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OPINIÓN - MARTES, 5 DE ENERO DE 2010

 

OPINIÓN / ESCRITOS CABALLAS

Tiempos de Franco
 


Javier Cherllarám
javiercherllaramt@elpueblodeceuta.com

 

Te pones a pensar en un se­máforo, tomándote el café o en un descanso de un ejer­cicio de pesas y te vienen a la memoria pasajes de tu vi­da, en que no tenías derecho a que­jarte, era el sistema.

La atmósfera en la que estaba en­vuelta todo y lo comparas con hoy en día, y todo el mundo tiene derecho al pataleo, derecho de pernada y dere­cho para quejarse de todo. Hoy el ro­bar es un derecho, más vale que de­jemos los coches y casas abiertas y pasen y sírvanse todo lo que quie­ran, que todos tenéis derechos.

En mis tiempos de Franco, yo era muy niño, pero tengo una memoria que ya quisieran para si muchos po­líticos, los iba a dejar con el culo al aire, no por la época de Franco sino por eso de ‘donde dije Digo, digo Die­go’ y yo ignoraba esto, no sabía lo otro y ejem...

Me acuerdo que en vísperas de mi Primera Comunión, Catecismo puro y duro, misas interminables, no po­díamos saltar ni brincar en el re­creo, parecíamos la Santa Inquisi­ción. En una misa de ofrenda mi ma­dre me puso un polo verde y un pan­talón de cuadros. Mi madre decía que eso era la moda, le decían de pa­ta de gallo...

Firmes, en fila de uno y de a dos, cuando la directora de la Sagrada Familia me vio dijo “horror: el verde verdoso y el pantalón de cuadros”. El peloteo de otros profesores y ni­ños y niñas de empollones y pelotas, ¡oh sí, es verdad! un polito blanco, etc. A lo mejor me ponían la sábana santa o la túnica de Víctor Mature...hoy te hacen la Comunión y van a los ensayos como las Spice Girls, con los piercing y los móviles y los niños parecen Rod Stewart saliendo del casino a las cuatro de la mañana, esperando ¿oye y del regalo qué? La de hostias y palizas y moñeo de pe­los que me he llevado yo en el cole­gio, no nos salvaba ni el Tribunal de La Haya, hoy un profesor le mete un chiquillo a uno y viene el padre con la Intifada y corre el maestro más que Yago Lámela para meterse en la ducha.

Hace años un señor de esos bigo­tes finos y bien cortados, su tupé bien echado para atrás, estaba lar­gando con otro de buena panza, que con Franco no pasaba esto, lo otro, que las colas para ver a Camarón, a eso que entró en el agua una moza como Úrsula Andress, en la película de James Bond, el viejo le salieron los ojos como las brotolas, yo a un amigo cercano le comenté, “mira Juan, con Franco no se veía esto...”

También casi al unísono de la sin­tonía, de este hombre de economato de Franco, fui a ver al Ceuta, un tío más feo y más negro que el tizón que a la postre lanzó un objeto contra el arbitro al final del partido, empezó a proferir gritos como “¡tenía que vol­ver Franco, te ibas a enterar!”. Yo, en mi pensamiento me dije “tu con Franco ya estabas en Comisaría, molido en un colchón de una celda”.

Con Franco iba yo a cinco por ho­ra con una bicicleta en la plaza de los Reyes, me salió uno como el co­misario Conesa, bigote fino, gafas gruesas y oscuras, meda calva y me dijo “¡como pilles a alguien tú y tu padre vais a la cárcel!”, vamos que la sentencia no la podía recurrir ni el juez Dredd de Stallone. Hoy día, co­gen al viejo lo palean, lo moñean y de postre le dicen “¡te voy a quemar el coche!”.

Con Franco, de pequeño, me subí entusiasmado a una vespa de telé­grafos en la puerta de Correos, con tan mala pata que me caigo de boca y con la moto encima. Me sacan, me levantan la moto y una señora con un pedazo de peluca y unas gafas de esas de guiri de Torremolinos dice “¡voy a llamar a la policía, va a venir un guardia!” Corrí tanto para mi ca­sa que me escondí debajo de la mesa de camilla. Hoy te piden daños y perjuicios, que el niño se ha hecho daño al caerse de la moto y el padre del niño agredirá a los de Correos y a la señora de las gafas le dará una hostia. Y vendrán los antidisturbios para restaurar el orden público y el tráfico rodado. Yo de mayor, saco mis conclusiones porque una vez muerto Franco el sistema seguía siendo el mismo todavía y fue llegan­do el referéndum, nuestro Rey nos dio la posibilidad de elegir a nues­tros gobernantes y creamos nuestro ecosistema de convivencia y plurali­dad, pero los nuevos, los demócratas de toda la vida, no han sabido valo­rar los derechos y libertades de los que podemos presumir hoy día, y poder ir, pienso yo, por la calle con la cabeza, por tu calle, con tu coche, por tu playa, por tu pueblo y exigir igual que te exigen a ti, pero siempre acabamos igual, treinta y cuatro años después, acordándonos de Franco para lo bueno y para lo malo. Ni porque quiten calles, estatuas, placas, si luego en Feria y en Navidad se venden todas las Banderas del Pollo…
 

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