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OPINIÓN - DOMINGO, 11 DE OCTUBRE DE 2009

 

OPINIÓN / MIS COSAS

Mis cosas
 


ADE
ade
@elpueblodeceuta.com
 

Cuando uno era pequeño, entre otros juegos para entretenernos, estaba el de jugar a piratas, armados con nuestras espadas de madera y luchando con nuestros “enemigos”. Todos nosotros, dejamos volar nuestra imaginación y veíamos a los piratas, como personajes con pata de palo, parche en un ojo, una mano cortada reemplazada por un garfio y lo que no podía faltar, según nuestra imaginación, era un loro sobre el hombro del jefe de los piratas.

Cuando los años fueron pasando dejamos de jugar a piratas, porque, en esa época, los piratas no tenían razón de ser. Por eso, en pleno siglo XXI, se nos hace imposible creer que puedan existir piratas, armados hasta los dientes con los últimos adelantos en armamentos y con capacidad para asaltar barcos, tomar rehenes y pedir rescate por ellos, como si estuviésemos en el siglo XIV.

Resulta inconcebible, se mire por donde se mire, que en pleno siglo XXI la llamada “comunidad internacional”, que dispone de grandes tecnologías no disponga de un plan de protección en zona de aguas internacionales para todos esos pesqueros que realizan sus faenas en ellas.

Para conseguir que los pesqueros realicen sus faenas con total seguridad y garantía, los buques de las Armadas de los distintos países que patrullan por esas aguas internacionales decidan, de una vez por todas, intervenir poniendo orden y, ante la gravedad que suponen estos actos de piratería, a cañonazo si es necesario.

Por supuesto, si es necesario, sabiendo en los puertos donde tienen sus barcos, intervenir en tierra, enviando esos barcos piratas al fondo del mar. Como decía la sabia de mí abuela: “muerto el perro se acabó la rabia”.

Nadie puede creer, por muchas vueltas que se le dé a la cabeza, buscando alguna solución, pensar que mil piojosos mantengan un extraordinario negocio por su cuenta y riesgo. Eso no se lo cree ni el que asó la manteca colorá. Detrás de todos estos piratas hay algo más que, por supuesto, hay que combatir.

Según dice, los entendidos, las negociaciones para soltar a los barcos apresados y a su tripulación, se llevan con unos abogados de Londres. Habría que ir a buscar a esos abogados y que dieran las explicaciones pertinentes, de por qué sirven de enlace entre unos piratas y los respectivos gobiernos y cuál es el beneficio que obtienen de esas negociaciones.

No es de recibo que se consienta que le comercio mundial quede supeditado a lo que decidan estos piratas del siglo XXI que, incluso, llegan a jugar con la vida de la tripulación de todos estos barcos de pesca.

Sin lugar a dudas, todas las acciones de estos piratas constituyen un fracaso de la comunidad internacional, de la que se quiera o no se están mofando.

Si el gobierno de Somalia es impotente para detener estos actos de piratería, la comunidad internacional debe tomar las decisiones necesarias, para hacerles entrar en la fuerza de la razón o en la razón por la fuerza. No hay otra solución, para acabar con estos actos de piratería, inconcebible en pleno siglo XXI.
 

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