PortadaCorreoForoChatMultimediaServiciosBuscarCeuta



PORTADA DE HOY

Actualidad
Política
Sucesos
Economia
Sociedad
Cultura
Melilla

Opinión
Archivo
Especiales  

 

 

OPINIÓN - JUEVES, 25 DE FEBRERO DE 2010

 

OPINIÓN / EL OASIS

Elogio de la lectura
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Montesquieu había encontrado en la lectura no sólo un medio de adquirir conocimientos; sino que también tenía claro que leyendo, siquiera fuera una hora, no había disgusto que se le resistiera. Así que cuando hablaba de su perfecto equilibrio aseveraba lo siguiente: “No habiendo tenido nunca disgusto que una hora de lectura no me haya quitado”.

Con todos mis respetos para Montesquieu -señor de la Brède, presidente del Parlamento de Burdeos y autor de una obra compleja-, me parece que exageraba con su ejemplo. Puesto que para leer se necesita calma y precisamente los disgustos causan inquietud, zozobra, ansiedad, etcétera.

También es verdad que cuando uno está leyendo no quiere ser interrumpido. Máxime si la lectura es de las que te llevan embebido en la muleta de la emoción que no cesa entre párrafos y capítulos y sin que en ningún momento descienda el enorme interés que lo leído despierta.

Largo introito, pues, para decirles que de esa guisa me encontraba yo anteayer por la tarde cuando sonó el teléfono. Y di un respingo saturado de enfado. Una especie de rabieta de niño al que le han negado un capricho y se pone como todos sabemos que se ponen los niños enrabietados. Menos mal que la llamada resultó ser de alguien a quien aprecio muchísimo y que además cuando conecta conmigo lo hace siempre con el fin de ponerme al tanto de asuntos que él considera debo conocer aunque sean por encima.

Ese alguien, de quien no tengo inconveniente en repetir que le tengo ley, me contó cosas muy sabrosas. Unas de actualidad y otras pertenecientes a hechos antiguos que ni siquiera el paso del tiempo ha conseguido quitarles vigencia.

Comenzó recordándome lo ocurrido cuando ‘Continente’ envió a un hombre de su confianza a Ceuta para negociar con el gobierno local el establecimiento de los grandes almacenes. Cuatro fueron las personas que cada vez que llegaba el delegado de los grandes almacenes a la antesala de presidencia, con el fin de negociar, ya estaban allí esperándole para pedirle las comisiones correspondientes. Y lo hacían de manera tan burda, me dice mi interlocutor, y con tanta avaricia, que todavía la persona enviada por ‘Continente’ las recuerda y hasta disfruta aireando sus nombres entre gentes allegadas a él. Es decir, que los mangantes, cada dos por tres, salen a relucir en ecos de sociedad.

Finalizada esa confesión, me pregunta mi amigo si yo sé algo relacionado con un político a quien le costó dos millones de pesetas acceder a un cargo. Y le digo que no. Pero que es cierto que esos rumores me han llegado. Pero de ser así, y si un día alguien decidiera hacer una confesión en regla del chantaje que le hicieron a ese buen político y magnífica persona, el asunto sería motivo de escándalo público.

Mi amigo y yo llegamos al final de la charla; no sin antes decirme él que días atrás, y en comida fuera de Ceuta, tuvo la oportunidad de enterarse de cómo se grabaron ciertas imágenes que han influido decisivamente en la política local. Mi respuesta no se hizo esperar: Siempre lo supe... Colgué y volví a mi lectura de ‘España. Tres milenios de Historia’. Cuyo autor, Antonio Domínguez Ortiz, fue un sabio.

(Sabio (!) es también este personaje: Juan José Oliva Álvarez.)
 

Imprimir noticia 

Volver
 

 

Portada | Mapa del web | Redacción | Publicidad | Contacto