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OPINIÓN - SÁBADO, 27 DE MARZO DE 2010

 

OPINIÓN / MIS COSAS

Mis cosas
 


ADE
ade
@elpueblodeceuta.com
 

Es raro el día que no me encuentro a mi amigo Pepe. Tan raro como que al pararme con él no hablemos unos minutos de fútbol y, sobre todo, del equipo de sus amores, AD Ceuta, al que, por cierto, en esta temporada a pesar de ser abonado no ha ido a todos los encuentros.

Para mí, personalmente y en persona, Pepe, tiene dos grandes amores, su familia y su Compañía del Mar. Esa Compañía del Mar donde han prestado su servicio militar tantos y tantos ceutíes entre ellos, por qué no decirlo, mí padre.

Dejando estos dos grandes amores, que son los mayores de su vida, siente pasión por su tierra, por el equipo de la misma y por el Real Madrid. Y como hombre cultivado que lo es, siente uno el placer de poder charlar unos minutos de lo divino y de lo humano. Pues no todo, en esta vida, se va a centrar en el deporte rey.

En ocasiones conversamos, además del fútbol o de lo que nos parezca, me comenta que le encanta cuando escribo cosas antiguas de nuestra tierra. De esta tierra de la que, ambos dos, nos sentimos orgullosos de haber nacido en ella.

Y ayer, ahora que se acerca la Semana Santa, como no podía ser de otra forma, después de charlar un rato sobre nuestro equipo caballa, cambiamos la conversación hacia lo que se comía en las casas por aquella época cuando se iniciaba la Semana Mayor.

Quizás derivamos la conversación hacia aquellas comidas, dejándonos llevar al compararlas con las comidas que hoy se realizan y que marcan una gran diferencia con la de aquellos tiempos.

Mientras hoy, salvo honrosas excepciones, se come lo que haya que comerse sin tener que guardar vigilia alguna, en nuestra época los jueves y Viernes Santos no se comía carne en ninguna casa de Ceuta pues en todas ellas se guardaba la vigilia.

En aquella época las comidas consistían en los garbanzos con bacalao, las toritillas de bacalao y de postre las consabidas torrijas al menos esos dos días de vigilia.

Por cierto, aún cuando las cosas con el paso del tiempo han experimentados ciertos cambios, las torrijas siguen estando en las mesas de muchos hogares ceutíes. Esta es una de las tradiciones que no se ha perdido, en cuanto llega la Semana Santa, a la hora de tomar el postre e incluso para merendar.

En nuestra época las torrijas se hacían en las casas de cada uno de los ceutíes. Hoy, por supuesto, con la modernidad este exquisito dulce se adquiere en las confiterías.

Adquirirlas en las confiterías no significa que estén mejor que las caseras, simplemente, que hoy luchamos contra el tiempo, pues no falta tiempo para todo. Somos esclavos del reloj.

Las torrijas son fáciles de hacer. Se compra una barra de pan, mejor que sea del día anterior, se cortan a rodajas, se empapa en huevo y se echa a freír. Una vez fritas esas rebanadas de pan, se embadurnan en miel y en caso de no tener miel a lo pobre, como hacía mí madre y muchas madres más, Se coge azúcar, se diluye en agua y esa mezcla hace el papel de la miel. Oiga, para chuparse los dedos. ¿O no, Pepe?

 

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