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OPINIÓN - DOMINGO, 13 DE DICIEMBRE DE 2009

 

OPINIÓN / LAS NOTAS DEL QUIM

Controlar el cambio
 


Quim Sarriá
quimsarria@elpueblodeceuta.com

 

Esta mañana el recibo del agua me ha dado un pequeño sobresalto. Un golpe no esperado para mi bolsillo.

Se impone un control del gasto doméstico, por ello tendré que ir vigilando los trece grifos o salidas de agua de mi casa.

Parece como si alguien se estuviera duchando tres veces al día con todos los grifos abiertos.

Este control lo podemos considerar como control climático porque el agua es un elemento incluido en el clima ¿no?

De ahí a que los gobernantes del mundo quieran hacer, en Copenhague, un control de temperaturas para que no suban más de 2º C, existe un abismo de diferencia.

A menos que hayan inventado un termostato celestial que controle la atmósfera.

O que se pongan a zurcir, cual ojal agrandado, el agujero de la capa de ozono, mandando a sus muy dignas señoras a darle por aguja.

Y encima tratan sobre niveles preindustriales. ¿No te jode?

El tan manido Protocolo de Kioto (vean el juego de palabras que se traen: Kio To = To Kio) no es más que un capítulo agregado al libro del cuento interminable favorito de los asiáticos de ojos rasgados (Los otros asiáticos de ojos no rasgados tienen el Corán).

El cambio climático es una cosa natural que, como olas cósmicas gigantescas, viene de vez en cuando y se va de vez en cuanto a lo largo de toda la historia de la Tierra.

Unas veces viene con tanta fuerza, cada 20.000 años más o menos, que cambia por completo la faz de nuestra bola azul.

El problema está en que no sabemos cuando fue el año cero del último período.

Hoy en día sabemos qué es lo que produce un tsunami. Y sus consecuencias.

Antes, ese mismo efecto catastrófico era interpretado como el Diluvio Universal.

Es que la gente de entonces viajaba escasamente. Nunca fuera de sus dominios.

Toda la fanfarria que acompaña al tema del cambio climático no es otra cosa que una manera de pasárselo bien quienes se creen con el derecho de involucrarse en ello.

Unas vacaciones pagadas por los respectivos Gobiernos, unos, y por las respectivas ONG’s, otros. Cualquier pretexto, hoy en día, es válido para tirar de subvenciones (las ONG’s, ya que los Gobiernos están plenamente servidos).

De esa Cumbre Climática de Copenhague tendrían que salir un fontanero jefe, un lampista jefe y, por lo menos, un controlador jefe del cambio climático.

Como si fuera el encargado de las torres de calefacción y refrigeración de una enorme empresa, de cobertura mundial.

¿Cómo podemos tomarnos en serio a los colectivos protestones globalizantes y de reivindicaciones?

Que utilicen pegamento y algodón para convertir la estatua del oso de bronce que existe delante del edificio de la Bolsa danesa en un remedo de oso polar, es una estupidez sin igual.

¿Qué culpa tiene el pobre oso de ello? ¿Dónde tiene la cabeza esa gente?

Se quejan de que están en el paro porque no hay fábricas y, a la vez, se quejan de que hay demasiadas fábricas culpables, supuestamente, del cambio climático.

No demos más vueltas al tema. Es totalmente natural el cambio que estamos padeciendo. Ya digo que vienen en oleadas esos cambios.

Es de agradecer, de momento, que el clima donde resido actualmente esté como está.

Ambiente cálido que me recuerda mi ciudad. No llega a ser totalmente caluroso, pero casi.

Bueno, espero que de esa Cumbre no salga una esperanzada solución para los patrones empresariales: le daría mucho campo para reducir personal con el pretexto de hacer un considerable esfuerzo por contribuir, precisamente, al cambio climático.
 

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