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OPINIÓN - MIÉRCOLES, 28 DE OCTUBRE DE 2009

 

OPINIÓN / EL ESQUINAZO

Un hombre leal
 


Jesús Carretero
jesuscarretero@elpueblodeceuta.com

 

Así es como debemos calificar a Sabino Fernández Campos que, a la edad de 91 años, nos ha dejado, hace tan sólo dos días.

Con Sabino Fernández Campos, especialmente para aquellos jóvenes que no han conocido el paso a la democracia, se ha ido uno de los personajes de mejor carácter y talante democrático, en los años críticos, en los que pasar del régimen de casi 40 años impuesto por el General Franco, al sistema nuevo con el Rey como Jefe del Estado, no era un camino de rosas.

Fernández Campos fue el guía leal y sabio que estuvo al lado del Rey, durante 17 años, cuando había que hilar muy fino, para que los nostálgicos del antiguo sistema aceptaran de buen grado y respetaran, como se merecía, al Rey de España.

Sabino Fernández Campos, siempre, supo donde estaba, en todo momento sabía el lugar que le correspondía y su formación, su honradez y su lealtad fueron los elementos básicos para saber orientar a un joven Rey que tenía que entrar en la sociedad de finales del siglo XX y comienzos del XXI.

Nunca estuvo, aparentemente, en primer plano. En todo momento estaba en su justo sitio, pero sin que se le escapara nada de sus perspectivas, y además, aquí hay que saberlo valorar y saberlo ensalzar, en los momentos difíciles, muy especialmente en aquella noche del 23 de febrero de 1981, cuando una parte del país corría peligro, cuando las fuerzas, algunas de ellas, estaban desorientadas, o mal informadas y cuando el Rey estaba pasando por los instantes más complicados de sus pocos años en el trono, ahí estuvo el asesor, el consejero, el maestro e incluso el amigo del Rey, marcando, con prudencia, pero con efectividad, los pasos más convenientes de aquellos instantes.

El momento clave y la respuesta “sabia” para aquellos momentos salió de él, al preguntar alguien, desde fuera de la Zarzuela, si estaba allí el general Armada. La respuesta fue lacónica, pero llena de sentido:” Ni está, ni se le espera”.

Quedaba todo dicho, allí se estaba donde y como se tenía que estar, todo lo demás eran, únicamente, algaradas callejeras que no se iban a aceptar.

Y es que en aquellos años, como consejeros, guías o asesores de dos personas claves en el futuro del país, hubo otras dos personas que marcaron la ruta de lo que, para bien o para mal, iba a ser la reciente historia de España. Estos dos hombres fueron, Sabino Fernández Campos, con la Corona y Torcuato Fernández Miranda en los proyectos de la política que iba a iniciar Adolfo Suárez.

Errores, en un desmontaje del sistema y en la nueva estructura de toda la máquina social y política, los ha habido, pero pocos para la obra que se comenzaba entonces y que ha llegado hasta nuestros días, porque ese desmontaje y posterior reorganización de algo nuevo tuvo mucho que ver con el tacto, el temple y el saber donde estaba cada uno en su momento.

Y ahora, en el adiós a un hombre como este, hay que saber resaltar esa lealtad, la hombría de bien y la honradez, puesto que, aunque en muchos círculos no haya caído bien, en ninguna parte se ha podido criticar jamás que no haya sabido estar en su sitio.

Y tal ha sido su obra que, para valorar, para resaltar la personalidad del Príncipe, él mismo fue uno de los principales artífices de los premios Príncipe de Asturias.

A los 91 años, al marcharse, nos deja un claro ejemplo de lo que es la auténtica lealtad.
 

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