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OPINIÓN - DOMINGO, 28 DE MARZO DE 2010

 
OPINIÓN / COLABORACION

La mujer ante el empleo

Por Ramón Cutillas García


Una vez, “ya estado el hombre en nuestro planeta” se colocó a la mujer con una muy primitiva designación, que nos multiplicase.

Para dicha misión se la diferenció biológica y sicológicamente de nosotros y gracias a esas diferencias, el mundo creció, creció y creció hasta la superpoblacion que ahora tenemos.

Cuando en el seno del PP, en un ciclo que se estaba impartiendo sobre la economía y el empleo, al hablarse sobre la discriminación en el mismo existente entre hombre y mujer, expuse que el gran problema efectivo era la diferenciación expuesta, las “feministas” me saltaron a la yugular al interpretar que mis anteriores expresiones las desigualaban, naturalmente.

Siendo ésta la única y real discriminación que la mujer tiene para competir en el empleo con el hombre ya que los dos componentes diferenciadores, el biológico y el psicológico la han marcado tan sustancialmente, como para crearle componentes distinguidores en la evolución de ambos cuyos resultados han favorecido sustantivamente a la mujer.

Genéricamente hablando y sobre comportamientos milenarios, en las relaciones hombre-mujer, lo primero que prima en el hombre, es depositar la “semillita”, sin que en principio exista otro componente para la conexión.

Sin embargo en la mujer, antes de llegar a lo de ahora, lo primero que primaba era la selección del hombre que le permitiera la estabilidad y seguridad necesaria para dar satisfacción a sus necesidades sicológicas para procrear hijos fuertes, y que su crianza fuese sólida y estable.

La distribución de funciones en la familia ha quedado perfectamente definida a lo largo de la historia recayendo en el varón el sustento y en la mujer el mantenimiento de la familia.

Y en esta distribución milenaria han quedado genéticamente marcados tanto el hombre como en la mujer características tan elementales como:

-La orientación por parte del hombre.

-La territoriedad, la seguridad del hogar y su administración por parte de la mujer.

Salvando estas ligeras distinciones, tanto el hombre como la mujer son totalmente equivalentes.

El problema que se suscitó entre hombres y mujeres pudiera venir implícito por la condición de que en el embarazo, la única que en realidad pudiera saber de la paternidad del gestado, era la propia mujer. Y ante el interrogante que se le creaba al hombre éste o sea nosotros comenzamos a poneros trabas hasta que conseguimos vuestra anulación como individuo y como persona, como queda recogido implícitamente en las religiones hechas por el hombre a imagen y semejanza suya y las leyes que promulgó, dando lugar que durante milenios viviese subordinada a él hasta extremos incomprensibles para las generaciones actuales. Baste señalar que en la década de los cincuenta subsistía la creencia bastante generalizada en los “hombres” de que la mujer era insensible a los juegos eróticos e impúdicas las que manifestaban sensibilidad.

A la vez, creo recordar, todavía por los años 70, que la mujer casada en trámite de separación necesitaba de su futuro ex-marido, autorización de éste para poder cambiar de domicilio “conyugal”. Y unos pocos años antes, en caso de ser sorprendida por su marido, retozando con extraño, la comprensión del sistema, permitía que el “cornudo” le diese cuantos tiros o puñaladas quisiese, hasta matarla, ya que sería castigado con la “intolerable pena” de seis meses o algunos más de expulsión.

Largo anecdotario se podría exponer de las convivencias entre hombres y mujeres, que bien se pudieran ejemplarizar en las viudas de los cincuentas o primer lustro de los sesenta, donde el hartazgo de éstas quedaban dibujados en las respuestas que daban ante cualquier insinuación de reconstruir su vida volviéndose a casar. ¡casarme yo tururú!

Respuesta que daban muchísimas mujeres, bien casadas, y no precisamente porque su hijo represente generalmente su negación como persona al anteponer los intereses de éste a sus propios intereses, cosa que habitualmente hacen las madres y algún que otro varón cuyas excepciones confirman la reglas, de que la verdadera mantenedora del clan es la mujer, como es fácilmente comprobable en muchísimos lugares de nuestro planeta donde subsiste el matriarcado.

Siendo éste y no otro el verdadero problema de la mujer ante el empleo. El nato, es la negación de la mujer como tal … ya que como madre antepone las necesidades del nacido … a sus propios intereses y necesidades.

Ahora bien, la sociedad…el Estado, tiene que ser conocedor de esta máxima que prima en la mujer. Como también tiene que ser conocedor de la necesidad de la renovación del conjunto social mediante su incremento demográfico, si no queremos que se extinga nuestra civilización, como se extinguió la de las Amazonas, en la primera revolución orquestada por las mujeres comandadas por Marpesia, hartas de estar hartas de soportar a los hombres, su trato o maltrato, los manda a hacer puñetas, a lavar la ropa y hacer la comida, mientras ellas se van hacer la guerra y a conquistar mundos.

La animadversión de las amazonas hacia los hombre era tal, que tan solo mantenían relaciones para no extinguirse, pero eso sí, siempre que del parto naciese hembra, porque si era macho o se lo llevaba al padre o acababa con su vida, lo que al final produjo su extinción.

Sin llegar a los extremos expuestos, tenemos que reconocer, por lo menos los de mi generación que poco hemos contribuido en la revolución mantenida por la mujer en los últimos cincuenta años en España. Y que si la mujer española comenzó a subir la escalera para obtener su identidad como ser individual y persona, lo realizó sin nuestra ayuda y con bastante oposición.

Por lo que ya es hora de que empecemos a colaborar con ellas para que consigan a través del Estado que es el máximo benefactor de sus condicionantes fisiológicos y sicológicos, las ayudas necesarias para que estas características de la mujer no supongan una carga para el empleador, ni para ella misma, ni para su pareja y esto lo digo desde el convencimiento que tengo de que la mayoría de los varones afirmamos que en nuestra evolución no quedaba contemplado que diésemos el biberón a los niños, cambiásemos los pañales , mantuviésemos la limpieza de la casa y no cogiésemos el mando de la TV.
 

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