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OPINIÓN - DOMINGO, 21 DE FEBRERO DE 2010

 
OPINIÓN

Miscelánea semanal

Por Manuel de la Torre


LUNES. 15

Llueve a mares. Vamos, más que cuando enterraron a Julio Romero de Torres en Córdoba o a Fermín Salvoechea en Cádiz. Y ese llover a mansalva me impide pasearme por el centro de la ciudad. De modo que me es imposible cumplir mi deseo: poder saludar a Pío García-Escudero. A quien entrevisté en su visita anterior y debo decir que me causó una magnífica impresión. Estuvo campechano y con don de gentes en aquella ocasión el portavoz del Grupo Parlamentario Popular en el Senado. Buen aficionado a los toros, recuerdo que tuvimos la oportunidad de enfrascarnos en una conversación taurina donde ambos acabamos reconociendo nuestra predilección por toreros del mismo corte. Ya que ambos, además, somos asiduos a la Feria de San Isidro: él como espectador en Las Ventas del Espíritu Santo y yo en cómoda butaca de la salita de estar frente al televisor. En fin, que ya tendremos oportunidad de volver a pegar la hebra cuando Pío García-Escudero vuelva a visitarnos.

MARTES. 16

Emilio Lamorena y Maite, su esposa, andan de compras. Los localizo mirando escaparates y decido pararme a charlar con ellos. Minutos más tarde, Emilio me pide que le firme en un folio en el cual se pide que le sea concedida la Medalla de Plata, a título póstumo, a Joaquín Fernández Ortiz: coronel que ejerció la medicina como director de cardiología en el Hospital Militar. Y cuyo fallecimiento se produjo en noviembre de 2008. La petición de la medalla ha sido una iniciativa de Silvia Ríos. Por conocer ésta sobradamente los méritos acumulados por Joaquín Fernández como médico capaz de desvivirse por sus pacientes aunque éstos estuvieran escasos de medios. Joaquín Fernández Ortiz, nacido en Badajoz, era un ceutí más. Al que nunca se le caía el nombre de esta tierra de la boca. Entre sus amistades me han dicho que estaba Pepe Ríos. No creo, pues, que resulte tarea ardua conseguir las 500 firmas a favor de una causa que nos parece más que justa.

MIÉRCOLES. 17

Hacía ya mucho tiempo, muchísimo, que no hablaba con Nicolás Fernández Cucurull. Y hoy he coincidido con él y nos hemos metido en conversación. El tema principal de la charla ha sido lo difícil que es opinar en el periódico. Y más complicado todavía es hacerlo en una ciudad pequeña. Máxime en los tiempos que corren: donde la calle no está para bromas. He visto a Nicolás, de quien sólo me cabe decir que es tan educado como buen conversador, un tanto apagado. Como si estuviera ya pensando en su futuro político. Lo cual es lógico, sabiendo que las cosas en el PP de Ceuta cambiarán en muchos sentidos. Y he lamentado no sonsacarle al respecto. Por más que sepa que el senador es persona prudente en cuanto concierne a las interioridades de su partido. No obstante, en cuanto le vuelva a ver, prometo que le tiraré de la lengua para tratar de que me ponga al tanto de una situación que se puede dar muy pronto. Una situación delicada y por tanto necesitada de un tratamiento tan exquisito como inteligente por parte del presidente del partido.

JUEVES. 18

Veo venir hacia mí a Yolanda Bell. Y sólo se me ocurre decirle que se detenga un momento porque me agrada sobremanera charlar con ella. Aunque últimamente parece ser que nuestras buenas relaciones están en crisis. Y, claro, a mí esa situación me produce cierta inquietud. Pero ella niega que nuestra amistad se haya enfriado hasta tal punto. Y yo quiero creerla. Hoy, por ejemplo, en cuanto he podido, que ha sido en cuanto la portavoz del Gobierno ha dejado de hablar por el teléfono portátil, la he puesto a prueba diciéndole que haga el favor de no andarse con remilgos en lo concerniente al conocido como ‘Caso Punta Blanca’. Que es necesario que el Gobierno presidido por Juan Vivas presente la denuncia correspondiente contra las personas que en su día injuriaron y calumniaron a todos los empleados del Centro de Menores. Y a los que salimos en defensa de esos empleados. Combatiendo esa falsedad que hablaba de cómo se oían desde la calle alaridos terroríficos en el interior de las instalaciones, debidos a los castigos que recibían los internos. Pero Yolanda Bell, consejera de Medio Ambiente y portavoz del Gobierno se ha limitado a sonreírme de manera angelical. Y yo, como ustedes comprenderán, me he quedado embobado y por tanto mudo.

VIERNES. 19

Un día, de hace ya su tiempo, yo confesé -no sé si en estas páginas o en ‘El Oasis’, la columna diaria- que Inmaculada Ramírez, la portavoz socialista en la Asamblea, había empezado dubitativa su tarea como diputada pero sin dejar de dar muestras diarias de una gran categoría como persona. Pues bien, pasado el tiempo y con lo que ha llovido, debo ratificarme en lo dicho: Inmaculada Ramírez es una gran mujer. Hoy, cuando caminaba ella hacia el edificio municipal, me he cambiado de acera para saludarla. Y hemos aprovechado el momento para charlar unos minutos. Y me ha vuelto a demostrar que hablar con Inmaculada sigue siendo un placer. Amena, amable, sencilla, y sobre todo revestida de una simpatía natural que cala en cuanto se le va conociendo. Inmaculada, una vez que pasó por ese trance tan molesto que es pagar las novatadas correspondientes en toda tarea desconocida, se ha ganado el derecho a seguir contando con la confianza de su partido. Al menos, yo lo creo así. Y así se lo he dicho a ella. En cuanto se me ha presentado la ocasión. Pero hace falta que la señora Ramírez quiera continuar ejerciendo como política en activo. Pues hay que echarle mucho valor con la que está cayendo...

SÁBADO. 20

No hace falta decir que yo frecuento mucho el Hotel Tryp. Y que puedo presumir de ser atendido estupendamente. Pero esa atención se la dispensan a todos los clientes y a cuantos se les ocurra visitar la cafetería del establecimiento. Y es porque el personal del hotel sabe cumplir perfectamente con sus obligaciones. Hoy, dado que a todos no los puedo destacar, no tengo más remedio que acordarme de Isabel: una señora portuguesa con tan buen talante como dueña de una personalidad apabullante. Y así se lo digo a Elisabeth Carreira Hernández. Otra mujer a la que no se la cae la sonrisa de la boca mientras permanece pendiente de todos los detalles que necesitan de su presencia en la barra. Elisabeth es cuarta de una familia de cinco hermanos. Está casada y es madre de dos hijos. En sus ratos libres dice que le gusta oír música y bailar. Goza de una simpatía natural que se le nota de lejos. Y hoy, hablando de ella y de Isabel, aprovecho la ocasión para felicitar a todo el personal del hotel por lo bien que desempeñan su tarea.cismo, tan bien remunerado, y dejarse de actuar en la sombra. No vaya a ser que salga trastabillado del envite.
 

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