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OPINIÓN - MIÉRCOLES, 24 DE MARZO DE 2010

 
OPINIÓN / EL 7º DE MICHIGAN

Lo siento por mí

Por Fidel Raso


De la misma manera que la corrupción no está en la clase política sino en la sociedad que la alimenta y le sirve de germen embrionario, el derecho a saber y a la información agoniza después de que durante siglos miles de personas hayan luchado y muerto para que, por estas fechas, hubiéramos sido más libres de lo que nos podemos imaginar. Hoy no es así. Nuestra sociedad moderna occidental está infectada por el virus del caos y de la falsa moral al quedar aplastada bajo las pisadas de muchas moquetas del poder real después de un agotador camino que venía desde mediados del siglo XX.

Jamás en la historia del hombre ha habido una sociedad sobrealimentada y opulenta como la nuestra como tampoco ha habido sociedad en la que nuestros hijos reciban tanta violencia gratuita en forma de videojuegos, programas infames de televisión en horario infantil o tutelas esquivas sobre los mismos en forma de “actividades extra escolares”.

La indecente moral, aparentemente dominante, es incapaz de explicar a sus hijos la diferencia que hay entre unos hombres con comportamientos salvajes que actuan violentamente o por corrupción, o por instinto animal de aquellos otros que actúan violentamente porque únicamente son estúpidos y generan violencia y hechos estúpidos.

Contra los primeros la terapia es muy dificil. Contra los segundos quizás se pueda hacer algo. Quien esto escribe ha informado visualmente sobre más de cien atentados terroristas y ha perdido la cuenta sobre accidentes de todo tipo y otras cosas más. Detrás de mí queda un rastro de información sobre ello que de leerlo haría palidecer de vergüenza al más sobornado de mis posibles no amigos.

Contra la estupidez humana quedará el recurso de ampararse en leyes, que de aplicarse en sus justos terminos y de manera permanente tendrían que sancionar a la mitad de la población y meter en la cárcel a la cuarta parte de ella. Pero las leyes no han logrado, a pesar del esfuerzo de muchos miembros del poder judicial, que sectores irresponsables de nuestra colectividad sencillamente actúen con sensatez para liberar juzgados y conciencias atormentadas entre otras cosas

El drama de aquellos que creemos que con el Periodismo todavía podemos hacer algo por remover conciencias bloqueadas y así trabajamos día a día repartidos a lo largo del mundo es el de colocarse en medio de la estupidez humana sin nada que pueda justificar tal actitud.

Muchos periodistas nos echamos encima parte de la porquería de una sociedad estúpida. Uno de los reporteros que más admiro y cuyo nombrte no viene al caso lo resumió muy fácil en su adelantado retiro: “Vivo entre los fantasmas que me acompañan y habitan mi casa”.

Desde el horror de mi también admirado Josep Conrad en su ‘Corazón de las tinieblas’, donde analiza “los oscuros reflejos del alma humana”, hasta la verborrea gratuita de pesonas que no han dejado de ser una ameba en su grado de evolución hay una diferencia.

Nos estan arrebatando el sueño de aquel hombre libre, responsable e informado para hacernos creer que el buscador de votos, el demagogo y el irresponsable ciudadano que mira el dedo cuando se señala la Luna es un ciudadano ejemplar dentro del ‘Ágora’ que construiría al hombre nuevo..., que no llegará.

Vivimos en una sociedad de tinieblas trasparente, donde la pelea de unos pocos nos lleva a que sea heróico lo que debería ser normal. Hay periodistas indecentes por su omisión, frente a otros que se parten la cara en cada metro cuadrado que pisan; periodistas a quienes el alcohol es lo único que les hace ver la puerta de salida de su vida profesional frente a otros repartidos por el mundo que intentan hacer algo con lo mejor de si mismos.

Los accidentes de tráfico matan más que las guerras y dejan más secuelas que muchas víctimas de guerras. También jamás se ha tomado conciencia de tal situación hasta el extremo de que muchos pseudo gobiernos pusilánimes del tercer milenio en el único sitio que actúan con firmeza es en el de tomar conciencia social respecto a los accidentes de tráfico para enchufarnos unas imágenes impactantes que aun así parecen carecer de eficacia suficiente.

Lo siento por los periodistas que prefieren ser buenas personas antes que buenos periodistas sin saber qué relación tiene una cosa con la otra en la profesión más complicada del mundo. Lo siento porque en el paro hay gente a la que ser buena persona (algo subjetivo) se la traería al pairo y preferiría ser buen periodista dentro de su cometido social.

Lo siento por aquellos que también malviven dentro del Periodismo pero que no sabrían distinguir la diferencia de contenidos visuales entre el cuadro de los fusilamientos del 2 de mayo de Goya y el logotipo de un bote de pintura Bruguer. Y lo siento por mí. Por tantos años de impotencia de ver cómo se me escapa la vida andando por el camino donde circula la estupidez humana.
 

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