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OPINIÓN - DOMINGO, 6 DE JUNIO DE 2010

 
OPINIÓN / COLABORACIÓN

Brindis por un proyecto cultural ambicioso

Por José Francisco Serrano Oceja*


En estos tiempos de emergencia, –educativa, económica, cultural, política–, sorprende la insistencia de los intelectuales orgánicos de siempre en propalar la amenaza del dominio del oligárquico mercado, o de la atávica Iglesia, a la autonomía moral del individuo y a la soberanía democrática del Estado. Una pequeña muestra, a título de ejemplo, es el prólogo del reciente libro recopilatorio de los últimos ensayos de Elías Díaz, bajo el atractivo marco De la Institución a la Constitución. Política y cultura en la España del siglo XX.

Es lógico que en la travesía del desierto económico estemos más preocupados del negocio que de la afirmación del ocio, en sentido clásico. Pero lo que no podemos olvidar es que la respuesta a la desorientación generalizada, al conflicto permanente elevado a la categoría de los intereses de quienes quieren, a toda costa, permanecer en el poder, procede de una comprensión cultural de la política y, por tanto, de una concepción del hombre y de su sentido. La acción cultural es la antítesis de un ejercicio rastrero de voluntad política (Hobbes); es el fruto de un ejercicio de participación.

Hace no muchos días, con motivo de la firma del acuerdo entre el Grupo Intereconomía y la Fundación Universitaria san Pablo CEU, apareció en el horizonte público, y de lo publicado, el concepto de proyecto cultural. No pocos se preguntaron qué es un proyecto cultural, quién tiene hoy en España un proyecto cultural, en qué consiste un proyecto cultural. Sabemos que las políticas sociales del Gobierno de Zapatero representan una de las más agresivas formas de política cultural del presente. Sabemos de los referentes ideológicos de esta refundación de una izquierda mutada en construcciones sociales agradables al deseo, novedosa facultad de lo humano. Pero no sabemos de la viabilidad de una propuesta cultural, un proyecto, basado en la afirmación cristiana de la persona a partir del presupuesto de que la cuestión antropológica es la primera dimensión de lo político.

Es hora de viajar, de atisbar allende las fronteras de esta piel de toro que nos atenaza, un nuevo horizonte. Italia puede ser un buen ejemplo. Allí, el pensamiento laico es capaz de dialogar con el pensamiento cristiano; los responsables de la Iglesia han alentado una propuesta de presencia pública de la fe más allá de divisiones internas sobre sensibilidades enriquecedoras. Hubo, en Italia, un cardenal, Camillo Ruini, que interpretó una de las partituras mejor escritas por Juan Pablo II, la del diálogo con la razón secular como fruto del Concilio Vaticano II. Los católicos italianos eran muy conscientes de que la pretendida, durante casi un siglo, unidad en política era una quimera. Y por eso pensaron que la unidad principal era la cultural.

No todo el mundo entendió lo que quería el cardenal Ruini. Pronto comenzaron las críticas internas, las desafecciones volitivas, las siempre estéril dialécticas en la Iglesia. Pero el cardenal Ruini tuvo la oportunidad de poner en funcionamiento la maquinaria del Proyecto cultural y de explicar, a quien lo quisiera, de qué se trataba y qué es lo que se pretendía.

El proyecto cultural arrancó por la comunicación, ese fenómeno que da forma a nuestro mundo y que ofrece los sentidos en lo cotidiano. La comunicación y sus medios son hoy las plataformas primeras de articulación de la relaciones entre las personas. De esa primera etapa surgió un diario, Avvenire, que ha sufrido ya sus primeras crisis como fruto de su consolidación. Nació una televisión y una red de emisoras de radio, miles de páginas web en algo más que red. Y de la comunicación pasaron a la educación, que es en lo que se están ahora, en un momento en el que quien no se ha subido al carro tiene la sensación de que ha perdido el tren de la historia.

Esta apuesta conceptual no puede no nacer de la tradición cristiana, que siempre ha sido rica en imaginaciones de espacio y de tiempo. No debemos caer en el repetitismo cultural. La iniciativa será de la inteligencia, no de la voluntad. El voluntarismo es la principal herejía hoy en el pensamiento cristiano.

Estos días pasados me decía un Delegado Apostólico, buen amigo, que habría que dedicar más tiempo al encuentro entre intelectuales católicos –los que haya– en este momento de emergencia cultural. Al menos en Italia, como fruto del proyecto cultural, han creado una página web en la que recogen diariamente las colaboraciones en medios, www.piuvoce.net, de quienes apuestan por el hombre todo y por todos los hombres.

Heidegger nos recordó que “el origen no está detrás de nosotros, sino delante”. No debemos olvidarlo.

*Decano de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Comunicación de la Universidad CEU San Pablo.
 

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