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OPINIÓN - LUNES, 7 DE SEPTIEMBRE DE 2009

 

OPINIÓN / EL MAESTRO

El cavó su propia fosa
 


Andrés Gómez Fernández
andresgomez@elpueblodeceuta.com

 

“Cuando pienso en un posible destierro, en una tierra que no sea esta atormentada tierra española, mi corazón se llena de pesadumbre. Tengo la certeza de que el extranjero significaría para mí la muerte”.

(Antonio Machado, en 1937. Los campos de España temblorosos de luto).

Septiembre del pasado año. Un reportaje de un periódico, con el título “La tumba de otras rosas”. El pueblo de Grazalema guarda la historia de 15 mujeres asesinadas en la “Guerra Civil”. Me llamó poderosamente la atención al referirse a tan atractiva y sufrida villa de la Serranía de Ronda. Parte de mis orígenes son de allí. La otra parte, de Alcalá de los Gazules. Mi padre y mi madre de estas localidades gaditanas, respectivamente.

Mi padre nos contaba de las grandes dificultades que pasaban para poder subsistir. Él nunca fue a la escuela. Desde pequeño, trabajar: guardar cabras, ovejas, faenas del campo. La familia era numerosa. Ocho hijos, de corta edad. Niños y niñas, ¡a trabajar! Curiosamente, eran cuatro chicos y cuatro chicas. ¡Paridad! ¡Buen acierto de mis abuelos paternos! Él, mi padre, en contadas ocasiones, nos refería la gran tragedia familiar ocurrida en el año 1.936: la tía Pepa, su hermana, y una hija de ésta, fueron asesinadas. También su hermano Juan y se salvó otro hermano, Antonio, después de ser condenado a muerte y conmutada por cadena perpetua. Después de unos años en prisión, salió en libertad. Mi tío Antonio pudo contarlo.

Leyendo el reportaje, al publicarse los nombres y apellidos de las mujeres que, posiblemente, se encontraran en la fosa –todavía no exhumada-, me llamó la atención tres mujeres cuyos nombres, en principio, figuraban así: Isabel Gómez, Josefa Gómez y Lolita Gómez, cuyas relaciones eran: las dos primeras hermanas y la tercer sobrina de ambas.

De momento me fijé en Josefa Gómez, y la relacioné con la asesinada “Tía Pepa” de los relatos de mi padre. Rechacé que Isabel fuese hermana de Josefa. ¿Por qué? Porque era imposible que lo fueran, ya que en la familia, una de las chicas llamada Isabel, sobrevivió a la represión llevada a cabo en Grazalema. De Lolita Gómez, no tenía ninguna referencia de parentesco, al menos con Josefa. Después resultó que la tal Isabel era hija de Josefa, por lo tanto mi prima hermana.

De inmediato, me puse en contacto con mi prima Angelita, residente en nuestra ciudad. La madre de Angelita, mi prima María, en varias ocasiones había visitado Grazalema, con el deseo de conocer el paradero de los restos de su madre y hermana. Pero el miedo y el silencio que había existido en Grazalema, durante tantos años, impidió que María pudiera conocer el lugar donde fueron enterradas su madre y hermana.

Ahora, su hija, Angelita, si ha tenido la oportunidad que no tuvo su madre. Dos familiares en la misma fosa: Isabel Atienza, que no Gómez y su abuela Josefa de Jesús Gómez.

Grazalema, al comienzo de la Guerra Civil, era uno de los pueblos más importantes de la Sierra de Cádiz. Sufrió una represión más intensa que otras zonas más cercanas. Según fuentes dignas de crédito, fue debida la fuerte resistencia que encontró el bando franquista y el no olvidar las 19 muertes que ocasionaron los republicanos. Finalmente, Grazalema fue ocupada por los “nacionales” el 15 de Septiembre de 1936. En una primera fase, decenas de muertos sembraron la localidad. Fue la etapa más dura. Después, ya con resoluciones de consejos de guerra, cayeron muchos más.

Muchos hombres, los más activos políticamente, escaparon hacia Málaga. Las mujeres quedaron en el pueblo. En las grandes ciudades, las mujeres perseguidas sí tenían un destacado papel político. En los pueblos se las mató por ser novias, esposas, hijas o hermanas. Ellos huían, ellas pagaban. “Si no hemos podido coger a él, sufrirás tú” solían decirles.

Según determinadas fuentes, siempre era de noche cuando las detenían. Una a una. Enseguida se traslada la noticia en el pueblo: ¡Se han llevado a María! ¡Se han llevado a Juana!... Se escuchaba en voz baja en el pueblo. Eran encerradas en dependencias policiales, durante varios días. En el caso de estas quince mujeres, una madrugada de finales de verano de 1936, las metieron en una furgoneta. ¡Era el camión de la muerte! Recorrieron unos diez km., hasta llegar al lugar elegido. Previamente habían sido torturadas. Les rapaban el pelo, les daban purgantes, las paseaban sin ropa y, posiblemente, fuesen violadas.

La historia de estas mujeres ha sobrevivido al miedo y al silencio que han imperado mucho tiempo en Grazalema. La fosa se ha abierto sin que mediara ninguna petición familiar, algo inusual. ¿Por qué? Incluso en el acto de dar cristiana sepultura a las víctimas, apenas se vio gente del pueblo.

El silencio se impuso en el pueblo, y aún hoy, son muchos quienes prefieren ni oír hablar de aquel suceso. Los amigos y familiares de las víctimas se acostumbraron a vivir con miedo. Tanto, que muchos emigraron a las ciudades, por temor a posibles represalias. Mientras, los verdugos y delatores de los fusilados gozaron de impunidad total.

En Grazalema, en realidad las 15 mujeres de la fosa no fallecieron oficialmente. Nunca se inscribió su defunción en el Registro Civil. En el pueblo de Grazalema hubo en esos momentos de barbarie más de 250 muertes, según un informe de 1940, pero sólo registrados 30.

El informe forense indica que las 15 mujeres de Grazalema fueron torturadas con saciedad, hasta que murieron junto a la fosa que les estaba destinada. No hubo tiro de gracia, según la investigación.

Junto a las 15 mujeres, también fue asesinado un adolescente de unos 16 años, hijo de “La Bizarra”, conocida mujer del pueblo, al que se le ordenó excavar un agujero que, sin saberlo, acabaría convirtiéndose en su tumba.

Pero, en Grazalema se encuentran otras siete fosas más, ya localizadas. No hay documentos que hablen de ellas. No hay registros civiles ni archivos parroquiales. Las señalaban los relatos orales de los vecinos y también marcas que dejaron personas que no quisieron que se olvidaran a los muertos. Plantaron pinsapos, piedras, colocaron cruces de piedras –caso de la “Fosa de las Mujeres”-.

Angelita –mi prima- cuenta: “A consecuencia de que los hombres huyen, van “prendiendo” a sus mujeres, entre ellas mi abuela, por no querer delatar a su marido, o bien, que no sabría dónde podría estar. Ya en la prisión, su hija mayor, mi tía, va a verla y allí le dicen que su madre no está y que ha ido a dar un paseo. Ella se imagina que a su madre la habrían matado; enloquece de rabia y arremete a golpes con todo lo que encontraba a su paso, y allí, también la matan, encontrándose en estado de gestación. El marido de mi abuela, salió de prisión en un estado lamentable, muy enfermo, posiblemente al finalizar la contienda y fallece al poco tiempo. Pero ya mi abuela, Josefa de Jesús, había “pagado” por él, lo mismo que su hija Isabel.

De la tragedia vivida por los ocupantes de la “Fosa de las Mujeres” destaca por su “involuntaria implicación” –porque estaba allí- el adolescente. En torno a la misma se pueden plantear varios interrogantes. Indudablemente que su presencia en el lugar elegido por sus asesinos no sería casual. Él fue el que cavó la fosa. Puede que el alfanje –horno para elaborar carbón- estuviese en actividad, que fuese el medio de vida familiar. En el mismo lugar se encontraban varios alfanjes. Es posible que todos estuvieran activos. La elaboración del carbón, junto a otras actividades constituía parte de la forma de ganarse el sustento los vecinos de estos pueblos. Recuerdo que mi tío también trabajó en el carbón. Que tenían que hacer vigilancias nocturnas para impedir que bandas organizadas de comarcas cercanas, bien armadas, se llevaran sus productos de cabrón.

El adolescente, apodado “El Bizarrito” era hijo del matrimonio formado por la Bizarra y Pepe “el tío Fraile”. Según información, imposible de contrastar, el matrimonio que trabajaba en los hornos de carbón donde fueron sepultadas las mujeres, y comunicaron la suerte final de sus paisanas al pueblo. La represalia que sufrieron al divulgar las ejecuciones fue atroz. Al parecer, Bizarrito que fue quien cavó la fosa y el último en ser ejecutado, mientras que sus padres “desaparecieron” sin dejar rastro. ¿Presenciaron los padres la ejecución de su hijo? ¿Consiguieron los asesinos terminar también con sus padres?

En la “Fosa de las Mujeres” se localizaron quince mujeres –tres de ellas embarazadas- de entre 14 y 61 años, además del adolescente. No hubo reparos para ocultar los cuerpos, pues asumen la absoluta impunidad. Tampoco en dejar los cadáveres expuestos a la intemperie, siendo con posterioridad, otras personas quienes los ocultaron a los efectos de las alimañas. Ejecutaron a las víctimas con gran violencia. Los hechos fueron de naturaleza irracional. Los autores, unos psicópatas.

Murieron hace 73 años. Y ha tenido que transcurrir ese tiempo para que se gane una batalla que todos creían perdida. Por fin vencieron al olvido las quince mujeres y el adolescente -15 rosas y un clavel-, cuyos restos aparecieron en una fosa de Grazalema, donde fueron arrojados en 1936, tras crueles torturas, pudieron ser enterrados por fin con sus nombres y apellidos. En el cementerio de Grazalema quedará para siempre un mausoleo en su memoria. Los familiares no contenían ya las lágrimas. Sus madres, tías y abuelas ya no están desaparecidas. Ya pueden llorar por sus muertes.
 

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