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OPINIÓN - VIERNES, 24 DE JULIO DE 2009

 

OPINIÓN / EL OASIS

Juan García
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Lo conocí cuando era director de una escuela en la que una niña enfermó de leucemia y ésta nos dio a todos una lección de estoicidad. Por lo que pude averiguar, aquella niña había nacido especial, pero aun así estaba destinada a vivir poco. En ocasiones, todavía me parece distinguir sus facciones. Las de una criatura cuya corta existencia sirvió para dejar huella indeleble entre quienes la tratamos.

De aquel tiempo, pues, datan mis relaciones con Juan García. Ya que él vivió intensamente la enfermedad de su alumna y a mí me tocó seguir un proceso cuyo final estaba cantado. Me consta que aquel hecho, tan sumamente desgraciado, le afectó muchísimo. Tal es así que una vez traté de recordarlo y comprendí rápidamente que estaba hurgando en una herida que tenía las trazas de no cerrarse nunca. De modo que cambié de tercio en un santiamén.

Hubo una época, no sé si porque Juan se había prejubilado, que él y yo coincidíamos todos los días caminando por la que llaman Carretera Nueva. Él iba con su perro, Gordo de nombre, que nada más verme me hacía todas las fiestas del mundo. Gordo es un Golden Retriever. Con lo cual sobra que les diga la bondad que derrocha y la compañía que ofrece a su dueño.

Juan y Gordo formaban –y siguen formando- la mejor imagen para que quienes aman a los perros perciban, inmediatamente, las causas por las que esa sintonía se produce. Esa imagen fue la que a mí me animó a decir un día que me gustaría disfrutar de la compañía de un labrador, y me cogieron la palabra.

Ocurrió hace cuatro años, los cuatro que Gordo ha sumado a los que ya tenía. O sea, que se ha hecho mayor. Y, claro, los achaques han ido apareciendo y su caminar ha ido perdiendo ese vigor que sacaba a relucir cuando otrora caminaba a la vera de su amigo. Pero Gordo jamás se sentirá viejo, mientras Juan siga mimándolo de la manera que lo hace...

Días atrás, como tantas otras veces, Juan y yo nos paramos a charlar. Y la conversación, en principio, se basó en cómo estaba mi amigo Gordo. Y me contó que estaba veraneando en Fuengirola. Y me puso al tanto de sus dolencias reumáticas. Y de las pastillas que toma para fortalecer sus extremidades. Y él a su vez quiso saber cómo estaba Oasis, mi labrador. Y allá que nos metimos en una conversación que a muchas personas les haría pensar que nosotros no estamos muy bien del tejado. Y hasta puede que cosas peores. Pero Gordo y Oasis nos ofrecen a Juan y a mí momentos que nosotros apreciamos en todo su valor. Sí, ya sé que algunos de ustedes podrán exclamar la frase tan manida de que hay gente pa´tó. Pero que más da. Nadie es perfecto.

Juan García es, además, lector de este periódico. Y siempre me ha dicho que él prefiere leer ‘El Pueblo de Ceuta’ de papel, antes que hacerlo en internet. Pues le encanta tener entre las manos la prensa escrita. Y me ha contado, en esta ocasión, que lo ha venido haciendo incluso cuando pasa cierto tiempo en Fuengirola.

Eso sí, hasta hace pocos días. Ya que la Papelería Inca, donde se lo reservaban, ha dejado de recibirlo por no sé qué motivo de distribuidora. Y como él hay otros ceutíes, lectores también de nuestro medio.

Así que lo escribo para que el gerente, Ángel Muñoz, trate de solucionar el problema. Que siempre será más fácil que devolverle a Gordo la vitalidad de su juventud.
 

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