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OPINIÓN - JUEVES, 21 DE ENERO DE 2010

 

OPINIÓN / EL OASIS

Carente de malas intenciones
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

En la reunión se habla con sosiego. El que propicia cualquier tregua. Aunque somos conscientes de que aquí se pasa de la calma chicha a la convulsión en apenas un amén.

Los participantes de la tertulia improvisada, en sitio céntrico, no dudan en destacar el valor del empresario que ha sido capaz de invertir en tiempos de crisis. Para que este medio se haga en Ceuta y pueda estar en la calle a la hora que él lo desee. Sin tener que estar pendientes de barcos, helicópteros, o temerosos de que el mal tiempo reinante obligue a suspender el tráfico marítimo. Y, si me apuran un poco, para evitar echarle la culpa al tráfico rodado; al que acusan últimamente de que la prensa llegue tarde a todos los sitios.

Cuando me toca hablar al respecto, prefiero no pronunciarme. Porque formo parte de la empresa y se me ha dicho que cuanto menos alardes se hagan de semejante logro mucho mejor. Porque no se trata de apabullar a nadie, sino de invertir en esta ciudad. Lo cual no deja de ser un gesto que hasta los propios adversarios han de valorar en su justa medida.

Aunque entiendo que la envidia es el peor de los sentimientos. Y que está haciendo mella en quienes habiendo tenido tiempo de actuar, más o menos igual, prefirieron sestear. Convirtiéndose en mamalones profesionales. Convencidos de que una holgazanería bien llevada les podría seguir haciendo participar de las cosas del poder. O sea, por la cara.

Sí, hombre, ya sé que lo que no dije en esa tertulia, improvisada, lo estoy diciendo aquí. Pero creo que tengo todo el derecho del mundo a hacerlo. Por más que luego el editor me lea con lupa y trate de frenarme. Es curioso: el editor, que anda en la cincuentena, tratando de domeñar la voluntad de largar de quien con tantos años cumplidos no renuncia a fajarse con una mujer fea, feísima; un sablista, y el toro suelto que gusta de denunciar en cuanto le dan el primer puyazo para medirle como anda de casta.

A lo que iba, que la tertulia transcurría con placidez, gracias a que sus componentes conocen muchos de los secretos y entresijos de la política local y no se asombran ya de nada. Mas, cuando menos lo esperaba, uno de ellos, un cachondo de altos vuelos, empezó a tirarme de la lengua. Y comenzó así: Manolo, como sé que tú estuviste en la inauguración del edificio de la Comisaría de Policía, en el Paseo de Colón, 4, y en la copa servida posteriormente en el Hotel La Muralla, cuando vino el ministro Corcuera, por qué no nos dice de qué hablaron delante de ti el comisario Antonio Rosino y Elisa Beni, entonces directora de un medio local. “Hoy no toca hablar de eso”.

Coño, Manolo, entonces cuéntanos la anécdota de Germinal Castillo -a quien por cierto le deseamos suerte en Haití-. “Hoy no toca hablar de eso”.

Pues bien, habla de lo de los papeles que fueron sustraídos de un cajón del despacho de un delegado del Gobierno y que luego quisieron vender a un periódico. “Hoy no toca hablar de eso”.

En fin, en vista de tu estrechez, a ver si eres capaz de aclararnos una duda que tenemos todos los que estamos aquí. ¿Por qué el toro suelto la tiene tomada con Higinio Molina y con José Antonio Rodríguez? Y a mí se me ve la cara de pasmo que pongo ante una pregunta que me coge de sopetón. Y, tras pensar lo justo, caigo en la cuenta de que el toro los ha clavado artísticamente en su sitio.
 

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