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OPINIÓN - LUNES, 14 DE SEPTIEMBRE DE 2009

 

OPINIÓN / EL MAESTRO

“Oír” y “escuchar”
 


Andrés Gómez Fernández
andresgomez@elpueblodeceuta.com

 

En mi diario paseo, buscando la meta del “mítico” kilómetro cinco, acompañado de mi inseparable y viejo transistor, en estos pasados días me llamó la atención el debate que se estableció en cierta emisora, entre los vocablos “oyente” y “escuchante”. Se imponía, con argumentos sólidos el último. Ya le había llegado la hora de la caducidad al término “oyente”, apareciendo vigorosamente “escuchante”. El defensor del primero argumentaba que siempre se había dicho así, refiriéndose a “aquél que percibe lo que se dice o lo dice alguien determinado”, además, que había formado una voz muy familiar: “radioyente”, para, en principio, identificar al que “oye” la radio; el otro, sobrado de argumentos decía que el “escuchante” es el que “presta atención a lo que oye”, y, en su relación con la escuela, “asistir a la explicación que el maestro hace de una materia para aprenderla”.

Lo cierto es, que todas las emisoras de radio, no se han puesto de acuerdo, todavía, para unificar criterios. La mayoría sigue con el término tradicional, “oyente”, mientras que, de momento, sólo, RADIO NACIONAL, emplea en sus emisiones “escuchantes”, que siendo la radio oficial no cabe duda que se impondrá.

He recurrido al los Diccionario RAE, Corominas y María Moliner, que, en general, marcan las diferencias, aunque en algunos casos, consideran a ambos vocablos como sinónimos.

Para el desaparecido LÁZARO CARRETER, en El dardo en la palabra, aclara que “escuchar” añade “oír” la nota de deliberación y atención que pone al oír. Siguiendo con D. Fernando, nos indica que la academia definía “escuchar” en 1742, “Oír con atención y cuidado”, y en 1992, “1.- Aplicar el oído para oír”. 2.- “Prestar atención en lo que se oye”.

Repite D. Fernando: “Con mucha frecuencia, la significación de “escuchar” se refuerza como un complemento como “con atención” o “atentamente”. Y su oposición a “oír” queda abolida cuando este verbo se construye con uno de tales complementos. Entre “lo oyeron atentamente” y “lo escucharon con atención”, sería difícil hablar de diferencias, pero sin ellos son claras, y su frecuente manía se debe a la acongojante sordera que está asolando los tímpanos hispanos. Y también las retinas”.

Nuestras aulas son los lugares donde con más frecuencia se producen las incidencias de los dos términos, en general, aplicados como sinónimos. El maestro o profesor se dispone a exponer su “lección magistral” y, dependiendo del torrente de su voz, siempre habrán algunos alumnos del fondo del aula que interrumpirán la disertación del “conferenciante” con expresiones como ésta: “Sr. Profesor, que no se ‘escucha’ nada. El interpelado aceptará como buena sugerencia y, lo que hará, será elevar más la voz”.

La misma situación se puede producir en una conferencia, donde el conferenciante puede no llegar con nitidez o claridad al público que está situado en el fondo del salón. Claro, que los asistentes se quedarán sin repetición, porque se entiende que nadie intentará llamar al orden al señor conferenciante.

Con la llegada del mes de Septiembre, donde se reanudan las clases en los centros educativos, los medios informativos de cualquier naturaleza, renuevan sus programas con la introducción de novedades atractivas y profesionales nuevos. He tomado nota de lo anunciado por una emisora de radio, de donde he seleccionado varios párrafos, que indican que este medio, en lo referente a “oyente” o “escuchante”, sigue con el término tradicional: 1) Ha arrancado el curso, con renovadas ilusiones y la necesidad de conectar con el “oyente”… 2) Para nuestro equipo de tertulia, el “oyente” es muy importante: es el quinto tertuliano… 3) Nos encanta hacer una radio itinerante, sacarla a la calle y estar en contacto con el “oyente”… Y así durante toda la exposición, donde el “oyente” lo es todo para la mencionada emisora.

Lo “peor”, podría ser cuando se pase de “radioyente”, término también muy usado al “radioescuchante”, que también tendrá su oportunidad por derecho propio. Y lo digo por la poca familiaridad que tendría el término combinado. Oiríamos/escucharíamos, “queridos radioescuchantes”…

Por último, nuestro admirado y llorado D. Fernando Lázaro Carreter, en el “Nuevo dardo en la palabra” se expresa así: “Escuchar/oír, constituyen mi mayor desengaño; emprendí hace mucho una cruzada contra la confusión, y no he podido con la conjura de distintos radiofonistas, destructores del distintivo entre ambos verbos, esto es, de la nota con atención que aporta escuchar. Se puede oír sin escuchar y, a la inversa, se puede escuchar sin oír apenas, cuando se escoña –está en el Diccionario- la megafonía, y se hacen vanos esfuerzos por enterarse. Y así, “Me escuchas, Mara” (122 veces cada noche), exige la respuesta: “Sí, pero no te oigo”. ¿Hablas desde un móvil?... Quizás la situación (lógica) de “oyente” por “escuchante” hubiera llenado de satisfacción a D. Fernando, que consideraría el principio de una victoria, en su lucha por alejar a ambos verbos de su equivocada sinonimia.
 

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