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OPINIÓN - VIERNES, 9 DE OCTUBRE DE 2009

 

OPINIÓN / EL OASIS

El pánico de los parados
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Todos los años, más o menos por estas fechas, suelo escribir del llamado pánico de los parados. Este año, diga lo que diga al respecto, me quedaré corto. Porque las cifras de quienes están sin empleo son ya mareantes. Dentro y fuera de España, y, por tanto, en Ceuta.

Uno, que vivió su niñez en casa de vecinos, creció oyendo lo mal que lo pasaban los parados y viendo las consecuencias de los problemas que la situación generaba en las familias donde el hombre carecía de empleo. Imágenes guardo en la alacena de la memoria.

El pánico de los parados es un hecho evidente. Así como suena. Un miedo grande que sigue atormentando a los varones que no hallan un trabajo en el cual cumplir las funciones que les hagan sentirse válidos. No olvidemos que el mundo del trabajo ha sido concebido, organizado y construido por los hombres. Y ellos han sido, hasta hace nada, los que han manejado todos sus resortes. Cierto que las mujeres han avanzado mucho, muchísimo, en sus justas reivindicaciones. Lo cual no quita para que los hombres continúen manejando el funcionamiento laboral, y arreglando todos los mandos.

Así, cuando un hombre se queda sin empleo -puede haber sus excepciones- no sólo padece la consiguiente inquietud material, sino que le invade una angustia infinita y queda sumido en un desasosiego abocado a males mayores. Cualquiera que haya pasado por tal situación, o que la esté viviendo, sabrá de lo que estoy hablando.

El parado se siente siempre observado y llega a comportarse como un emasculado. Se da cuenta, en muchas ocasiones, que el decaimiento de su organismo es una realidad y va de un sitio a otro de la casa como un perro abandonado a su suerte callejera. Una permanente irritación convierte a los sin trabajos en los seres más predispuestos a sentirse disminuidos y a creer que se les tiene en muy baja estima. Y, claro, susceptibles hasta extremos insospechados, ante cualquier detalle que asimilen torcidamente, saltan a las primeras de cambio para dar rienda suelta a toda la bilis acumulada que llevan dentro. Son los resultados de la enorme duda que tienen de su capacidad, motivada por el momento que están viviendo, y sobre todo por el resentimiento que les embarga contra una sociedad a la que culpan de su desgracia.

Ni siquiera el subsidio del paro es medicina capaz de aliviar el pánico de los parados. Es ayuda tan necesaria como también una forma de hurgar más en la herida. Sobre todo en aquellos tiempos donde los parados se veían obligados a guardar cola para cobrar en sitios visibles y expuestos a las miradas de cuantos murmuraban contra tales prestaciones. Lo he visto y lo he sufrido. En fin, hablar del pánico de los parados en las circunstancias actuales es recordar una triste realidad, dolorosa realidad, que en estos tiempos ha tomado ya forma de siniestro. Ahora bien, lo que menos necesita el drama es que el secretario general de Comisiones Obreras haga demagogia. Pues todos conocemos que lo único que él ha hecho siempre es meter a dedo a sus amigos en la Administración Local.

(Fuera de concurso. Vicente Álvarez: hombre que presume de cuernos no es de fiar. Porque se puede arrancar con las ideas de un ‘victorino’. Pongan burladeros en las oficinas de Acciona.
 

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