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OPINIÓN - VIERNES, 20 DE NOVIEMBRE DE 2009

 

OPINIÓN / EL OASIS

Allá esas personas con su conciencia
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

La conversación transcurre durante la sobremesa. Se ha comido lo justo pero bien y se ha bebido moderadamente. El reservado del comedor es coqueto y está libre de miradas y oídos ajenos. Todo invita a que las palabras fluyan sin prisas.

Reconozco, dice el hombre que lleva la voz cantante, bajo la atenta mirada de su mujer y de un conocido, que es más fácil ser hombre que mujer. Lo mismo que es más fácil ser guapo que feo, sano que enfermo, inteligente que estúpido. Lo cual no significa que un cretino perezoso tenga una vida más interesante que una catedrática sobrada de cualidades. Pero, con capacidades semejantes, las oportunidades no son totalmente iguales. Para realizarse profesionalmente y triunfar en su vida personal, las mujeres necesitan más energía y más suerte que los hombres. Eso no es justo, pero es así. Las mujeres tienen razón al denunciar sus desigualdades. La voz del hombre suena sincera, mientras su mujer no le quita los ojos de encima y el conocido termina preguntándole.

-A partir de ahora, me imagino que el buen concepto que tienes de las mujeres sufrirá un revés enorme.

No. En absoluto. Cómo pensar de manera distinta si ella, dice señalando a su mujer, me está prestando todo su apoyo en momentos tan difíciles para mí.

-¿Por qué no te rebelaste desde el primer momento?

Porque mi primer pensamiento, cuando estaba siendo objeto de la acusación que tú sabes, estuvo dirigido hacia los míos. Hubiera dado mi vida si con ella hubiese podido evitarles el sufrimiento que les esperaba en cuanto se lanzaran al vuelo las campanas del descrédito contra mí.

-Se dice que has pecado de pardillo...

Puede ser que sí... Más bien es que sí. Y se ha aprovechado esa coyuntura para poner en pie de guerra a todos mis enemigos. Como si mi pecado fuera nefando o algo por el estilo.

-Has tenido la desgracia de tropezarte con ese estilo de mujer que Paul Valéry, intelectual misógino, solía calificar de fastidiadoras: que son capaces de volver locos a los hombres cuando se cruzan en su camino. Generalmente son bellas, ambiciosas, liberadas sexualmente y dispuestas a hacer cuanto esté en sus manos para conseguir logros que les permitan vivir como reinas. Falsas monedas. Sin darte cuenta de que ésta llevaba impresa en la frente la marca de la traición pensada por quienes no te podían ver ni en pintura. Y todo por una obcecación sexual de la que nadie está libre. Por más que ahora salgan diciendo muchos santos varones que ellos nunca habrían caído de boca en ese posible acoso que tú sufrías. Cuando a ti te sobran motivos para conocer la cantidad de sepulcros blanqueados que existen en la ciudad.

Te entiendo perfectamente. Cómo no te voy a entender. Pero en mí no hay el menor indicio de venganza en ningún aspecto. Es verdad que a veces me pueden las emociones. Mas nunca podrá el rencor conducirme por el camino del desquite. Eso nunca.

-De acuerdo. Tu postura me parece admirable. Digna de encomio. No obstante, me vas a permitir que te recuerde que tú has sido objeto de un chantaje preparado minuciosamente por personas sin escrúpulos. Y a las que conviene descubrir para que no vuelvan a cometer semejante vileza.

Agradezco tu parecer. Pero allá esas personas con su conciencia.
 

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