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ACTUALIDAD - MIÉRCOLES, 2 DE DICIEMBRE DE 2009


mapa de africa. reproducción.

Terrorismo
 

Al Qaeda en el Magreb Islámico: extensión y límites de la amenaza terrorista en el norte de África

El secuestro de tres cooperantes españoles pone de manifiesto lo que los servicios secretos de occidente venían advirtiendo sobre el nuevo refugio de Al Qaeda. ‘EL PUEBLO’ dio cuenta hace 15 meses de la peligrosa franja del desierto del Sáhara

CEUTA
Alvaro Alvarado(*)

ceuta
@elpueblodeceuta.com

‘El Pueblo’.- La evolución de los movimientos radicales en el entorno geográfico de Ceuta es un asunto al que se le viene prestando especial atención desde este medio. Hace ahora 15 meses, en plena vorágine de actividad yihadista en el norte de África, nuestro compañero, David Alvarado, colaborador de ‘El Pueblo’, corresponsal de prensa en Rabat de Cuatro y CNN+, hacía un exhaustivo informe sobre la evolución del terrorismo islamista en el Magreb preferentemente en los entornos marroquí y argelino.

El GSPC (Grupo Salafista para la Predicación y el Combate) y el GIA fueron la esencia de lo que hoy se conoce como AQMI (Al Qaeda en el Magreb Islamico).

Los servicios de inteligencia vienen advirtiendo de peligrosos movimientos de la red terrorista que han tomado la franja del Sahel como centro de refugio, adiestramiento y operaciones valiéndose de la incapacidad y debilidad de los paises que circundan este inhóspito paraje centro africano.

En septiembre de 2008, ‘El Pueblo’ daba cuenta de las actividades de estos grupos radicales y advertía de la ‘afganización’ de este territorio.

De hecho, la parte del amplio ‘informe Alvarado’, que hoy reproducimos, se centra exclusivamente en el apartado titulado: ‘La región saheliana: el Afganistán del norte de Africa’.

La inquietud con la que los expertos en terrorismo internacional contemplan al Sahel contrasta con la indiferencia de la opinión pública mundial al encuentro de la región donde Al Qaeda más ha crecido durante los últimos años. Esta peligrosidad ha sido – y es – puesta de manifiesto en sucesivos informes de inteligencia de diferentes estados. Desde el Foreign Office inglés hasta el Pentágono norteamericano pasando por el Quai d’Orsay galo, todos coinciden en señalar que, hostigados en contextos como Afganistán o Irak, los acólitos de Oussama Ben Laden han encontrado aquí, en un no man’s land lejos del poder efectivo de los estados y de las fuerzas militares internacionales, un refugio privilegiado, donde AQMI ha establecido su retaguardia, sus cuarteles generales y centros de operaciones, además de sus campos de entrenamiento para mouyahidines magrebíes. Es también en el Sahel donde se planean buena parte de los ataques a cometer en los países de la zona, pero también en la “infiel” y “cruzada” Europa. Los potenciales terroristas acuden de sitios tan distintos y dispares como los barrios de chabolas de los suburbios de ciudades como Casablanca, Tetuán, Argel o Túnez, o las zonas áridas y desiertas más desfavorecidas del este mauritano o del gran sur libio y argelino.

El secuestro, en marzo de 2008, de dos turistas austríacos en el sur de Túnez a manos de terroristas de la órbita de Al Qaeda y la facilidad con la que, en el plazo de pocos días, los reos fueron conducidos hasta la región de Tombuctú, al oeste de Mali, no lejos de Mauritana y a miles de kilómetros de donde fueron raptados, corroboraron estos temores. Este suceso, que saltó a la portada de las informaciones de todo el mundo, dio un importante toque de atención sobre la peligrosidad de la región saheliana, la permeabilidad de sus fronteras, la incapacidad de los poderes en liza para ejercer un poder efectivo de control sobre el terreno y el hecho de que el Sahel se haya convertido en el santuario de la organización de Osama Ben Laden en el norte de África.

En esta franja inhóspita que transcurre a lo largo de media docena de países, desde Egipto y Sudán hasta el África occidental, las dunas de arena se mezclan con las piedras. Los dispositivos de vigilancia se han mostrado ineficaces, lo que convirtió al Sahel en escenario de todo tipo de tráficos ilícitos (drogas, tabaco, productos falsificados, seres humanos), de episódicas revueltas tuaregs y, cómo no, de una intensa actividad yihadista. Si bien existen enfrentamientos puntuales, informes de inteligencia apuntan a que terroristas, rebeldes y traficantes trabajan de forma conjunta. Para muchos expertos, el objetivo de Al Qaida es hacer del Sahel un nuevo foco terrorista, la imagen de Pakistán y de Afganistán en los años ochenta. Con esta finalidad, a la cabeza de este nuevo vivero integrista han sido situados antiguos combatientes en Afganistán como Mokhtar Belmokhtar, alias Abou el Abbas, emir de Al Qaida en la región Sáhara-Sahel. Oculto en el norte de Mali, sobre Mokhtar Belmokhtar, condenado dos veces a muerte en Argelia, pesa una orden de busca y captura.

Satélites de Estados Unidos han detectado en el norte de Malí varios campamentos móviles de entrenamiento para mouyahidines. Permanecen abiertos unos pocos días y después se trasladan a otro lugar del desierto para evitar ser detectados. Conocidos los riesgos y, aunque provisional, incluso su emplazamiento, la lucha contra Al Qaeda en este contexto no se antoja, sin embargo, nada fácil. Las Fuerzas Armadas Argelinas han efectuado incursiones en el norte de Malí, no lejos de Kidal, tratando de acabar con los salafistas. El 20 de febrero de 2007 se concluyó un acuerdo entre el gobierno de Malí y los rebeldes tuareg de la Alianza Democrática del 23 de Mayo por el Cambio en el que, bajo los auspicios de Argelia, se resolvía armar a las milicias tuareg para, aprovechando su experiencia y conocimiento del medio, emplearlas en la lucha contra el terrorismo saheliano.

Ninguna de estas iniciativas parece haber dado sus frutos, al menos de momento. Mientras, las relaciones entre Argelia, Marruecos y Libia son demasiado rudimentarias como para emprender una acción conjunta contra AQMI en la región. Francia, antigua potencia colonial con un peso simbólico harto importante en la zona, tampoco parece querer implicarse sobremanera en la lucha.

AQMI y los Estados Unidos: La estrategia de seguridad africana de Washington

Ante la inestabilidad saheliana y las evoluciones de AQMI en la región, Washington se ha visto en la necesidad de tomar, en cierta medida, las riendas de la situación. Primero puso en marcha la Iniciativa Pan Sahel, que perseguía entrenar y equipar a los precarios ejércitos de la región. El Departamento de Estado envió 1.500 soldados a la base militar francesa en Djibuti, con un presupuesto inicial de unos ocho millones de dólares y con el apoyo de las fuerzas especiales norteamericanas del Comando Europeo (Eucom). En 2005, aunque el programa siguió vigente de manera formal, se puso en marcha un nuevo proyecto denominado Iniciativa Transahariana de Lucha contra el Terrorismo cuyo colofón debiera ser el despliegue del Comando África de Estados Unidos (Africom), para cuya puesta en marcha se destinó un monto aproximado de 80 millones de dólares. El 1 de octubre de 2007 se estableció como una unidad adscrita al Eucom, previéndose su total autonomía y operatividad a partir del 30 de septiembre de 2008.

En abril de 2008, el director del FBI, Robert Mueller, anunciaba la apertura de una antena de su organización en Argel “para hacer frente a las nuevas amenazas provenientes de la región, tras constatar que a lo largo del último año y medio las capacidades de AQMI se han acrecentado de forma inquietante”. Mueller aludió concretamente a “la posibilidad de que un mismo individuo posea dos pasaportes que le permitan entrar en Europa, donde no se encontraría más que a un billete de avión electrónico del aeropuerto JFK de Nueva York o de cualquier otro en territorio estadounidense”. La nueva antena del FBI, que ya dispone de casi 70 en el extranjero, se situó, como viene siendo costumbre, en el seno de la embajada de los Estados Unidos en la capital argelina.

En esa misma época, en Internet se difundía un video extraído de la cadena norteamericana ABC sobre presuntos entrenamientos conjuntos entre el ejército argelino y los Marines en el Sahara argelino. Las imágenes mostraban a oficiales con el uniforme militar argelino y norteamericano disparando metralletas M16 equipadas con aparatos de infrarrojos, además otro tipo de ejercicios de adiestramiento para la utilización de aviones no pilotados destinados al reconocimiento del territorio. Si bien no se precisa ni la fecha en que fueron grabadas las imágenes ni la ubicación exacta de las mismas, se asegura que estos ejercicios castrenses están destinados a la lucha conjunta entre Argel y Washington contra los grupos terroristas que operan en la región saheliana.

Es un hecho que durante los últimos tiempos se han producido numerosos intercambios de visitas entre los responsables de ambos países en la lucha antiterrorista. El informe de Marion E. Bowman, representante del FBI ante la Comisión de Vigilancia de Actividades de Inteligencia en el Senado norteamericano, había citado a Argelia, ya en julio de 2002, como “aliado de los Estados Unidos en la lucha contra Al Qaeda”. Desmintiendo tales propósitos, el Comisario por la Paz y la Seguridad de la Unión Africana, el argelino Ramdane Laâmamra, saltaba a la palestra para negar de forma categórica cualquier presencia de fuerzas militares extranjeras en Argelia. En declaraciones vertidas en rueda de prensa en el Centro Africano de Estudios sobre Terrorismo, en el marco de unos trabajos sobre el terrorismo en el Magreb, Laâmara no dudó en señalar como “la experiencia argelina en el marco de la lucha antiterrorista es reclamada por los otros y no a la inversa”.

El refuerzo de la cooperación antiterrorista fue, precisamente, el eje central de la última gira magrebí de Condoleeza Rice, Secretaria de Estado Estadounidense, que tuvo lugar entre el 4 y el 7 de septiembre de 2008. Si bien Libia, Túnez, Argelia y Marruecos, los países que visitó Rice, coincidieron con Washington en la existencia de un “riesgo terrorista real” que debe ser atajado de forma conjunta, la idea del Africom no acaba de arrancar.

El principal escollo no es otro que la resistencia de líderes como Muammar Gadafi y Abdelaziz Bouteflika, para quienes, al menos oficialmente y de cara a sus propias opiniones públicas, en clave nacionalista y arabo musulmana, la presencia de una milicia extranjera en su territorio se antoja un hecho “inaceptable” que no dudan en calificar de “ocupación colonial”. Sólo Túnez, Nouakchott y Rabat se han mostrado partidarios al Africom, proponiéndose Marruecos incluso a albergar la sede del futuro comando regional. Mientras, AQMI sigue campando a sus anchas en el Sahel, preparando ataques se cada año se cobran cientos de vidas, aprovechando la debilidad de sus enemigos y su falta de capacidad para concluir acuerdos.

* Politólogo y corresponsal de prensa en el Magreb
 

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