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sociedad - DOMINGO, 30 DE AGOSTO DE 2009


Samira y su hijo, Ito. l.s.

entrevista / Una mujer con muchas ganas de vivir
 

Samira: «Hace falta
mucho apoyo y cariño»

Aunque hubo momentos en que
pensó que era mejor morir, sacó
fuerzas para superar el dolor y la desesperación del cáncer que padecía.
 

CEUTA
J. Losan

ceuta
@elpueblodeceuta.com

Samira, a los 28 años tuvo que enfrentarse a la prueba más dura que la vida pone por delante a una madre. Su hijo Ito, de once años, tenía un tumor cerebral que hacía peligrar su vida. Pero había más, a los pocos meses le diagnostican a ella un cáncer muy agresivo y le daban seis meses de vida. Llena de coraje luchó por sobrevivir y por sacar adelante a Ito. Años después, los dos siguen aquí, ambos superaron sus dificultades y continúan en una lucha constante por conseguir vivir felices. En esta entrevista, y la que viene a continuación, conoceremos estas dos historias unidas por lazos de familia y más aún por una lucha titánica contra una enfermedad donde la muerte rondaba a su alrededor.

Pregunta.- ¿Qué tipo de enfermedad ha tenido? ¿Cuál ha sido su modalidad de cáncer?

Respuesta.- Un carcinoma de cavum, de las cavidades nasales, un tumor maligno agresivo que podía hacer metástasis si no se trataba a tiempo. Gracias a Dios se diagnosticó a tiempo, pero he pasado muchos problemas, tratamientos muy fuertes y agresivos. Me daban seis meses de vida y ya han pasado cinco años. Además, mi hijo también padeció un tumor cerebral y coincidimos los dos en el tiempo de tratamiento. Es una cosa muy dura para una madre, para toda la familia. Por fortuna, hemos tenido siempre el apoyo y la ayuda de mi marido, hermanas, madre, suegra; todos han estado ahí con nosotros. También los miembros de la Asociación Española Contra el Cáncer. En esos momentos se necesita mucho apoyo y mucho amor y cariño. Ahora que estoy mucho mejor, también me dedico a ayudar a los demás.

P.- Ha comentado que han pasado ya cinco años. ¿Con qué edad le diagnosticaron esta enfermedad?


R.- Tenía veintiocho años. Los cumplo en el mes de noviembre y fue un día antes de mi cumpleaños cuando me salieron inflamaciones en dos ganglios. Yo era una persona muy fuerte, pesaba 130 kilos, y estaba acompañando en el tratamiento a mi hijo y uno de los médicos me informó que yo tenía un carcinoma de los más agresivos y que si no empezaba inmediatamente el tratamiento, me daba seis meses como máximo.

P.- Imagino que es un instante en el que le cambia completamente la vida, ¿no?


R.- Ya se puede hacer una idea. Comencé un tratamiento muy agresivo y estuve siete meses sin ingerir alimentos y llegué a perder muchísimos kilos. Me alimentaba exclusivamente de suero porque las constantes sesiones de quimioterapia y radioterapia me tenían totalmente quemada toda la boca y la garganta. Durante todo ese tiempo pasé otras enfermedades, debido al desgaste de mi cuerpo: hepatitis, infecciones... Poco a poco se me iban paralizando los órganos, estaba llegando al colapso. Me trasladaron a un hospital de Algeciras y allí me hicieron un catéter por la aorta para meterme medicación. Era la última oportunidad: o funcionaba o me moría.

P.- ¿Sabía que estaba en ese extremo, entre la vida y la muerte?


R.- Sí, lo sabía. Era consciente de ello. Mi cabeza trabajaba mucho. Yo no podía hablar, pero me enteraba de todo. Además, tantas sesiones de quimioterapia me habían quemado los pies y sufría un dolor tremendo. A eso añadimos que la radioterapia, al ser la zona afectada la de la nariz, boca, faringe, que estaba totalmente quemada, era otro sufrimiento constante. Estas circunstancias hacían que me aplicaran parches de morfina y creyeran en el hospital que yo estaba inconsciente, pero me enteraba de todo.

P.- Es una situación extrema. ¿Pensó en la muerte?


R.- Llegó un momento en que pensé que lo mejor sería irme de este mundo. El sufrimiento era superior a los pensamientos sobre la gente que estaba a mi alrededor: mi familia, mis hijos. Al principio de la enfermedad pensaba mucho en mis hijos, pero llegó ese momento en que el dolor y la desesperación superaba todo lo demás.

P.- Lamentablemente, los problemas no solamente eran de salud. ¿Qué otras dificultades encontró?


R.- Me gustaría apoyar a la Asociación Española Contra el Cáncer para conseguir que se puedan aplicar sesiones de radioterapia en Ceuta. Es un sufrimiento más para los enfermos tener que ir hasta Algeciras para recibir el tratamiento. Haga levante o poniente, con marejada o sin ella, hay que coger el barco para ir y volver, y con el cuerpo cansado del viaje, pasar la sesión correspondiente. Es una tortura. Una persona enferma termina no teniendo ganas de nada. Llegó un momento en el que pedía que no me llevaran a ningún sitio, que me dejaran morir tranquilamente.

P.- ¿Cómo eran esas sesiones? Ya ha comentado antes que muy sufridas, pero ¿puede ampliarlo?

R.- Aparte de la paliza del viaje, en el hospital estaba siete horas de terapia. En realidad, la aplicación de la quimioterapia no duraba más de diez minutos. Era un bote muy chiquitito lo que me inyectaban, pero necesitaba varias horas de antelación para preparar mi cuerpo a base de hidratación mediante sueros, y lo mismo después.

P.- Tantas horas, tantos viajes al hospital, ¿dan para trabar amistad con otros enfermos?

R.- Sí, tenga en cuenta que todos estábamos allí más o menos para lo mismo, para recibir tratamiento sobre distintos tipos de cáncer. Pero también se estrechaba un lazo de familiaridad con el personal sanitario. Recuerdo una mujer de mediana edad que cada vez que yo iba a mi sesión, ella lloraba porque sabía lo que me iba a ocurrir al día siguiente, el bajón de fuerzas, las náuseas..., todo. Esa señora me dijo que ella venía a pasar las sesiones completamente arreglada y maquillada porque quería disfrutar de sus hijos. Le daban ya pocos meses de vida, pero aún así no se rendía ante ese sufrimiento para poder estar un día más con su familia. Me dijo que yo era joven y tenía que luchar por los míos, porque aunque sufriera, después tendría la recompensa. Poco tiempo después supe que había fallecido, como ella misma me anunció.

P.- Ese apoyo mutuo entre enfermos les convierte en una piña, ¿hacen unión?

R.- Sinceramente, sí. Y muchos con los que coincidía en los tratamientos han ido falleciendo, pero nunca podré olvidar que yo era la más joven del grupo y que todos estaban conmigo dándome ánimos. Donde quiera que se encuentren, ojalá que estén felices y bien, lo deseo con todas mis fuerzas.

P.- Pasar por un trance de este tipo cambia por completo la forma de ver la vida. ¿Cómo ha sido su caso?

R.- En realidad, veo la vida muy diferente. Antes me quejaba mucho, por cosas que no merecían la pena; tenía depresiones sin motivo... Ahora no, ahora cada día es siempre soleado y precioso para mí, aunque llueva o esté nublado, porque está lleno de vida. Y me digo que hace falta que la gente se debe comprometer más con la Asociación Contra el Cáncer, porque esto le puede tocar a cualquiera.

P.- ¿Ha llegado a conocer el motivo de la aparición de su cáncer?

R.- Eso es muy difícil. Es verdad que yo fumaba antes de la enfermedad, y que en mi familia mi padre y un hermano también habían muerto de cáncer. Podría ser genético, y además mi hijo también pasaba por un tumor cerebral. Gracias a Dios, se supera. Y si hemos sido capaces de ello, pienso que se puede superar todo en la vida.

P.- Y como ejemplo de superación la tenemos a usted porque, entre las secuelas, salía malparada con los pies. ¿Qué pasó?


R.- Con tantas sesiones, me habían quemado los nervios de los pies. No podía caminar, ni estar levantada. Durante mucho tiempo tuve que utilizar una silla de ruedas. Un día me llevaron a rehabilitación para ejercitar algo los músculos de las piernas, antes de que se atrofiaran, y me dijeron que caminar, no llegaría a conseguirlo. Me advirtieron que necesitaría dos años como mínimo para fortalecer algo mis piernas. Fíjese como fue la cosa, que en cuatro meses ya podía dar pasos, para sorpresa de todo el mundo.

P.- Fue un hecho incomprensible, ¿de dónde salía tanta fuerza?.


R.- Pero todavía hay más. Cuando termino la rehabilitación, después de que todo el mundo pensara que aquello era imposible, incluso los especialistas, un día que marcho fuera para una revisión, a la mañana siguiente me llama la oncóloga y me anuncia que yo estaba embarazada. También era algo inexplicable porque yo no podía tener más hijos. Con el tratamiento tan agresivo, había tenido una menopausia precoz, confirmada por los médicos porque mis órganos estaban atrofiados por la quimioterapia.

P.- ¿Qué ocurrió entonces?


R.- Me dieron la documentación para trasladarme a Cádiz para que me practicaran un aborto, pero primero tenía que pasar consulta en el ginecólogo para que certificara de cuántas semanas estaba encinta. Me hicieron una ecografía y salió que llevaba un feto de seis meses. Me trasladaron a Cádiz y me realizaron otra ecografía, en 3D, y le puedo decir que mi hijo está estupendo. Tiene un año y medio y ya se sabe todo el abecedario y los números.

P.- Es una auténtica rareza en la medicina. ¿Qué piensa de ello?

R.- En vez de tener efectos secundarios negativos en mi persona, yo los estaba teniendo buenos. Yo pasaba mensualmente una revisión de TAC con contraste yodado, muy agresivo, y el bebé estaba ahí escondido, durante seis meses hasta que se dieron cuenta. Después, con el tiempo, los médicos supieron que ese niño es el que me dio fuerzas para volver a andar. Ahí está, con un año y medio. Me han pedido permiso para hacer un estudio de células madre para investigar cómo ha sido, porque era médicamente imposible que pudiera gestar de nuevo. Y ha sido posible andar y dar a luz, dos cosas que estaban ya totalmente descartadas para mi vida. Parece que Dios, después de todo lo malo, me ha dado una alegría.

P.- Ahora, con el paso de los años, usted puede mirar la vida de otra manera, ¿no?

R.- Sí, pienso que la salud, en la vida, es lo más importante. Cuando estamos sanos no pensamos eso, nada más que en trabajo, en dinero, y en cosas materiales. Pero la salud... si hay salud, lo hay todo, hay familia.

P.- Aunque pueda parecer fuera de lugar, o grosero, permítame que hablemos de dinero. Usted está comentando que ha pasado una larga enfermedad, su hijo también, con numerosos traslados a otras poblaciones. Todo ello necesita del dinero y, aunque esté cubierto por la Seguridad Social, no deja de ser un trastorno para la economía familiar.

R.- Imagínese usted. Por ejemplo, con mi hijo Ito, antes de que supiésemos de los apoyos que ofrece la Asociación Española Contra el Cáncer, estuvimos cuatro meses viviendo en una pensión porque él estaba ingresado en el hospital Materno Infantil de Málaga. Ya estaba en tratamiento por el tumor cerebral.

P.- ¿Tuvieron alguna ayuda?


R.- Toda la familia colaboró. Además, en el trabajo de mi marido, los compañeros hicieron colectas para recaudar dinero para pagar tantos gastos. Después, ya con la AECC nos encontraron un piso en Málaga que estaba para eso, para alojar a familiares de enfermos que estuvieran desplazados en Málaga para los tratamientos. Con eso, ya los gastos eran menores. Por un lado la ambulancia nos trasladaba y el alojamiento estaba ya concertado también por la AECC. Desde aquí quiero agradecer el apoyo que nos ofreció su presidente, José Solera Barco.

P.- Samira, a fecha de hoy, ¿cómo se encuentra actualmente?


R.- Me siento bien, lo malo es cuando se me aproxima la fecha de una revisión, porque empiezo a tener nervios. La próxima es el día 28 de septiembre, pero un mes antes ya me hacen un TAC para ver cómo estoy por dentro.

P.- ¿Le dicen algo los médicos cuando le hacen el TAC?


R.- No, no pueden decir nada, pero no me hace falta porque yo se lo noto en la cara cuando lo están haciendo. Tengo ya un grado de experiencia con estas cosas, no olvide que ya son cinco años así y me han practicado muchas veces esta prueba.

P.- ¿Sus revisiones son anuales, o si se siente mal puede adelantarlas?


R.- No tienen periodicidad fija. A veces me citan para seis mese más tarde y otras para tres nada más. Actualmente estoy un poco baja en niveles de hierro y están con ello para averiguar cómo corregirlo. Hasta que no pasen cinco o seis años sin reproducirse la enfermedad, no estaré completamente sana.

P.- Usted ha llevado para adelante su enfermedad y la de su hijo. ¿Cuánto le ha costado ese esfuerzo?


R.- Es algo muy duro. No solamente estás luchando por tu vida, sino que también por la de tu hijo, que está en similares circunstancias. Pero ahora, después de este tiempo transcurrido, todavía hay días en que me hincho de llorar cuando estoy sola.

P.- Antes de la enfermedad, usted trabajaba. ¿Qué ocurre ahora?


R.- No me han llamado más. He quedado con una minusvalía del 76% y ya no me llaman para trabajar. Durante estos cinco años he estado esperando porque tener un trabajo es tener la mente ocupada y no estar pensando todo el día en que si me ha salido un bulto, o que un grano que aparezca pueda ser peligroso. Ese temor queda para toda la vida. Cualquier dolor o molestia dispara de nuevo las alarmas.

P.- ¿Hace planes de futuro?


R.- Si, con la edad que tengo, 33 años, me gustaría estudiar y tener un trabajo tranquilo. Muchas cosas, poder comprar una casita para vivir tranquilos, sacarme el carné de conducir - que nunca lo había pensado antes-, cosas así. Ayudar a los demás. Como voluntaria de la asociación, ayudar a los que lo necesitan porque eso también me ayuda a mí a superar lo mío. Quiero poder sacar sonrisas a los que están enfermos. Por eso me hice voluntaria, para dar ánimos a los enfermos y hacer que se levanten. Mi experiencia me ayuda en ello. Somos como una familia. El personal de la asociación aporta mucho cariño. Para el futuro queremos ser felices y ya está.

P.- Samira, usted tiene varios hijos, pero Ito será siempre especial, ¿verdad?


R.- A todos los quiero muchísimo, pero con Ito existe una complicidad especial después de haber compartido tantos malos momentos y tantas dificultades.

P.- ¿Y la gente, se ha portado bien con usted: sus amistades, vecinos...?


R.- La mayoría sí, toda la familia ha estado ahí. Muchos amigos me apoyaron. Mi marido ha estado muchas veces en los hospitales apoyándonos, pero como trabaja, había ocasiones en que no podía faltar a su empleo. Allí han sido muy comprensivos, en la Autoridad Portuaria. Todos los compañeros se han volcado con él. Son cosas muy importantes en la vida. Aquí, en estos momentos es donde se ve quién te quiere. También hay otra gente que al vernos enfermos empiezan a inventar cosas. Una vecina llegó a decir que teníamos el VIH porque estábamos los dos enfermos a la vez. Eso hace muchísimo daño. Estamos sufriendo ya como para escuchar tonterías de los demás.

P.- El valor que tiene la Asociación Española Contra el Cáncer es indispensable para los enfermos, pero el ciudadano, en general, lo desconoce. ¿Qué podría decirle a esta serie de personas?


R.- Que se acerquen para conocerlos y vean el maravilloso trabajo que desarrollan. Que entren sin miedo a preguntar. Hace falta más ayuda y más apoyo. Que haya más voluntarios. Esta cosa le puede pasar a cualquiera, eso no se sabe nunca.

P- ¿Algún mensaje más?


R.- Que hagan lo posible por poner una unidad de quimioterapia en Ceuta para todos enfermos de esta ciudad.
 

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