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sociedad - MIÉRCOLES, 3 DE FEBRERO DE 2010


germinal castillo. c.m..

responsable de cruz roja en haití
 

“Vengo de un sitio donde la gente es muy digna a pesar de las desgracias”

Germinal Castillo relata en persona su primera
crónica desde Ceuta, donde deja muy claro que en misiones como esta “no tienes derecho a desfallecer”
 

CEUTA
Cristina Marzán

ceuta
@elpueblodeceuta.com

Me he traído para España mucho más de lo que me llevé para Haití. Situaciones duras, difíciles de digerir, pero he aprendido mucho”. Con estas cortas pero intensas palabras confesaba Germinal Castillo lo que ha significado para él convertirse de la noche a la mañana en el responsable de Comunicación de Cruz Roja Española en Puerto Príncipe, donde la vida y la muerte se han dado la mano en un desafío que, en sus primeros momentos, planteaba la madre naturaleza.

Todavía mantenía el rostro cansado, duras facciones que reflejaban el agotamiento acumulado en estos últimos quince días, y una mirada quizás confusa, en la que se difuminaban la alegría de regresar junto a los seres queridos, y la nostalgia y el saber de que aún queda mucho por hacer. “Vuelvo yo, con una maqueta muy ligera de equipaje, y con ganas de hacer muchas más cosas. Esto no va a ser, ni puede ser, una anécdota. Es un compromiso, más aún del que tenía”, aclaraba con firmeza. Mantenía la calma, templanza, voz serena; pero era inevitable que apartase la mirada y permitiera que el recuerdo, tan cercano y vivo, se adueñara de sus palabras, de sus gestos, de esa tristeza melancólica que no le ha permitido deshacer el equipaje esperando que el teléfono vuelva a sonar. “Te das cuenta de lo mucho que se necesita cualquier tipo de ayuda, por ello, estaría dispuesto a volver cuando hiciera falta, a Haití o a donde me mandaran. Sin duda”, admitía el voluntario de Cruz Roja Española.

Su soltura por la romántica lengua francesa fue una de las cualidades por las que desde Madrid lo enviaron a la tierra de los temblores, sin embargo, el idioma, base de la comunicación eficaz y fluida, ha sido muy variado. Por eso, mientras le preguntábamos la necesidad de las palabras, soltaba sus primeras risas. “Los dos idiomas que se utilizaban era el inglés y el francés pero en la calles se hablaba el ‘creole’, el criollo haitiano. Aunque he venido defendiéndome, más que aceptablemente, en inglés porque no me ha quedado más remedio”, puntualizaba Castillo.

Durante estos días, los ceutíes, los españoles, los americanos y toda el globo terráqueo ha visto oleadas de violencia en las calles haitianas que se han convertido en las noticias por excelencia de telediarios, informativos y miles y miles de páginas que han dado la vuelta al mundo. Noticias que adquirían grandes dimensiones cuando una multitud de personas perseguían camiones repletos de agua, todoterrenos con mantas y cálidas visitas, y disparos que neutralizaban el sonido ambiente de un pueblo que lloraba por una simple gota de humanidad. “Jamás he sentido miedo, nunca me he sentido agredido, pero es cierto que el no tener nada y que tu vida dependa de otras, crea malestar. Y debían entender que no podíamos llegar a todos al mismo tiempo cuando se trata de la mayor catástrofe de la historia reciente”, explicaba, sin poder eludir la gestualidad que le despertaba hablar de tanta y tanta miseria que ha escondido bajo sus sombras cientos de cuerpos sin vida.

Pese a todo, las circunstancias, los hechos, las anécdotas y la creencia en algo que va más allá de la mente humana, han despertado en Germinal Castillo un rayo de esperanza que cobraba brillo en sus ojos cuando recalcaba esa llegada que de todas partes ha llegado hasta Puerto Príncipe. “No he parado desde que llegué pero no sé el resto de organizaciones. Lo que puedo asegurar es que, euro que ha llegado, euro que se ha invertido en Cruz Roja en toldos, mosquiteras, cubas de agua, hospitales de campaña, medicamentos, potabilizadoras, mantas... La ayuda se ha repartido pero es tantísimo que parece que no se ha hecho nada cuando trabajábamos doce horas y parecían 24. Luego, llegabas al campamento y seguías; la organización, el día siguiente, el envío de fotografías, las crónicas, la atención a los medios y un sin fin de cosas más”, relataba Castillo, sin abandonar esa sonrisa que le producía el enumerar y evocar todas esas vivencias que le han dado una fuerza que el creía guardar en el baúl de los recuerdos. Aún así, las malas pasadas que juega el caprichoso destino nunca llegan solas y se plantean como retos que parecen insuperables. “Lo pasas mal cuando ves que alguien sufre pero no tienes elección. Puedes ir a llorar y, de hecho, es así porque no eres insensible. Pero no tienes el derecho de desfallecer, no puedes, es imposible, a eso no vas. Afrontas la situación y en mi caso, me he sentido muy arropado por los compañeros”, confesaba orgulloso y agradecido.

El dolor une, nos recalcaba Castillo, pero Haití, su gente, sus niños, sus familias sin hogar y sin nada que tener, han conseguido embriagar y enamorar el corazón del ceutí, que en situaciones extremas, ha comprobado y experimentado lo que significa la palabra, solidaridad. “Todas las heridas se curan pero dejan cicatrices; también soy consciente de que es una oportunidad única de hacer un trabajo que me gusta y de poder ayudar. Pero, al mismo tiempo, todo eso se puede hacer porque hay un mogollón de gente en todos lados haciendo otras cosas. De nada sirve que Germinal, de Cruz Roja, esté en Haití, si no hay compañeros que facilitan la comunicación, si no hay periodistas que hablen de lo que se está haciendo, que hay unos ciudadanos que saben lo que está pasando, que hay personas que están aportando dinero... Es una cadena, una organización humana que traspasa la Cruz Roja”, finalizaba, con la mejor voz de toda la entrevista.
 

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