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OPINIÓN - JUEVES, 19 DE NOVIEMBRE DE 2009

 

OPINIÓN / EL OASIS

El poder envejece
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

José Luis López Aranguren no se cansaba de decir que el poder envejece. Por más que le respondieran, una y otra vez, que más envejecen quienes no disfrutan de él. Los poderosos suelen distanciarse y por tal motivo no quieren ser molestados.

Hay lo que se llama el síndrome de la Moncloa. Que no deja de ser el cambio radical que se produce en todos los aspectos en el inquilino de esa vivienda. A Felipe González, por ejemplo, el deterioro físico se le comenzó a ver muy pronto.

Sus bolsas debajo de los ojos, las arrugas faciales y las canas galopantes nos indicaban cada día que el político sevillano estaba acusando a pasos agigantados las preocupaciones generadas por las obligaciones presidenciales. Le azotaba la fatiga.

En estos momentos, no hay más que mirarle la cara a José Luis Rodríguez Zapatero para darse cuenta de cómo va perdiendo la frescura de su mirada por mor del abotargamiento de la parte superior de su cara que está pidiendo a gritos la ayuda de cremas refrescantes y revitalizadoras.

Pues bien, por malo que sea envejecer de forma acelerada los hay que dicen que es peor el desgaste que les produce a los políticos salir todos los días en los medios y sobre todo en la televisión. Hasta el punto de que se da por hecho que cuando un político sale continuamente en la tele su desaparición está más cerca que lejos.

Vengo observando a Juan Vivas desde hace ya cierto tiempo. Escudriñándolo cuando está ante las cámaras y de manera discreta cuando lo tengo delante de mí y podemos charlar unos minutos. Y me atrevo a decir que el envejecimiento que le está causando el poder es ya un hecho imparable.

Por más que el presidente combata tantas horas de trabajo y preocupaciones andando largas distancias a ritmo rápido. Magnífico antídoto contra esa decadencia física. De no ser así, seguramente se le acentuarían aún más las huellas del deterioro a que me refiero.

En Barcelona, durante los actos de la Casa de Ceuta, tuve la oportunidad de tener al presidente frente a mí y me di cuenta de cómo habían empezado a cebarse en él las secuelas que le van dejando la necesidad de tomar decisiones como presidente. Aunque lo sea de una ciudad pequeña. Si bien con problemas de urbe grande.

Yo no sé realmente qué protagonismo tuvo Vivas en la dimisión de quien fue vicepresidente del gobierno y presidente del PP en Ceuta; de qué modo actuó y cómo le respondieron los nervios a la hora de afrontar un asunto tan delicado como escabroso. Pero sí puedo decir que en sus facciones se notaban ya impresos los rasgos amargos de los últimos momentos vividos. Señales que ni siquiera a un aprendiz de fisonomía, como soy yo, se le podían escapar.

En fin, que el desgaste físico de los políticos es inevitable. Y más cuando éstos se mantienen en el poder durante muchos años. Un proceso que Vivas ha empezado a sufrir. Y que esperamos no le pase factura como para verse obligado a cortar de raíz su carrera como político. Lo cual sería una pérdida importante. Ya que en Ceuta no se ve a nadie con capacidad suficiente para ocupar su sitio. De Momento, claro está. Si bien debería evitar las apariciones televisadas e innecesarias por sistema. Cuyo desgaste es peor en todos los sentidos. Así que oído al parche, presidente.
 

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