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OPINIÓN - MARTES, 14 DE JULIO DE 2009

 

OPINIÓN / LAS NOTAS DEL QUIM

¡Qué susto!
 


Quim Sarriá
quimsarria@elpueblodeceuta.com

 

Estoy en mi casita, sano y salvo, tras una peripecia de desplazamiento masivo.

Todos Vds. vieron lo que pasó en los sanfermines pamplonicas a través de las imágenes proyectadas en TDT.

Solo pude ver directamente una carrera, la del viernes, bien ubicado y con unas vistas que ya la quisieran los que pagan 150 euros por alquilar un balcón.

Primer tramo de 280 metros hasta el Ayuntamiento, considerado el más peligroso porque en sus últimos metros no existen refugio alguno en que retirarse los corredores. Es el tramo donde más rápido corren los toros. Es la cuesta de Santo Domingo.

El giro que hacen los toros hacia la izquierda para entrar en la calle Mercaderes no es peligroso, el auténtico peligro está en el siguiente giro, a la derecha para entrar en la calle Estafeta. Justo, en la esquina de la calle Chapitela tengo mi punto de avistamiento.

Imposible moverse hasta mucho después del paso de los toros. Las calles están intransitables, llenas de gente que no conceden respiros.

Miles de personas entierran sus prejuicios y se divierten lo máximo. Alguna que otra chica muestra generosamente la parte superior del cuerpo sin nada que lo tape con los “medios melones al aire”.

Risas por doquier, cantos a voz en grito mientras un grupo de chicas lloran la muerte de un joven ante la imagen de San Fermín, encerrado en su hornacina y con cara de no saber nada, con cara de santo inocente. Entretanto las bebidas espirituosas inundan las calles.

No narraré las fiestas porque de sobra están narradas en todos los medios de comunicación.

El sábado regresé a media tarde. Dos días con la adrenalina ajena volando por el entorno de uno cansan demasiado. Además el abuso en los precios de los servicios es equiparable a la más brutal especulación… ¿dónde se ha visto que una cerveza cueste siete euros?

A lo largo y ancho, mejor dicho estrecho, de mi estancia sólo me he llevado un susto. Tremendo. Un mozalbete asomó a la vuelta de la esquina de una de las calles una cabeza de toro. Ver unos cuernos a escasos centímetros del rostro de uno le para el corazón. La bronca que se ganó el mozo portador de la cabeza encuernada fue de órdago.

Supongan Vds. que se encuentran, fuera del recorrido, con un astado de unos seiscientos kilos. Entra en la UVI mucho antes de que le toque.

Menos mal que fue una broma, pesadísima pero broma.

Me entero de que uno de los mozos ha muerto por las heridas sufridas por asta de toro. No me extraña. Podían haber sido más. La locura de correr entre toros bravos de quinientos para arriba sólo ocurre en Pamplona. Otra cosa sería si el animal fuera una vaquilla.

Tocar la punta de uno de los pitones de un miura produce escalofríos casi mortales.

Aunque se debe meditar sobre estas fiestas, pero compensándolo con tantas cosas que ocurren en el mundo de manera voluntaria donde la sangre corre a borbotones. Dejarse la vida subiendo a unos 8.000, conduciendo un F-1 o una moto GP a tope, romperse el cuello cayendo de una torre de castellers, etc., resulta a ser lo mismo. No hablemos de los muertos cada fin de semana.

De todo lo que ha pasado en estos dos días por tierras navarras, sólo me entristece la conducta de muchos conductores que muestran claramente la nula educación que tienen y que los enmarco dentro del catálogo de mentes criminales. Son aquellos conductores que no utilizan los intermitentes de sus coches para nada. Les deberían retirar indefinidamente el permiso de conducir. Son peores que los toros de San Fermin, al menos éstos son nobles.

El santo navarro, tal vez, me haya salvado por los pelos de entrar en las estadísticas de muertos por accidente de tráfico los fines de semana. Ocurre que estaba adelantando a algunos coches, por la autopista, cuando de pronto uno se coloca, sin previo aviso, delante. Frenazo, patinazo y susto de muerte, todo en uno. Los que venían detrás también se llevaron lo suyo. No hubo otras consecuencias.
 

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