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OPINIÓN - MIÉRCOLES, 3 DE MARZO DE 2010

 

OPINIÓN / EL OASIS

La guasa
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Guasa. Se dice de cierta gracia seria, en reposo, disfrazada con cierto toque de cinismo, un mucho de ironía, y rebozada de sentido común. Por ejemplo: no pocas veces me han preguntado aficionados si yo me veo aún capacitado para ascender a la Asociación Deportiva Ceuta. Y siempre he respondido que sí. Aunque me reservo decirles que yo no me sentaría jamás en un banquillo. Por razones obvias.

La siguiente pregunta no se hace esperar: ¿Por qué no lo intentas...? Y siempre contesto así: Porque conseguir el ascenso tendría el premio de mi salida a hombros. Lo cual sería poner a sabiendas en peligro la vida de muchos envidiosos a tiempo completo.

La guasa hay que situarla, según nos explica el ‘Habla de Cádiz’, libro que se ha editado ya muchas veces, junto al mar, exige el mar, porque éste da una plasticidad renovada de las cosas y de los seres. No es montañera y coquetea con los aires nuevos. O sea, que tiene dinamismo portuario. La guasa es una exageración. Sin duda. Pero conviene domeñarla. De lo contrario, quien la dice está a un paso de caer en la malaje. Sobre todo si el guasón no consigue reírse de sí mismo.

Reírse de sí mismos les vendría muy bien a ciertos personajes de esta ciudad que andan siempre con la mosca detrás de la oreja. Viendo fantasmas donde no los hay y tratando por todos los medios de mantenerse en primera línea de las actividades que desempeñan aportando solamente mediocridad a raudales.

A todas esas personas, ya sean políticos, periodistas, empresarios, funcionarios, sindicalistas, directivos de sociedades, autoridades, etcétera, les vendría muy bien practicar la guasa, sin ánimo peyorativo, como está mandado. Seguro que le empezarían a ir mejor las cosas. O no darían esa impresión de estar estresados hasta las cachas. Estreñidos por sistema.

A mí me gustaría, lo digo de verdad, leer un día un escrito de Juan Luis Aróstegui donde la burla fina tuviera cabida aunque fuera en pequeñas dosis. Por eso de que lo bueno... Es más, si ello sucediera no tendría ningún inconveniente en proponerle como presidente de una tertulia en la cual se rindiera pleitesía al humor.

La tertulia se celebraría una vez a la semana y comenzaría a las once de la noche y duraría hasta las dos. Se haría, eso sí, en lugar adecuado para que pudiera asistir Juan Vivas. Primero, porque es el alcalde y tiene por costumbre dejarse ver en todos los sitios. Y pobre de aquellos que organicen cualquier acontecimiento y no lo inviten. Segundo, y he aquí lo mejor, porque Vivas hace ya mucho tiempo que aprendió a reírse de sí mismo. Y desde entonces, créanme, tiene la sana costumbre de reírse de los demás, cuando toca, por lo bajini.

Hasta el punto de que voy a permitirme celebrarlo como experto en guasa. Especialista en coña fina. A nuestro alcalde, lo digo por experiencia, no se le puede dar el menor motivo para que decida poner en marcha su máquina de la burla, chanza, zumba, broma, cuchufleta... Todo rematado con la cucamona oportuna. Eso sí, toda esa gama de cachondeo, que le viene muy bien para serenar su espíritu y relajarse de sus esfuerzos y dificultades diarias, se le refleja en sus ojos. Y conmigo no le vale. Por más que sea un profesional de la ironía.
José Antonio Ramírez Pérez es candidato (!) al Premio Mingote.)
 

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