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OPINIÓN - DOMINGO, 21 DE MARZO DE 2010

 
OPINIÓN / VENTANA ABIERTA

Los vacíos interiores

Por Miguel Ángel de la Huerga (Orientador Familiar)


La base de la felicidad de las personas consiste en poder satisfacer su necesidad fundamental de “querer y ser queridas”, en el significado etimológico del cariño como “cuidado atento” a otra persona.

El psicoanálisis nos enseña que la carencia de este cuidado atento puede producir cuatro tipos de sentimientos: la angustia, el vacío, el dolor o la tristeza, a su vez causantes de neurosis, depresiones y traumas psicológicos, cuya repercusión depende de la etapa vital en que se producen. Esta necesidad de “querer y ser querido” se manifiesta a la edad temprana de los dos meses y nos acompaña en toda nuestra vida, aunque hay etapas más críticas en las que su ausencia produce más vivamente ese vacío existencial.

Las características de esos sentimientos de ausencias o vacíos interiores dependen de la edad en que se descubren; pero me quiero referir hoy, por su frecuencia en las consultas, a los que se manifiestan en hombres y mujeres alrededor de los cincuenta años. En las mujeres, en esa edad crítica biológicamente, a menudo con las fundamentales tareas de crianzas en situación muy avanzada, empiezan a detectar los vacíos y carencias producidos por falta del “cuidado atento” que les haga sentirse valoradas como mujer y como persona, y considerarse importante para aquellos a los que quiere.

En el caso de los varones de esas edades, que han sido probablemente educados para desempeñar otros tipos de roles sociales y familiares que los que los tiempos modernos les exigen, es frecuente que aparezca lo que se denomina “malestar masculino”, con una sensación de estar perdidos, incapaces de dar respuesta a lo que la sociedad les está demandando, produciéndoles unas inseguridades, unos vacíos, fundamentalmente por la no aceptación de su vulnerabilidad.

El siglo XXI se identifica con el vacío a todos los niveles: en la persona, en los valores, en la sociedad. Y estos vacíos, estas carencias, son la mayor forma de pobreza de la humanidad. Ya decía la madre Teresa de Calcuta, dedicada a los pobres entre los más pobres, que el auténtico pobre es el que carece de amor.
 

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