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OPINIÓN - MARTES, 6 DE OCTUBRE DE 2009

 

OPINIÓN / EL OASIS

Yolanda Bel
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Varias veces he dicho de ella que es mujer moderna, poseída por unos deseos enormes de aprender y por lo que sé dispuesta siempre a clavar los codos con ahínco, con el fin de prepararse concienzudamente en todos los aspectos. Preparación necesaria para que sus aspiraciones políticas, que son muchas, se vean respaldadas por una formación que sólo se obtiene trabajando duramente.

A Yolanda Bel, además, le acompaña la figura. De ahí que desde hace años sea una mujer observada por hombres y mujeres, cuyas miradas se reducen a tasarla sexualmente, mientras escudriñan hasta el más leve contoneo de su cuerpo. Lo cual, amén de ser natural, no le hace el menor daño a una criatura cuya vida política depende de las urnas. Sobre todo cuando le llegue el momento de convertirse en candidata a algo más de lo que es actualmente. Que le llegará...

Pues lo mismo que no había que tener carácter de adivino para celebrar los cuernos de Vicente Álvarez, afortunadamente ya reconocidos por él, tampoco se necesitan dotes de vidente para augurarle a la deseada Yolanda un futuro político inmejorable.

Pero dejemos a un lado el indiscutible sex-appeal que tiene la consejera de Medio Ambiente y portavoz del Gobierno, y que largos años mantenga para su bien y recreo de nuestros ojos, para volver a insistir en algo que es de cajón: ser la portavoz del gobierno la está quemando a paso de legionario. Lo cual tampoco es la primera vez que menciono.

Y es así, créanme, porque el cargo de portavoz del gobierno es una especie de potro de tortura cuyo titular debe tener –amén de las cualidades requeridas para ejercerlo-, como condición indispensable, ‘tripas por estrenar’. Lo que no es contrario a lucir un rosario de gestos, ademanes, risitas, y poses capaces de convencer a los demás de las bondades del portavoz. En suma, hipocresía y mala leche unidas aunque festoneadas de encanto.

‘Tripas por estrenar’. Locución que traduzco por ser conocida, mayormente, en tierras cordobesas: “Persona que es reservada y callada, pero de la que se sospecha que oculta malas intenciones o se espera de ella alguna mala faena”. Es decir, “que no vale ni picada para albóndigas”.

Así, mi querida YB, aun haciendo cursos intensivos con malos de solemnidad, jamás aprenderá a desenvolverse bien como portavoz del Gobierno. No es lo suyo. Y cada día se le va notando más que está incómoda desempeñando esa labor. Incómoda y gastándose aceleradamente. Y es una pena. Porque en el PP local, como asimismo en el Partido Socialista, escasean los políticos capacitados y, mucho menos, se pueden encontrar los que encanten al personal por ser como son: como sus madres los han paridos.

Por lo tanto, a mí me gustaría sentarme a hablar con la consejera de Medio Ambiente y portavoz del Gobierno, ahora que está pasando por una fase de decaimiento, para tratar de mejorarle el ánimo. Conversando con ella sin tapujos. Si bien puedo entender que lo rechace. Por carecer de malaúva. Dicho queda.

(Fuera de concurso. Vicente Álvarez: me hubiera gustado escribir ‘Los Cuernos de Don Friolera’ –Valle-Inclán-. Pero me conformo hablando de los tuyos. Ya reconocidos por ti. Que los disfrute)
 

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