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OPINIÓN - SÁBADO, 5 DE SEPTIEMBRE DE 2009

 
OPINIÓN / COLABORACIÓN

Receptores

Por Abdelmalik Mohamed


Tanto la inteligencia como el talento tienen que sortear muchos obstáculos para abrirse paso ante elementos antagónicos, no siendo estos los arrestos propios de la ignorancia, sino aquellos otros que tienen que ver con la indiferencia y el desconocimiento, dándose el caso, a veces, de que se malogren en caminos desconocidos, no llegando nunca a sus metas y, por tanto, no cumpliendo uno de sus más nobles objetivos: servir a las sociedades en las que nacen, crecen, maduran y van conociendo declive, hasta dejar paso a quienes vienen a intentarlo de nuevo, y así el ciclo vuelve a iniciarse, siempre en constante movimiento, naciendo y muriendo. Es la racionalidad de la vida misma y en la que la muerte misma interviene de forma determinante, aun con la sospecha y verdad de que el que muere no vuelve y que su silencio al marcharse también nos queda, a nosotros, a la sociedad, en definitiva, a todos sin excepción.

Vivimos tiempos difíciles. Nuestras sociedades han ido hacia la descripción más breve de la vida, una de las más fáciles: El acomodamiento virtual, virtual por cuanto carece de veracidad real, no siendo más que una ilusión que se vive como tangible y existente, así pareciéndonos y no siendo.

Posiblemente, una de las pérdidas más importantes que viene a sufrir una sociedad incapaz de adecuar sus caminos a sus inteligencias y talentos, consista en la pérdida de la creatividad, es decir, la transmisión de ideas, de propuestas, ya sea en el plano de interacción-solución como en cualquier otro, pero siempre en atmósferas plenas de positivismo y de emoción.

Perdiendo creatividad, perdemos acción-vibración-emoción, siendo su lugar ocupado de inmediato por la receptividad, que no es otra cosa que el acomodamiento virtual. De este modo, nos convertimos en simples receptores y, en definitiva, cautivos de nuestra propia indiferencia e incapacidad. Es iniciar el camino hacia el olvido y sin recuerdos, es como el elefante que comienza un nuevo camino, sabiendo que es el último. El fin.

Todo lo que nos llega viene hecho y todo ello en forma de verdad. Axiomas inviolables, y así nos lo creemos, aceptándolo, sin más. Ya no somos ni oficiales ni tropa, tan solo receptores. Es lo que nos den. Es la consecuencia de la pérdida de nuestros valores creativos y, a falta de ellos, la pérdida de nuestras inteligencias y talentos que no supimos encauzar por la senda correcta.

El poder de quienes nos inducen a ser receptores alcanza incluso nuestra voluntad. De este modo, el acomodamiento virtual que obtenemos a diario sentados ante el sofá viendo y oyendo lo que en dosis preconcebida está nos lleva a la conclusión del deber cumplido, y así, una vez visto y oído el mensaje del día, nos vamos a la cama convencidos de haber hecho lo correcto. Mañana será otro día. Uno más.

Debemos reflexionar sobre qué cosas perdemos, ya sea con facilidad o sin ella, no descuidando, sobre todo, nuestra indiferencia hacia quienes ostentan inteligencia y talento, pues no haciendo eso, perderemos sin opción a recuperar.

No siempre es la sociedad quien más culpa tiene; antes bien, las inteligencias y talentos positivos deben reconocerse y aceptarse como tales, siendo su consecuencia la humildad como enseña y la voluntad de cooperar con la sociedad en un futuro mejor. Haciendo esto, la vehemencia intelectual desaparece, alcanzándonos el sosiego y la serenidad, es decir, el éxito para todos, en definitiva.

Por un Aróstegui útil. Para todos.
 

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