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OPINIÓN - MARTES, 13 DE ABRIL DE 2010

 

OPINIÓN / EL OASIS

Los bobos de Pastelero
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Bobo. En la primera acepción de un diccionario editado el 30 de abril de 1999, reza así: Persona tonta (de poca inteligencia, retrasada mental, ingenua o estupefacta). Bobo. Llámase así, en la primera acepción del María Moliner, diccionario editado en 2004, a la persona que dice o hace cosas que denotan falta de inteligencia, de listeza o de discreción; se emplea mucho como insulto y, muy frecuentemente, en broma o sin intención ofensiva.

Se impone, pues, preguntarle a José Diego Pastelero, entrenador de la Asociación Deportiva Ceuta, si estaba de veras o bromeando cuando tachó a sus futbolistas de bobos varias veces, recién finalizado el partido contra el Sevilla Atlético. Una pregunta urgente que debe tener una respuesta inmediata. Ya que llamarles bobos a los jugadores entrenados por él, con tanta insistencia, no es calificativo baladí.

Bobo y tonto de baba, como le dijo Luis Aragonés un día a Julio Salinas, son insultos muchos más graves que cualquier agresión verbal de las que echamos manos los españoles cuando perdemos los nervios. Y, sin embargo, suscitan menos ofensas en quienes las reciben. Y sigo preguntándome el porqué.

Uno entiende, porque ha sido cocinero antes que fraile, que Pastelero llegara a la sala de prensa del Sevilla sudando ira por todos los poros de su cuerpo juncal. Pero goles como los de Rodri ponen a prueba el temple de los entrenadores. Me gustaría saber si el entrenador del Jaén, hace tres semanas, calificó de bobos a sus jugadores cuando los ceutíes marcaron el gol del empate en el Nuevo Estadio de la Victoria, en el último segundo de la recuperación de tiempo perdido. Y hasta me atrevería asegurar que lo dicho entonces por el entrenador ceutí, vino a ser algo así:

-Mi equipo ha merecido el empate porque ha luchado hasta el final...

Lo primero que debió hacer JDP, nada más acabar el partido, es gritar como un loco, o pegarse cabezazos contra la pared, para desahogarse. A fin de poder acceder a la conferencia de prensa en las mejores condiciones posibles para no disparatar. Lo cual no es fácil. Créanme que no lo es. Pero es absolutamente necesario; sobre todo si uno es propenso a perder los papeles diciendo, reiteradamente, que sus jugadores son unos bobos, debido a que llevan ya cuatro partidos dejándose empatar en los últimos minutos.

Pastelero, y con razón, habla de lo que se debe hacer en momentos en los cuales el partido está dando las boqueadas. Se echa el balón fuera por el sitio más lejos; se simulan caídas y se retiene el balón en sitios muy alejados de la portería propia, etcétera. En suma, se trata de evitar una última jugada que le conceda al contrario la oportunidad de conseguir el gol postrimero.

Aun así, porque el fútbol tiene cosas que la razón no entiende, puede ocurrir que el contrario obtenga ese gol y nos ponga tan iracundo, tan fuera de sí, como estaba el entrenador ceutí. Pero nunca semejante estado puede ser motivo para tildar de bobos, con lo que significa el adjetivo, a todos los futbolistas.

Aunque hay una atenuante para el comportamiento de Pastelero: que se diera cuenta de que empezó a celebrar la victoria antes de tiempo y se le olvidó hacer el tercer cambio para parar el partido. Y, claro, cuando uno comete ese desliz cuatro veces lo más fácil es proyectar en los demás la cara de bobo que se le queda.
 

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