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OPINIÓN - MARTES, 1 DE SEPTIEMBRE DE 2009

 

OPINIÓN / EL MAESTRO

Maestros y maestras
 


Andrés Gómez Fernández
andresgomez@elpueblodeceuta.com

 

Entre Maestro/a y Profesor/a siempre ha existido una clara diferencia, con respecto a su función. Para los primeros, la enseñanza Primaria y Educación Infantil; para los segundos, Bachillerato y Universidad. Pero sucedió que cuando se estableció la Ley General de Educación, la E.G.B (1970), los maestros y maestras, quizás por entender el Ministerio de turno que con ello nos dignificaban, pasamos todos a la categoría de profesores –ellas serían profesoras-.

Se produjo una cierta “ríada” de entusiasmo en algunos maestros y maestras, que rápidamente cambiaron sus tarjetas de visita, para que figurara las palabras profesor o profesora. Otros, no, ya que como estaban se sentían cómodos. Pero, en nuestro país, con tantos cambios legislativos, en 1990, se aplica la Ley llamada “LOGSE” y ¡oh, sorpresa!, perdemos la categoría de “profesor” o “profesora” y recobramos la de “maestro” y “maestra”, vigente hasta ahora.

Pero, como existe una Ley que, mientras un maestro-profesor con la EGB, Especialista, y posteriormente maestro con la LOGSE, ya adscrito al primer ciclo de la ESO, estarán en los Institutos compartiendo aulas y grupos con profesores. Algunos, yo diría que todos, se sienten cómodos en los Institutos, pero no olvidemos que son maestros o maestras.

He querido hacer esta página como un homenaje a todos los maestros y maestras, en estos momentos de grandes dificultades para realizar su magisterio, en un sistema educativo lamentable con mil cambios. En general, mal considerados, no como aquellos maestros de antaño que a pesar de los discretos ingresos que percibían, gozaban de una posición social que no tenía relación con la economía: “Se daba la paradoja que estaban mal pagados, pero socialmente gozaban de muchas consideración y respeto”. Vale, para las maestras este dato: hasta 1884, cobraban un tercio menos que los maestros. Tuvieron que pasar décadas para igualarse con los maestros.

He querido recoger algunos testimonios de alumnos de distintos momentos, sobre los recuerdos que guardan de sus maestros y maestras:

Mari, alumna de la antigua Enseñanza Primaria: “Con mi maestra me sentí muy unida. Su gran formación religiosa influyó en mí. Los viernes por la tarde, con la Sta. nos tocaba el Santo Rosario. Ella confiaba mucho en mí, pero en una ocasión, la decepcioné. No pude responder a una cuestión. Su mirada fue de comprensión. Prometí que no ocurriría más. Al marcharse del colegio, me regaló un misal y un devocionario. Desde Madrid, lugar donde estableció su residencia, todos los años, por Navidad, me envíaba una tarjeta de felicitación. Yo, casada, gracias a la influencia de mi Maestra, conseguí la Titulación en Teología por la UNED”.

Teresa, alumna de la EGB: “Para mí, el cambio de compartir aula con alumnos, me supuso una gran decepción. Siempre estuve con alumnas, pero con la nueva Ley, nos agruparon. No es que tuviera temor al estar con ellos, porque ‘no me iban a comer’. Era porque a mí me gustaba mucho los trabajos manuales propios de las niñas, en especial “hacer punto de cruz”, que, llegado el momento, disfrutaba. Además, por razones que no sé explicar, mi maestra no promocionaba con nosotros, y teníamos que decir adiós a una gran maestra, con la que habíamos estado varios años. Al terminar 5º, nos dijimos ¡adiós! Ya, en la Segunda Etapa, varios maestros, y los trabajos manuales quedaban reducidos al dibujo geométrico, que se me atravesaba. Pero, mi maestra, que nos contaba bonitas historias, maravillosa.”

Fidel, alumno que fue de la República y final de la Guerra Civil: “Yo en realidad, en aquellos tiempos, tuve que agradecer mucho a mis padres, que me permitieron continuar en la escuela hasta que tenía catorce años. Recuerdo que mi colegio estaba situado en el Recinto. Yo tenía vocación de maestro, pero mi familia no pudo costearse los estudios y me colocaron en una tienda de ropas. Guardo gratísimos recuerdos de mi maestro, que se preocupaba mucho por sus alumnos. Como todos los maestros de la época, sobre su mesa descansaba una palmeta, que procuraba usarla lo menos posible. D. Liberato, que así se llamaba el maestro, causaba mucho respeto. El tenía una gran obsesión por la escritura. Nos hacía repetir varias veces las “planas” que nos mandaban hacer. Yo relacionaba el nombre del maestro con la República, “hombre libre” pensaba yo. Pero un día –quiero recordar que era festivo- lo vi por la calle vestido de falangista, por lo que la idea de que D. Liberato era republicano, se me vino abajo. Pero el recuerdo de este gran maestro, permanece en mí”. (Lo dicho por Fidel nos hace pensar lo ocurrido durante la Guerra Civil, donde coexistían dos escuelas: en la zona republicana se introduce un plan innovador decretado en el 37; en la zona franquista se impone un pensamiento conservador, condenando el liberalismo, la coeducación… Los niños no estudian lo mismo que las niñas y están separados. Se supone que su escuela sería franquista).

Como párrafo de cierre, lo manifestado por D. Andrés Manjón, creador de las Escuelas del Avemaría”. “El maestro/a que sabe amar podrá educar, porque la educación es obra de amor; pero ha de ser un amor sólido o bien fundado; universal o que nadie se excluya; generoso, que todo lo sufre y da todo cuanto puede; delicado, que al dar no ofenda; discreto, prudente y práctico, que consiste en querer para otro lo que, puesto en su caso, quisiera para sí”.
 

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