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OPINIÓN - MARTES, 23 DE MARZO DE 2010

 

OPINIÓN / EL ESQUINAZO

El gran botellón
 


Jesús Carretero
jesuscarretero@elpueblodeceuta.com

 

Los organizadores lo consideran la fiesta de la entrada de la primavera, una fiesta más que podría ser atractiva, de nos ser porque en esta moda de “con el alcohol vale todo”, los comas etílicos, especialmente en este tipo de fiestas, causan más daños y más disgustos de lo que cabría esperarse.

¿Ésta es la diversión de nuestra juventud?. Las respuestas deben ser varias y variadas. En primer lugar, al botellón no va toda la juventud, ni tampoco todos los que van son jóvenes.

Es más, esta moda, que hace muy pocos días tuvo su exponente máximo en Granada y otra gran representación en las inmediaciones de Sevilla, ha surgido porque no todos los jóvenes pueden sufragarse un par de rondas, con sus amigos, donde los precios han sido y siguen siendo, tan abusivos, que con la “paga” que una madre o un padre le dan al chaval no podría estar mucho rato alternando con sus compañeros.

Para evitar eso que le pasa a uno y les pasa a casi todos los jóvenes, hacen “ su propia compra”, pagan entre todos y con lo que les iba a costar una copa pueden tomarse tres o cuatro.

El primer paso lo han saldado a su favor, pero viene el segundo y aquí las cosas no les son tan favorables, porque una copa no le va a sentar mal, dos caen un poco peor y ..., a partir de aquí, todo lo que llegue será veneno momentáneamente y adicción para el futuro.

Esto ya sienta mucho peor y a esos jóvenes muchísimo más, por lo que tenemos que un alto porcentaje de jóvenes de 16 años ya están metidos, de lleno, en ese mundo y cuando llegan a los 18 mucho más, como si estas aventuras se hubieran convertido, casi, en “una forma de vida para el fin de semana”. No sé cómo se puede enmendar.

Las leyes, no lo olvidemos, están para cumplirse, pero cuando un chaval de 17 años va a comprar una botella de ron, o un paquete de tabaco, no parece que sea misión del estanquero, o del dueño de una tienda, pedirle el documento de identidad, con lo que siendo menor puede estar adquiriendo unos productos que le estarían vedados, legalmente, por su edad.

Por otro lado está el problema de si tiene que estar vigilando la Policía, Nacional, Local o la Guardia Civil. Esto sería más que discutible y además no me parece lo más potable que para este tipo de “fiestas de la borrachera” tengamos que tener allí guardándoles a nuestros agentes que, seguramente, serán más necesarios en el mantenimiento de un orden que otro tipo de gentes intente desestabilizar.

Es difícil, yo al menos no percibo por donde se puede dar una solución, que hay que dar, a estos problemas que han surgido de la forma más absurda y que están siendo auténticas taras sociales.

Todavía no tengo en mi poder unos datos exactos o aproximados de hasta donde llegan los comas etílicos en la fiesta de la entrada de la primavera, pero viendo el ambiente que había, observando la cantidad de botellas de alcohol que circulaban y viendo el número, por encima de los 15000 jóvenes, sin otro freno más que el de su propia conciencia o el de sus simples caprichos, mucho me temo que las intervenciones médicas debieron ser numerosas, en algo provocado, no controlado y que se escapa de toda programación coordinada y legítima.

Esto es un plus, pero un plus que nos cuesta, también, a quienes jamás estuvimos en un botellón, ni nos agrada que exista.
 

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