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OPINIÓN - SÁBADO, 1 DE AGOSTO DE 2009

 

OPINIÓN / ESPAÑA CAÑÍ

Lo advertí, la Ley del Menor nació bucólica y pastoril
 


Nuria Van Den Berghe
nuriavandenberghe
@elpueblodeceuta.com
 

Evidencias constan en las hemerotecas de las acerbas críticas que muchos formulamos contra la Ley del Menor. Y quienes protestamos no fuimos, ni los buenistas, ni los profesionales de la buena conciencia, ni la progresía almibarada, ni los políticamente intachables (ser políticamente intachable es más fino que ser políticamente correctos). En absoluto. Quienes echamos las túrdigas por la boca, viéndolas venir y llenos de aprensión, fuimos muchos profesionales directa o indirectamente vinculados , por mor del oficio, con el sórdido submundo de la delincuencia juvenil.

Ni puto caso. Los peperos gobernantes en aquel entonces, eran tan paternalistas con los jóvenes criminales, tan bucólicos presuponiendo que, los “menores”, todos los “menores” delincuentes, por horribles que fueran sus actos, “merecían” ser acunados y mimados en el regazo de Papá-Estado y convencidos para “ser buenos”… Es decir, que no se trataba de castigar al delincuente, para hacerle responsable de sus acciones, sino de tratar a auténticas fieras como si fueran niños de teta. Muchos dijimos que, ni era la forma, ni iba a dar resultado, que la sensación de impunidad de esos tiparracos iba a duplicar el número de hechos delictivos y que, la disciplina carcelaria, en un Módulo de Menores, a partir de los dieciséis años, era más eficaz y obtenía mejores resultados que los Centros de Menores, ex reformatorios diseñados con azúcar y con más pamplinerías que la casita de la Barbie.

Los agoreros tuvimos razón. Por mucho que, en aquel entonces nos tacharan de crueles y de retrógrados, amén de escasamente proclives a la reeducación de los criminales. Respondimos que, en la mayor parte de los casos y de las causas, el problema no era “reeducar” sino tratar de curar, porque estábamos ante auténticos psicópatas, sociópatas y enfermos mentales, que no ante descarriadas ovejillas del buen Dios. De hecho, en mis treinta años de briega con el Derecho Penal, puedo afirmar que, de los numerosos temas de jóvenes de menos de dieciocho años en los que he actuado como defensa o como acusación particular, estimo, sin temor a equivocarme que, no menos del ochenta y cinco por ciento de los que cometían delitos graves eran, antes que delincuentes, auténticos enfermos mentales sin diagnosticar y, por supuesto, sin tratar. Peligrosos. Para ellos mismos y para los demás.

Pero, lógicamente, en esta España que se mueve a fuerza de encuestas y donde, los políticos no son técnicos, sino enchufados y amiguetes de fulanito o de menganito, en esta Patria, a veces tan cruel y despiadada con los suyos, tan hipócrita en sus denodados deseos de “quedar bien” el tema perentorio de que se necesitan y se han venido necesitando de manera urgente centros psiquiátricos cerrados para atender, controlar, tratar e intentar curar a los jóvenes delincuentes con patologías mentales, “ese asunto” ni interesa ni creen que resulte rentable en las urnas.

Así, en su momento, los dineros de los padres y de las madres de España se fueron para construirle un aeropuerto al Arafat. ¡Quedamos de bien! ¡Hay que ver lo dadivosos que somos! Claro, luego llegaron los samuelitos, lanzaron siete chupinazos y el aeropuerto que estaba construido con el sudor de los españoles, se fue a tomar por el culo. Y los padres y las madres suspiramos pensando, que si nos salía, si nos sale, un hijo malo y loco, no hay donde curarle, ni el Estado va a echar cuentas de él. Porque los chorizos, los gamberros, los criminales y los delincuentes, no suelen guardar la fila para ir a votar en domingo, máxime cuando la noche del sábado la han pasado bien de botellón, porro y “pasti” bien haciendo maldades.

Hoy los espíritus puros se rasgan el polo falso de Tommy Hilfiguer comprado a un moreno, porque existen “menores” depredadores sexuales capaces de la máxima crueldad, sí, precisamente de la generación amamantada con derechos, libertades, buenismo y Educación para la Ciudadanía. Aunque, al tiempo, nuestro Zetapé viaja a la tierra del muchimillonario Berlusconi y se compromete a regalarle un saco de cientos de miles de euros para que restauren un monumento en l´Aquila construido por nuestros antepasados. ¡Qué elegancia! ¡Que desparrame de dineros! ¡Eso es tener clase! Los psiquiátricos para los más jóvenes pueden esperar y reformar la Ley, ese clamor, es un tostonazo. De todas maneras, ningún “menor” va atacar a los Poderosos, a esos les pagamos coches blindados y escoltas.
 

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