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OPINIÓN - JUEVES, 26 DE NOVIEMBRE DE 2009

 

OPINIÓN / EL OASIS

Entrevisté a Francisco Márquez
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

A principios de este mes, que ya va dando las boqueadas, le dediqué yo este espacio a Francisco Márquez, consejero de Hacienda y portavoz del PP. Y el motivo principal de aquella columna fue para dar por sentado que mi tirria por él era un camelo que alguien se había encargado de orear en la plaza pública. Quizá con muy malas intenciones.

Y lo hice porque me parecía absurdo soportar que se me tachara de sentir aversión hacia una persona con la que nunca había hablado. Y de la que escribí en un momento en que la vida política y social estaba en estado de alerta roja. Y todo lo que se dijera podría hacer más grande la herida que se había abierto en el seno del Gobierno local.

Pues bien, en momentos tales, no tuve el menor inconveniente en referirme a FM como hombre ambicioso. Y decía que ese deseo legítimo más que perjudicarle le ayudaba a superarse en todos los aspectos para ser de los primeros de la clase en cualquier actividad que emprendiera.

Y hasta terminé por regalarle el oído con lo siguiente: sé de buena tinta que si Márquez no hubiera dejado a un lado la milicia podría haber sido general. Pero le pudo más esa irrefrenable vocación que tenía de convertirse en político destacado.

Lo siguiente fue destacar el buen momento que está viviendo nuestro hombre en todos los aspectos. Y no faltó la observación: al político que se le advierte una chispa de ingenio, un brote de imaginación, dosis de malaleche... está poniendo en peligro la oportunidad que persigue para mirar a los demás desde arriba.

Luego llegó el consejo: mire usted, consejero de Hacienda y portavoz del PP, la persona inteligente, cuando hiere debe saber curar. Proverbio que pertenece a un grupo de mujeres de Fez. Tampoco me olvidé de recordar que las personas situadas en un puesto público deben distinguirse por su elocuencia y firmeza, por su conocimiento del hombre y por su habilidad en las tareas, y desde luego han de dar una imagen estupenda.

Así que, basándome en lo dicho anteriormente, no dudé en augurarle a Francisco Márquez un magnífico futuro político. Máxime cuando es bien sabido que cuenta con el aprecio de Javier Arenas. Y finalicé el escrito poniendo los puntos sobre las íes: tengo la buena costumbre de no tomarla con nadie. Y mucho menos con una persona a la que voy a entrevistar en cuanto ella lo crea conveniente. Para poder preguntarle por cuestiones que deben ser aclaradas cuanto antes. Porque, si se deja transcurrir el tiempo, ciertas mentiras pueden cobrar naturaleza de verdades al circular de boca en boca.

Hace días, recibí la llamada de la secretaria del consejero de Hacienda y portavoz del PP para comunicarme el día y la hora en que éste me esperaba en su despacho para ponerse frente a mí. Y allí me presenté revestido de las malas ideas que tiene cualquier inquisidor que se precie de serlo. Y nada más pasar la barrera de los primeros momentos, es decir, la que el entrevistador tiene más que estudiada para que el entrevistado se relaje, comencé a tirarle a dar. Y me encontré con una sorpresa agradable: Márquez no titubeó lo más mínimo en responder a todas mis preguntas. Haciéndolo con suma facilidad. Y además fue elegante en el decir. Que en el vestir ya sabemos que lo es sobradamente.
 

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