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sociedad - DOMINGO, 23 DE AGOSTO DE 2009


El fotógrafo Jorge Arbona. l.s.

entrevista / Un fotógrafo con tradición
 

Arbona: «Hacía falta
tener mucha técnica»

Tres siglos diferentes han visto el paso de las
cinco generaciones de la familia Arbona que se han dedicado a la fotografía en Ceuta
 

CEUTA
J. Losan

ceuta
@elpueblodeceuta.com

Jorge Javier Arbona, fotógrafo desde su niñez, es la sexta generación de una familia que comenzó la actividad del retrato en 1875. Seis generaciones y tres siglos distintos de historia de una saga de profesionales de la imagen con secretos y trucos que hoy se revelan. Desde el cielo, los padres de Jorge se habrán sentido orgullosos de que su hijo, un Arbona, fuera el fotógrafo oficial de la visita que los Reyes de España realizaron a Ceuta. En la fotografía, ha hecho de todo: desde montar los negativos en las placas en sus primeros años hasta ponerse al frente del estudio en la actualidad. Todavía guarda como una reliquia la primera máquina que se compró: una Kodad Instamatic. A ella se unen muchas más.

Pregunta.- ¿Con qué edad comienza usted en el mundo de la fotografía?

Respuesta.- Con unos quince años. Ya hace treinta y cinco desde entonces. Lo hice como el niño, el que va a por los mandados, entregaba fotos, iba por los otros estudios repartiendo el trabajo.

P.- ¿Qué recuerda de aquel entonces?


R.- Fue una época muy bonita. Estaban Foto Calatayud, Foto Encomienda, Foto Rubio, Ulzurrun, Foto Ceuta, García Cortés... Recuerdo que mi padre me decía que fuera a alguno de estos estudios para recoger trabajos o productos para los reveladores. Yo entraba allí y recuerdo que había muchas fotos de los soldados y montajes como el soldado en un lado y la novia en el otro y una paloma en medio, oficiales vestidos con ropas imperiales... Me impresionaba mucho entrar y ver esas cortinas tan antiguas y los fondos para los retratos. Cuando me veían, me decían Arbona pasa para dentro. Me metía en los cuartos de revelar con la luz roja y ese olor de ácido acético y las cubetas con reveladores y veía cómo hacían ese trabajo. Y entonces me daban los encargos y me mandaban para otro estudio. Todo era muy añejo y de aquella época ya no existe casi nadie. Tuve la suerte de llegar a conocerlos.

P.- Parecen muy buenos recuerdos. ¿Le gustaba aquella época?


R.- Los retratos se hacían con máquinas de fotografiar que utilizaban placas que iban montadas en un chasis de madera. Cada foto que se hacía necesitaba una placa nueva, por lo que ‘el niño’ esperaba que se hiciera la foto para recoger la placa, pasar a un cuarto oscuro, abrir el chasis, sacar la placa usada y reponer una nueva para que el trabajo continuara. El maestro volvía a disparar y se tenía que repetir todo el proceso de nuevo. Cada foto, un viaje al cuarto oscuro.

P.- Pero no todo el trabajo se realizaba en el estudio. ¿Qué pasaba cuando era en exteriores?


R.- Recuerdo que como las máquinas portátiles no tenían foco, mi padre llevaba una cuerda que medía un metro y medio, que era la distancia mínima a la que se podía apretar el disparador con garantías de obtener una buena instantánea. Si se trataba de una boda, por ejemplo, allí estaba el niño que colocaba un extremo de la cuerda en la nariz del novio y al otro se ponía mi padre para hacer las fotos. Imagínese cada vez que se cambiaba la pose y de nuevo el sistema de la cuerda.

P.- ¿En un estudio de aquella época también revelaban para la calle?


R.- Sí, pero solamente los carretes de blanco y negro. Por aquellos años, se solían recibir carretes de Tetuán para su revelado, y en grupos numerosos. Para que diera tiempo a su secado y poder seguir trabajando, siempre había por allí un grupo de muchachos de la calle Duarte dispuestos a ayudar previa propina. En un palo se colgaban varios carretes ya revelados para que se secaran con un sistema muy peculiar: los niños se ponían a correr con los carretes al viento, con lo que en pocos minutos y en algunas carreras hasta la Plaza de los Reyes y vuelta, las películas quedaban perfectamente secas. Bueno, si hacía levante, había que correr un poco más. Así, con los negativos secos ya se podía plasmar la imagen en el papel con la reveladora y poder cumplir los plazos de entrega a la mañana siguiente. Eso y quedándose el personal hasta la madrugada realizando los trabajos.

P.- ¿Qué otras cosas recuerda?


R.- Tengo grabada la imagen de una persona, Paco, que venía todos los días con garrafas de agua para rellenar el depósito del estudio. Era una época en la que la distribución del agua potable tenía algunas dificultades, y el agua era imprescindible para poder trabajar la fotografía.

P.- ¿Cuando pasa de ser el niño y comienza a hacer fotos?


R.- Fue con mi tío Choni. Él hacía fotos en el campo de fútbol del 54, iba todos los sábados y yo comencé a acompañarle. Y ya empecé a hacer mis trabajitos. Con diecisiete años de edad ya estaba yo haciendo mis cosas. En aquella época, mi padre era el fotógrafo; dentro del estudio estaba luego un retocador, también había un laboratorio y un taller. Yo fui pasando por cada una de esas dependencias realizando mi aprendizaje.

P.- Es cierto que hablamos de otra época, de otros métodos y otros medios. ¿Cómo se hacían las fotografías?


R.- Empezando por aquella máquina de placas, las luces, con otra potencia muy inferior a la actual, y que una vez disparado el obturador ya no se veía el resultado hasta horas después, hacía falta mucha técnica. No es como ahora con las máquinas digitales que se ve la foto inmediatamente y se puede repetir si no ha salido bien. Antes, foto que se hacía, se tenía que clavar el resultado. Los materiales eran bastante caros y no se podía derrochar. También me impresiona mucho de aquella época los trucos que se utilizaban para recuperar algunos negativos que no habían salido en condiciones. Por ejemplo, si una foto salía falta de luz, en el revelado se ponía un papel de seda blanco como filtro y ganaba en luminosidad. Si una placa se rayaba, se iba al monte a por resina de pino y con disolvente se hacía una gelatina que se aplicaba a la placa y se solucionaba el problema. Era todo muy artesanal. Hoy dependemos mucho de la tecnología.

P.- Todo ha avanzado mucho, pero antes, quien quería un retrato tenía que ir a un estudio.


R.- Sí, no había otro método.

P.- ¿Y la BBC (bodas, bautizos, comuniones...), ha hecho muchas?


R.- No lo sé. Imposible de calcular ahora mismo. Son treinta y cinco años de trabajo. He hecho de todo. Siempre estuve al lado de mi padre haciendo fotos. Como él, no había nadie en Ceuta, con ese arte para colocar a las personas, mover las luces... De él aprendí mucho en ese aspecto, encuadres, iluminación... Había que tener mucha práctica y ser muy observador para hacer buenas fotografías. Hoy no ocurre eso porque dependemos mucho de la tecnología. Si tienes buen equipo, harás buenas fotos, si el equipo no lo es tanto, el resultado será inferior.

P.- ¿Cualquier aficionado con una cámara buenecita podría decirse que es fotógrafo?


R.- No es lo mismo ser fotógrafo que hacer fotografías. Está claro. Por ejemplo, en Semana Santa vemos muchas cámaras en la calle retratando los pasos y disparando el flash, pero un flash no llega más allá de un metro o metro y medio de distancia.

P.- ¿Cuál ha sido su formación?

R.- En realidad esta profesión te obliga a estar en permanente preparación. Yo he realizado cursos, por ejemplo en Martínez Iglesias de Sevilla. Procuro asistir todos los años a SONIMAG, a congresos de fotografías y tengo revistas sobre esta materia que se complementa con Internet, ya que hay direcciones específicas sobre la fotografía.

P.- ¿Cuál sería la principal diferencia respecto a la fotografía en sistema digital?


R.- Por ejemplo la cantidad de imágenes que se pueden hacer. Antes, si tenía una boda, necesitaba llevar los carretes que fuera a utilizar. En una cámara digital puedes poner una tarjeta de memoria de varias gigas de capacidad y hacer miles de fotos sin problema. Antes, si ibas a hacer fotos en exterior, tenías que cargar un carrete apropiado; también había que tener mucho en cuenta la sensibilidad de la película. Ahora se puede simular cualquier sensibilidad en las digitales, aunque creo que se ofrece tanta información y tantas posibilidades de variación que mucha gente se hace un lío y terminan utilizando el sistema automático. Una ventaja es que puedes hacer varias fotos de lo mismo. Por ejemplo, si se trata de retratar un grupo de personas, se pueden disparar cuatro o cinco veces porque siempre pilla alguien con los ojos cerrados. Antes, con carrete nunca más de dos y rezar porque hubiera suerte.

P.- ¿Se llega a ser esclavo de la tecnología?

R.- Diría que sí, porque tenemos que estar siempre a la última. Por ejemplo, hay que renovar el equipo y gastar grandes cantidades de dinero con el problema que tiene la evolución porque a los pocos meses han salido más y mejores máquinas y las que habías comprado no valen ni la mitad que te costaron. Además, por poner un ejemplo, hasta los teléfonos móviles están llegando a tener cámaras de fotografía de alta calidad, y encima también hace vídeos.

P.- Usted también se ha dedicado a la realización de reportajes en video, ¿no?

R.- Sí, y además fuimos los primeros en hacer los videos profesionales en Ceuta. El primer contrato que firmó el Ayuntamiento para un reportaje de video fue con Arbona y consistió en grabar algunas ferias de los años setenta. Posteriormente rodamos en los carnavales que se desarrollaron en la carpa que había en la explanada del Revellín, y con dos cámaras, que en aquella época era muy adelantado. También hicimos los festivales flamencos que organizaba la Tertulia Flamenca. Con esto ha pasado lo mismo que con las cámaritas digitales. Todo el mundo tiene cámara de video, pero, menos mal que cuando hay una boda sí quieren que el reportaje se lo haga un profesional.

P.- ¿Cómo está la cosa ahora?


R.- Bueno, en la actualidad nos encontramos en el edificio Ceuta Center, después de haber tenido estudios en la calle Duarte, en Mendoza, en teniente coronel Gautier, en Tetuán...

P.- ¿Algún recuerdo especial de calle Duarte?

R.- Muchos, y no puedo volver a pasar por allí porque me da mucha pena. Se me agolpan muchos recuerdos, muchas historias. Es muy grande.

P.- ¿Alguna foto curiosa, rara, extraña...?

R.- Tengo fotos de Tobalo, de África ‘la macho’, de Pedro ‘el orejas’... Tengo fotos muy buenas. Cualquier día doy una sorpresa y monto una exposición. Lo que pasa es que con los medios modernos, se pueden copiar de mil maneras y se me irían de las manos. Tengo cosas muy bonitas.

P.- A la hora de mirar fotografías antiguas es como se descubre el nivel de cambio que ha sufrido la ciudad, cómo han variado las calles, los edificios, los tendidos eléctricos...


R.- Es exagerado lo que ha cambiado la ciudad en los últimos quince años. Hoy tenemos unas calles más limpias, somos una ciudad muy europea. Ya no se ven esos cables por las fachadas de las casas. Yo valoro mucho los detalles antes de hacer las fotos y veo que está todo muy limpio, Ceuta está muy bien.

P.- ¿Cuál fue su primera cámara?

R.- La tengo aquí, una Kodak que utilizaba carretes que venían en un cartucho de 126 y el flash era de usar y tirar en un dado de cuatro disparos. Una Kodak Instamatic que compré en Casa Ros. Es preciosa. Me duró un mes porque empezaron a venir otras novedades y pasé a las reflex. Mi padre siempre tuvo mucha fe en mí. Yo me compraba mis maquinitas y aprendía nuevas cosas. Otras que tuve fueron una Mamiya con carretes de 120. También tuve una Pentax que me robaron del coche en un descuido.

P.- ¿El boom digital les ha quitado trabajo?

R.- Aunque parezca lo contrario, no. A los fotógrafos no nos ha quitado trabajo, pero no pasa lo mismo con los laboratorios de revelado. Allí si se resienten de la falta de clientes. Hace pocos días me llegaron dos jovencitas preguntando por el precio de revelado. Les contesté que cuestan dieciocho céntimos la copia y me dijeron que querían dos copias y traían un CD con más de mil fotos. Tardé una eternidad en encontrar las que querían. Antes, cuando se revelaban los carretes, entraba dinero; cada carrete, mil pesetas. Ahora, con el digital, se elige mejor la foto y se las pasan por correo electrónico. También hay que destacar que se está perdiendo la foto en papel. Salvo para celebraciones como bodas y las fotografías de carné, el resto no se revela en papel.

P.- Pero no negará que ahora cualquiera saca fotos y videos.

R.- Bueno, es verdad que si estamos realizando un reportaje de un bautizo o una boda, nos damos la vuelta y vemos a todo el mundo con cámara en ristre. Da hasta miedo mirar para atrás. Hasta niños chicos sacando fotos, es impresionante. Si en otra ocasión estoy haciendo una foto de grupo, hay hasta quien me pide que me quite de en medio.

P.- Yo he visto esta misma semana un comercio ceutí que ofrece el atractivo de una cámara digital por un euro si se hace una compra de determinados productos de la misma marca.


R.- Cada marca busca ya la fidelidad de los clientes y procura ampliar los accesorios con el fin de que se dependa de ellos. Hay cámaras que ofrecen impresoras para las fotografías. Además, en muchas ciudades existen máquinas que revelan directamente desde un soporte digital. Se echan las monedas que haga falta y se tienen las copias pedidas.

P.- ¿A dónde llegará todo?


R.- Pues no tengo ni idea. Gracias a Dios tengo un puesto eventual en el Ayuntamiento y eso me da de comer. Se ha portado muy bien conmigo Juan Vivas. Estoy trabajando mucho haciendo reportajes gráficos de toda la ciudad. Antes, cuando había en Ceuta tantos soldados, abríamos el estudio por la tarde y a las siete se llenaba. Ese tiempo se fue. Además, dentro de los reemplazos solían venir también algunos que eran fotógrafos en la vida civil y alguno se quedaba en el estudio ayudando. Venía gente muy buena. Ahora mismo es como si fuéramos un barco de vela en medio del mar con calma chicha, que no sabemos en qué sentido navegará.

P.- En todos estos años, ¿han obtenido algún premio?


R.- Aunque parezca mentira, desde el año 1875 que comenzó el estudio, nunca. Nos hemos dedicado a trabajar y no hemos tenido tiempo de concursar o buscar premios.

Pocas empresas en Ceuta pueden contar con tanta historia, manteniendo la actividad durante más de un siglo de forma continuada.
 

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