino el análisis de unas realidades, que quedan al descubierto en nuestro país. Y una vez más, ¿Por qué en Finlandia, por ejemplo, no se producen esas situaciones negativas? La solución no es otra que su sistema educativo no se mueve. Se retoca lo necesario y preciso, según los avances de la propia sociedad. No hay intereses partidistas. Cuando hay un cambio de gobierno, no se cambian básicamente las leyes. Aquí, sí que hay un verdadero pacto.
 

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