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OPINIÓN - VIERNES, 11 DE DICIEMBRE DE 2009

 

OPINIÓN / MIS COSAS

Mis cosas
 


ADE
ade
@elpueblodeceuta.com
 

Decía mi desaparecido y admirado amigo, Paco Gandia, que él todo cuanto contaba eran hechos verídicos. Y aunque algunos puedan dudarlo, era cierto que todas las historias que contaba estaban basadas en hechos verídicos que él trasladaba al público sacándole todo el humor que esos hechos tenían.

Pues bien, todo cuanto estamos contando sobre las navidades, de mí época de chaval, están basados en hechos verídicos de los que fui parte activa y de los que, por supuesto, me siento orgulloso de haberlos vividos y que, por tanto, formen parte de mí vida y de mí historia.

Aclarada la situación y volviendo a aquellas navidades, recuerdo las que celebrábamos unos pocos de amigos, en la casa de alguno de ellos, que estaba soltero y vivía sólo.

A esas reuniones, para la celebración de esta tradición española que no se puede perder, todo aquel que asistía a la misma, debía aportar alguna cantidad, poco o mucho, eso no importaba, pero que con esas aportaciones tuviésemos para comprar un par de botellas, de esas que nunca faltaban en aquellas navidades, una de coñac Terry malla amarilla y otra de aguardiente de anís del Mono.

La falta de ese par de botellas en navidades era un agravio a las fiestas que no se podía permitir. Si faltaban, ni aquello era celebración de navidad, ni nada parecido.

Naturalmente que con la cantidad de amigos que nos reuníamos, haciendo posible conseguir la cantidad de dinero suficiente para comprarlas, estirando mucho, nos podíamos tomar un par de copas como mucho. Con lo cual, el poder coger una ”cebolleta” era poco menos que imposible.

Pero ese par de copas, a las que añadíamos un par de roscos o borrachuelos, nos permitían, con nuestros canto de villancicos pasar una noche memorable, que nos servía para contar, al día siguiente, a otros amigo lo bien que lo habíamos pasado.

Oiga, no es por nada, algunos hasta sentían envidia de no poder haber estado con nosotros. La culpa de esa ausencia era que después de haber cenado, no les habían dejado abandonar sus casas para acudir a esta reunión. Era otra época y otras costumbres.

Por cierto ya que hablamos de la botella de anís, tenemos que decir que cumplía dos funciones a lo largo de la noche. Primero como portadora del liquido elemento de su interior y segundo, que una vez acabado su contenido, era un instrumento aprovechable para tocarlo con una cuchara, un tenedor o un cuchillo y formar parte de los instrumentos para cantar los villancicos.

Que no me venga nadie a decir que nunca ha servido, la botella de anís, como instrumento de toque par cantar los villancicos. Incluso hoy día, a pesar de los años transcurridos se sigue utilizando, para este menester, la botella de anís.

Son recuerdos de un ayer lejano, pero que sigue vigente en nuestras mentes, formando parte de esa historia de todos aquellos que vivimos las navidades de aquella época de hambre y miseria. Recuerdos imborrables, que nos traslada a años pasados pero que, entre otras cosas, nos sirven para recordar a los amigos.
 

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