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OPINIÓN - MIÉRCOLES, 23 DE SEPTIEMBRE DE 2009

 

OPINIÓN / EL OASIS

Cambiando cromos
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

El lunes me tropecé en la calle con un amigo que hacía tiempo no veía. Y, tras los saludos de rigor, nos pusimos a charlar. Conversamos sobre libros. Puesto que es lector empedernido. Y allá que empezamos a recomendarnos lecturas como si fuéramos dos chavales cambiándonos cromos.

Tan bien nos encontrábamos pegando la hebra, que decidimos sentarnos a una mesa bien situada en una terraza de cafetería céntrica, para continuar charlando. Hablamos de fútbol, cómo no, porque mi amigo es del Barcelona y no entiende los motivos existentes para que Víctor Valdés no sea valorado en la medida que sus grandes actuaciones merecen (Valdés, por si no lo saben ustedes, es el guardameta del club azulgrana).

Hablamos de política. Mi amigo es votante del PP, desde los tiempos en los que el PP era Alianza Popular. Y participó en la política activa. Incluso llegó a ser concejal. Pero aquellas tensiones le favorecían muy poco a su corazón y decidió dejarlo todo. Y lleva una vida tranquila. Aunque está al tanto de cuanto sucede y se cuece en la ciudad.

Mi amigo es listo donde los haya. Pero jamás lo ha dejado entrever en público, porque sabe muy bien que eso podría haberle costado recelos, envidias y, por ende, disgustos que no hubieran hecho el menor bien a su ya reseñada cardiopatía. Mas de pronto, como quien no quiere la cosa, me pone al tanto de lo siguiente, por si me puede interesar. Y empieza preguntándome. “Oye, Manolo, ¿tú te enfadaste con alguien el viernes pasado en la cafetería del Hotel Tryp?”. Sí, le respondí. “Ah, es que se lo oí contar a Paco Paris, con pelos y señales, a un señor que trabaja en un medio local”.

Dado que no le di importancia al hecho, porque entiendo que forma parte de la labor de un asesor informar, a conveniencia, de cuanto ve y oye, le tiré de la lengua acerca de otras cosas que están por encima de habladurías de barras y que propician también negocios de poca monta y que suelen dar para ir tirando.

Y mi amigo me contó cosas sabrosas, interesantísimas. Y, claro, las he guardado en la alacena de la memoria para mantenerlas siempre dispuestas a que irrumpan en escena a su debido tiempo. Mas como nadie, ni siquiera un amigo, vende algo a cambio de nada, quiso saber qué restaurante de la Costa del Sol había participado en la boda celebrada en otro lugar, correspondiente a un señorito de provincias. Y, sin dejarme abrir la boca, insistió en querer saber si el dueño del restaurante costasoleño había cobrado su servicio de lujo y quién le había pagado.

Mi respuesta fue clara y concisa: no tengo la menor idea de lo que me hablas. Y como mi interlocutor me conoce, perfectamente, se dio cuenta de que tenía que cambiar de asunto o la conversación finalizaba en ese momento. Así que no dudó en interesarse por las razones que tengo para poner como chupa de dómine al tío que estuvo lamiéndole el orto a Antonio Sampietro, durante todo el tiempo que duró su presidencia. Bueno, hasta saber que el catalán estaba ya condenado por Aida Piedra.

Mira, aquí sí voy a mojarme: en principio, porque he conseguido dispersarle su atención. Y así sus dibujitos le salen oliéndoles la boca a culo. O sea, lo mismo que a él. Y, sobre todo, porque Vicente Álvarez ha entrado al trapo por pelotillero. Y, peor aún, sin estar preparado para mantener el tipo.
 

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